El humano nace impotente, con una pequeñísima dosis de independencia.
Está a merced de los acontecimientos y los padece a más no poder.
El nacimiento es un completo desastre, una pesadilla sin registro y de la cual no hay memoria ni elementos para contenerla dentro de un sentido y término.
Las pocas herramientas que disponemos son automáticas, las del EGO, para proveernos sustento y auxilio por medio de llamar la atención, alertando y alterando al universo circundante y por medio de esa inconsciente e involuntaria manipulación obtener algo de satisfacción y mitigar como sea el padecimiento.
Gritar, patalear, llorar son esos instrumentos primitivos de alteración del orden, para que desde el caos que sufre el bebe se provoque el caos alrededor, entonces se dispararán reacciones en el medio que de alguna manera resolverán sus tormentos. Todo esto, por supuesto, no es planificado por el sufriente bebé, es parte de nuestra naturaleza.
Cuando el auxilio no viene, o es insuficiente, el sistema tiene un mecanismo para reservar energías y sostener la vida en niveles de bajo consumo, por lo cual nos desconectamos de la realidad. Esto también mitiga la avalancha de sensaciones acuciantes que agreden al infante sin fin imaginable.
Al repetirse las conductas y conseguir manipular al entorno, se van estableciendo redes cerebrales que se van solidificando y formando hábitos. Por ello, desde el fondo de los tiempos, desde un espacio sin nombre, desde una historia sin registro, cuando nos sentimos amenazados por la impotencia se desencadena en nosotros el reinado del EGO, con sus toscas herramientas y las que se fueron derivando en tanto el niño crecía y aprendía nuevos recursos a partir de los anteriores heredados naturalmente. A lo cual se suma lo cosificado como hábito.
Entonces, no es de extrañar que ante la sensación de impotencia, real o sentida, el EGO haga presencia, que irreflexivamente reacciones de manera espontánea.
El niño requiere ayuda y la obtiene, si no hubiera perecido al poco tiempo.
El niño la obtuvo y con ello aprendió a “solicitarla” con sus arranques caóticos, sembrando turbulencias para cosechar satisfacción, o al menos reducir el displacer.
El niño formó el hábito, también de estar pendiente de la ayuda de alguien poderoso.
De alguna parte deberá surgir la salvación.
El EGO se impone como el primer dios, que se siente operando y reclama obediencia y adoración.
El EGO se fortalece en tanto la persona sigue sometida a la impotencia, real o sentida, para aparecer de pronto y resolver con su magia las situaciones. Y de no hacerlo, tiene la herramienta pasiva, aquella de desconectar a la persona de la realidad. Dormir, drogarse, mentir, auto engaño, estafa, olvidos, disonancia cognitiva, negación de los hechos, excusas, enfermedades, intento de autoeliminación son parte de las expresiones de la desconexión de la realidad que mencionamos.
El niño aguarda su salvación y se deja caer en brazos de aquellos que adora como poderosos.
Las ocasiones para sentirse impotente no escasean, de hecho podrían ser miles en un simple día cotidiano.
El niño está a la espera, esperanzado, de sus milagros habituales que le solucionan sus inconvenientes.
Al mismo tiempo va comprendiendo su propio falso poder, el que proviene de la manipulación.
Se da cuenta de que si hace un berrinche, obtiene la golosina, paseo, juguete y lo más importante: la atención de aquellos seres poderosos que están a su servicio.
El niño provoca el caos para quitarse de encima el malestar y para obtener su pequeña felicidad, gratificación lo más inmediata posible.
Y el niño crece, pero su hábito arraigado al EGO permanece como indestructible e inseparable.
Es cierto que aprende otros mecanismos, más amables, menos agresivos, más “civilizados” para adquirir beneficios; pero, desde la oscuridad de la impotencia, el EGO sigue adoctrinando a su esbirro. Es el esclavo que reina; cuando solamente debiera ser el servidor necesario en los momentos puntuales de verdadera situación de impotencia.
A veces se obtiene sorbos de poder, se disfruta de felicidad y puede parecer que la impotencia es un hecho olvidado.
Pero, que triste nuestra realidad limitada, lo cierto es que seguiremos siendo por siempre impotentes.
Y a veces por escurrinos plácidos en la pequeña felicidad, dejamos de lado el esfuerzo por alcanzar la Gran Felicidad.
Así andamos, a la espera de la Gran Felicidad, esquivando los pozos de oscuridad, esperanzados de no ser tragados por la desesperación, luchando para no sufrir más.
Engañados por la esperanza, enojados con los dioses (o Dios), porque no zafamos de todo contratiempo, porque no somos los amos ilimitados de todo poder.
Y nos engañamos, nos estafamos, con aires religiosos pretendiendo manipular a los dioses (o Dios) con plegarias, promesas, pactos, rituales y todo otro tipo de negociación religiosa. Como si tuviéramos el control, como si a nuestro alcance estuvieran los botones que nos brinden los paraísos terrenales y supraterrenos.
¡Cuánto tenemos para aprender, y para desaprender!
¡Cuánto daño nos hace la religión y nos aparta de la espiritualidad!
Por ello la CabalaTerapia, que estudia estos fenómenos e intenta brindar herramientas para nuestro crecimiento integral, es tan necesaria.
Para dotarnos de alas espirituales, las que nos corresponden por derecho de ser humanos; para darnos un poquito de dominio sobre el reinado del EGO.
Para enseñarnos a vivir en construcción de SHALOM, interna y externa, por medio de acciones (pensamientos/palabras/actos) de bondad Y justicia, siendo leales a nuestro patrimonio espiritual.
Para hacernos comprender cabalmente, y experimentar, las palabras sabias y eterna del profeta del Todopoderoso:
«Así ha dicho el Eterno: ‘No se alabe el sabio en su sabiduría, ni se alabe el valiente en su valentía, ni se alabe el rico en sus riquezas.
Más bien, alábese en esto el que se alabe: en entenderMe y conocerMe que Yo soy el Eterno, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra.
Porque estas cosas Me agradan, dice el Eterno.»
(Irmiá / Jeremías 9:23-24)
Tal vez a muchos les pasa igual que a mí, de que el tema se creía ya estudiado, leído, releído, reflexionado, aceptado y ejecutado, pero las reacciones son las que describe el texto ante la mínima impotencia. Pero no es que lo olvidamos, es que el subconsciente no lo domina la razón ni las razones lógicas; sino que la propia programación biológica. Pero ¿qué clase de existencia sería si fuera así, si no existiera otros recursos en el hombre aparte del EGO, para responder a las impotencias? Desenfoque, respiración, postura, gatillo liberador y enfoque son las otras herramientas conscientes con… Read more »
el agradecido soy yo por que ha leido, pensado, reflexionado, comentado, cambiado, aportado, compartido.
eso es CABALATERAPIA.
gracias