Si Dios hubiese querido que todos fuéramos parte de la misma nación, bajo una misma ideología política, sometidos al mismo tirano, entonces no hubiera provocado la dispersión de Babel (Bereshit/Génesis 11).
La uniformidad monótona, la unidad que ahoga la saludable independencia, el ser parte de un monolítico, no es parte del Plan de Dios para la humanidad.
Así pues, respeta las diferencias, valóralas, apóyalas, siempre y cuando no lleven a atentar con los Mandamientos que Él ordenó que cumplamos.
Recuerda, existen solamente dos identidades espirituales para los seres humanos: la noájica y la judía.
Las religiones son mecanismos de dominación, de opresión, de esclavitud; sin contenido espiritual.
Regocijémonos en las sanas diferencias que nos complementan y enriquecen.