Parashat Vaieshev 5782

Comienza la parashá presentándonos al adolescente Iosef (el hijo de Rajel) y su relación problemática con sus hermanos mayores.
Resulta que el padre, Iaakov, lo amaba más que a cualquiera de sus hijos y no dudaba en manifestarlo de diversas maneras.
Por ejemplo, en una oportunidad le dio una camisa especial a rayas (o con mangas), la que en aquella época y lugar era parte del vestuario habitual de los príncipes. Este regalo incentivaba las conductas conflictivas tanto de Iosef como de sus hermanos; el único que no participaba de esto era el pequeño Biniamín, pues era muy chico.
Pero además, Iosef traía cuentos acerca de las acciones de sus hermanos, lo que provocaba mayores distanciamientos y sentimientos negativos. Había otras conductas y actitudes de todos que no conspiraban para la paz y el entendimiento, sino todo lo contrario.
Por si todo esto no fuera suficiente, Iosef le cuenta a sus hermanos sus extraños sueños, en los que se ve como el regente por sobre su familia, e incluso ocupar un cargo de prestigio a nivel cósmico.
Los sueños bien podrían estar desnudando sus deseos, pero también pudieran ser una visión profética, lo que significa poder acceder a otros tiempos y lugares y ser testigos de realidades que se perciben a través de los símbolos del sueño.
En concreto, en su primer sueño, ve once gavillas de grano, que representan a sus once hermanos, inclinándose ante su gavilla. Por supuesto, los hermanos se enojan cuando escuchan que incluso en sus sueños él es importante y preferido, y todos los demás se inclinan ante él. En el sueño siguiente, está el sol, la luna y once estrellas que se inclinan ante él.
En este punto, incluso su amado padre lo regaña, en tanto que los hermanos se sienten hastiados por el joven mimado y condescendiente.
Nada bueno se está cocinando, y el padre que se percata (eso creemos) no realiza cambios en su actitud, ni convoca a una reconciliación familiar.

Un día, cuando los hermanos estaban pastando con sus rebaños lejos de casa, Iacov envió a Iosef a comprobar la situación de ellos y de sus rebaños. Cuando a lo lejos los hermanos lo ven venir, dicen burlonamente: “aquí viene este soñador, ¡vamos a ver qué será de sus sueños y lo que interpreta!”.
Deciden que esta es la oportunidad de vengarse de él, lejos de casa y de los ojos de su padre. Urden un improvisado y siniestro plan: lo matarán, arrojarán su cuerpo a un pozo y le manifestarán a su padre que ha sido presa de una bestia malvada.

Reuben, el hermano mayor, escucha el plan y ofrece un plan alternativo: arrojarlo al pozo sin matarlo, morirá allí solo. Quería dar la impresión de que deseaba una muerte más macabra para su hermanito, sin embargo, su idea era sacarlo de allí más tarde y devolvérselo a su padre; porque esperaba obtener nuevamente el visto bueno del padre, que lo había castigado por algunos hechos poco honorables ocurridos en la parashá anterior.
Los hermanos rompieron la odiada camisa de Iosef, lo arrojaron al pozo y se sentaron a comer. De repente, un convoy de comerciantes pasa camino a Egipto y Yehudá (que también está tratando de evitar el asesinato de Iosef) convence a sus hermanos de que en lugar de matarlo lo venderán como esclavo a los comerciantes. Pensaba que esto le daría una chance a Iosef para sobrevivir y quizás regresar eventualmente al hogar.

Reuben, que no estaba presente en el momento de la venta, se sorprende al saber que el niño ha sido vendido. Se rasga la ropa, en señal de dueño y dice: ¿qué le diré a papá ahora?
Los hermanos pretenden escapar de las consecuencias de sus terribles acciones, por lo cual, mojan la camisa de José en la sangre de un animal y se la envían a su padre. Éste reconoce la ropa de su hijo, asume que fue muerto por una bestia salvaje, por ello también rasga su ropa, sentándose en duelo, amargo y sin vistas de cerrarse. Sus hijos intentan consolarlo, pero él se niega y llora a su hijo por muchos años más; tal vez negándose a asumir lo que el creía era una cruel realidad, o quizás porque sentía que su hijito del alma seguía vivo.

La parashá cambia el foco de su relato y para a contarnos una confusa historia acontecida a la familia que había formado Yehudá.
En pocas palabras, tras la muerte de dos de sus hijos y su esposa, Yehudá intima (sin saberlo) con su nuera, la que queda preñada y dará a luz a dos hijos. De uno de ellos se continuará la estirpe principal de la tribu, que desembocará en David y el inicio de la dinastía mesiánica de la familia de Ishai.

Luego regresa el relato a Iosef, cuando es vendido como esclavo al cocinero del faraón, Potifar. De a poco va escalando posiciones en esa casa, porque demuestra su gran potencial y beneficia a su patrón, pero además porque tiene la bendición del Eterno que hace exitosas todas sus acciones. No obstante, la esposa del ministro quiere mantener un romance ilícito con él, a lo cual el hebreo se niega repetidamente. En una oportunidad, cuando estuvo dispuesto a someterse a los deseos de la esposa de Potifar, él se da cuenta de que está por cometer un acto prohibido y la rechaza. Ella, lastimada en su orgullo y llena de crueldad lo acusa de querer abusar de ella. Le miente a su esposo, quien se da cuenta de como había sido realmente el asunto, por ello ordena que Iosef sea encarcelado, aunque fuera inocente. En prisión por un crimen que no cometió, siendo extranjero, siendo esclavo, lejos de toda familia y amigos, igualmente va ascendiendo de jerarquía también en la cárcel, porque Dios no apartaba Su protección de él. Hasta que queda a cargo de administrar la prisión, Un día, faraón ordena que sean aprisionados el ministro de copas y el de panificados. Son recibidos por Iosef, quien los atiende y cuida. Hasta que una noche ambos ministros sueñan sueños, que fueron correctamente interpretados por Iosef.
El de panificados es ajusticiado por faraón, en tanto que el de copas es puesto en libertad y retoma tareas en el palacio.
Iosef le pide que no lo olvide, que recuerde lo que había hecho por él cuando nadie era su amigo ni le ayudaba.
Pero, el repuesto ministro lo olvida, y ahí queda por dos años más preso Iosef

https://serjudio.com/apoyo

https://youtube.com/yehudaribco

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rydhelexcv

Un gran tipo el tal José, el cual tuvo el privilegio de que, una vez muerto, sus huesos fueran trasladados a la tierra prometida de Israel.

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