Reflexiones desde Sinaí

1) El Pueblo Judío en su totalidad fue a quien el Eterno entregó la Torá, a quien hizo depositario, guardador y responsable de su contenido.
Por tanto ninguna otra nación tiene algún derecho sobre ella.

2) Por el anterior fundamento, ninguna persona judía tiene superioridad sobre otros judíos en cuanto a Torá.
La única diferencia estriba en el esfuerzo y dedicación con que el judío ha estudiado.

3) Moshé, Aarón, los ancianos no eran esencialmente diferentes a sus hermanos. Eran personas, con defectos y virtudes. Eran profetas santos en medio de una nación de santos profetas.
Ellos ocupaban cargos diferentes, necesarios, pero en modo alguno eran ajenos a cumplir como el resto de sus hermanos con sus obligaciones "ciudadanas".
De hecho, por la naturaleza de sus cargos, mayor era su responsabilidad, pues debían ser modelos positivos para todo el pueblo y estrictos en sostener el Mensaje oral que habían recibido para trasmitir.

4) El Eterno eligió a los líderes de Israel y de manera manifiesta y pública los señaló para sus cargos.
A algunos los dotó extraordinariamente (con un grado superior de profecía, por ejemplo), sin embargo, la grandeza de los líderes no residía en sus dotes, sino en la fidelidad a la Torá de sus acciones.
A mayor grandeza de dotes, mayor la severidad del juicio sobre sus acciones.

5) No había sectas, aunque existieran varias tribus.
Corrupción y tragedias ocurrían cuando esporádicamente alguna secta emergía, desdibujando la unidad dentro de la diversidad de la nación.

6) El fundamento de la Torá Oral fue recibida por Moshé directamente del Eterno. Toda la nación la recibió completa por su intermedio. Por lo cual, no existe ningún "iluminado" que pueda demandar mayores grados de revelación.
La única diferencia radica en la fidelidad con la cual se estudia, memoriza y trasmite.

7) La "fe" era innecesaria, pues toda la nación estuvo presente en la Revelación en Sinaí, todos fueron testigos de la veracidad de los actos narrados en la Torá, todos presenciaron la instrucción del Eterno a Moshé y Su Presencia en medio de la nación.
De haber alguna incorrecta enseñanza por parte de Moshé, el Eterno la hubiese rectificado en el momento.

8) La nación tuvo la ocasión de elegir si adherirse a la Torá y las mitzvot o no. No fueron compelidos ni presionados, sino que llegaron a la convicción de que era el camino de la Torá el que debían seguir.

9) El Eterno e Israel sellaron una Alianza perpetua, inquebrantable, que ninguna acción o creencia pueden anular.
Cuando miembros de la nación se apartan de la Alianza, tarde o temprano son rectificados, castigados si es necesario; pero en modo alguno rechazados en su vínculo con el Eterno.

10) Ni haber sido parte en la Revelación, ni la adherencia pasada a la Torá, ni ser beneficiados por milagros sirven para obtener una "redención" espontánea y permanente. Es necesario el constante trabajo, el esfuerzo de andar por la senda trazada por las mitzvot. No hay un momento estático en el plano espiritual. Aquel que no se esfuerza por avanzar, retrocede. Aquel que ha cumplido en el pasado con los preceptos, pero los deja, no mantiene su altura espiritual sino que desciende. La "redención" es una cuestión constante, permanente, que no depende de milagros o la fe, sino de la conducta acorde con los mandamientos de la Torá.

11) No hay adiciones a la Torá, ni sustracciones, ni otros "legados". Ya que, todo el pueblo fue el receptor, por tanto no hay modo alguno de cambiar la Torá, a no ser que nuevamente TODO el pueblo fuera reunido para modificarla. Esto es inviable, ya que no se puede reunir nuevamente a todo el pueblo para una revelación masiva como la de hace 3320 años. Por si fuera poco, la Torá enuncia que nunca será abolida ni modificada en un ápice.