En la vida resulta imposible evitar los momentos de impotencia.
Estamos rodeados de grandes o pequeñas tormentas (reales o imaginarias) que quieren romper esa cáscara de nuez que llamamos “zona de confort” y muchas veces lo logran. A veces esas tempestades ni siquiera son hechos violentos o espantoso, bien pudiera ser una tierna caricia que nos deja en estado de impotencia.
Como sea, de pronto nos vemos arrojados al vacío del sufrimiento, quizás porque las buenas intenciones sin conocimiento nos impulsaron a ello; o tal vez porque así es la vida…
Tras lo cual, caemos en profundos malestares, como si nos tragara una enorme ballena y nos hundiera en la oscuridad y la incertidumbre de pesadilla.
Los caminos parecen cerrados, la pesada celdita mental nos esclaviza.
Es hora de recurrir a nuestro Padre Celestial, dejar fluir Su Presencia en nuestra NESHAMÁ (espíritu, Yo Esencial), para crear sentido trascendente a lo que ocurre.
Para ubicarnos y orientarnos y a través de este proceso de resurgimiento lograr una versión de nuestro Yo Vivido mucho mejor, próspero, dichoso, bendito y trascendente.
Hasta el último momento de vida consciente es posible.
Por tanto, sé victorioso cambiando la derrota en el verdadero éxito.
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