Cuenta nuestra Tradición que antes de nacer el feto está en comunión perfecta con el conocimiento universal.
Un ángel le enseña absolutamente todo lo que necesita saber y más también, es que, la NESHAMÁ (Yo Esencial, chispa Divina, espíritu) es parte del Gran Yo Soy.
Pero, cuando está naciendo a este mundo el ángel le toca encima del labio y se pierde toda conciencia de ese saber infinito.
Por ello, cuando la persona va despertando su conciencia espiritual, en realidad no va aprendiendo, sino que va descorriendo los velos que tapaban su conocimiento previo. Es decir, no aprendemos de espiritualidad, sino que vamos recordando.
Esto se va haciendo lentamente, cada uno a su paso.
Algunos fracasan estrepitosamente, pues no están interesados en reconectar su conciencia a su ser Divino, sino que se quedan con las fantasías e imaginaciones del EGO.
Se aferran al egoísmo, al materialismo, a cualquier creencias que les llene la angustia existencial por un rato.
Otros van despertando de a pedacitos, armando como un complicado rompecabezas de infinitas piezas. Entre estos, están los que se quedan con el cuadro sin terminar, apenas armado, con información suelta y fuera de lugar por lo que comienzan a suponer cosas que no son reales. Entonces, se crean religiones, supersticiones, ideologías extrañas que intentan llenar los huecos y vacíos, pero que no se hace desde el conocimiento sagrado, sino desde las patrañas del EGO.
Están también los que continúan su viaje sagrado, cada uno a su tiempo y de acuerdo a sus circunstancias. Pueden tener altibajos y retrocesos, sin embargo son fieles a su propósito de reencontrar la mejor versión de ellos mismos.
Éstas son las personas «espirituales», pues tratan de vivir espiritualmente en el mundo material.
Entre las tres categorías que te acabo de mencionar hay diferentes nexos, como una escalera que los va relacionando.
Lo cierto es que, el despertar de la conciencia no se consigue por la fuerza.
Es un proceso que suele ser largo, no tiene en realidad un tiempo determinado. No debe ser visto como un curso del colegio en donde se espera que se logren determinados conocimientos o habilidades en tantas sesiones. Sino que, depende de cada persona y su circunstancia. Del trabajo interno, del deseo por superar sus limitaciones, de los aprendizajes que vaya añadiendo a su Yo Vivido, de su capacidad para ir rearmando su Sistema de Creencias, etc.
En verdad, no solo es un tema de ponerle voluntad, pero ésta es indispensable.
Ya que, la vida nos brinda las vivencias que necesitamos para devolvernos la conciencia, pero tenemos que estar atentos y dispuestos a aceptarlas, procesarlas, integrarlas como experiencias.
Tenemos que estar listos para afrontar los retos y desaprender, aprender, reorganizar nuestras creencias, cambiar de actitud y conducta. ¡Un trabajo inmenso!
Por supuesto que Dios no nos juzgará al final del viaje terrenal por aquello que no conseguimos y que estuvo por fuera de nuestros recursos reales, ya que Él es Justo. Pero sí que nos preguntará por aquello que en verdad pudimos haber hecho y lo dejamos marchitarse. Serán preguntas desde Su faceta de Bondadoso, pero igualmente dolerán. Porque, veremos en el espejo de la Verdad las chances que malogramos, los éxitos que pudimos haber cosechado, el avance en el despertar de al conciencia espiritual y al mismo tiempo comprobaremos como lo desechamos para quedarnos atrapados con cosas banales, pueriles, estériles, sin futuro ni verdadero deleite.
Por ello, debemos estar alerta, atentos, dispuestos a convertir las vivencias en buenas experiencias. Aunque sean vivencias dolorosas, o especialmente porque así sean. Para ir quitando los velos que nos bloquean la Luz espiritual y poder ir llenando de esa Luz nuestra conciencia.
No podemos ni debemos esperar que sean otros los que realicen nuestra labor de despertar a la conciencia espiritual. Ni el maestro, rabino, pastor, guía, líder, padres, hermanos, etc. Nadie, excepto tú eres el responsable por ir haciendo tu trabajo de reconectar tu Yo Vivido con tu Yo Esencial.
Así pues, no tenemos cómo obligar a otros a que despierten su conciencia, pero podemos darles una mano con nuestros pensamientos, palabras y acciones.
No depende de ti su trabajo espiritual, pero eres un instrumento del Divino para que el otro pueda aprender.
No eres tú quien debe enseñarle nada de lo espiritual, pero sí estar a su lado para vivir juntos los aprendizajes que la vida les va disponiendo.
Seamos amables y pacientes; construyamos SHALOM con palabra, pensamiento y acción.
Con la clara idea de que no podemos apurar al río, tampoco detenerlo, sino fluir con él en dirección al océano.
Todos los ríos, los manantiales, los arroyos, la lluvia finalmente se juntan en el gran mar.
Hagamos nuestra parte, ayudemos al otro a que él haga la suya, y confiemos porque Dios siempre hace la de Él.
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