Se ha puesto de moda el imperativo de ser feliz.
Te venden, muy caras por cierto, muchas recetas y fórmulas mágicas para lograr la felicidad.
Se forman sectas, se arman estructuras inmensas y multimillonarias que postulan sus dogmas de fe que te prometen la felicidad.
Gasta, te dicen, y obtendrás la dicha.
Sé de los nuestros, te ofrecen, y te prometemos la plenitud.
Comparte nuestras doctrinas y congrégate en torno a nuestro maestro, para que estés rebosando de alegría.
Por todas partes surgen, como hongos después de la lluvia, vestidos de jasideos, budistas, evangelistas, cientificistas, politiqueros y tantos otros más.
Lo importante es que dejes de pensar, abandones tu autonomía sincronizada con la espiritualidad, para que te entregues de lleno al consumismo, y no solamente de productos manufacturados.
Y, si te atreves a no formar parte de la secta, o no derrochas tu dinero, o te niegas a despojarte de poder para dárselo a ellos: entonces estás condenado al fracaso, a la amargura, a toda clase de infiernos en este mundo y en la eternidad.
Porque, te insisten y te lo demuestran metafísicamente, que es tu deber máximo ser feliz siempre, que la sonrisa torpe no abandone tu rostros, que seas un fiel ferviente atado con fuerza a las danzas y dogmas de la alegría…. de lo contrario, estás mal… muy mal, rumbo a la perdición, en el abismo te estás pudriendo.
Porque… ¿cómo te atreves a sufrir?
¿No te da vergüenza dudar del poder mágico del maestro y de las reglas sobrenaturales que te brindarán la gloria?
Entonces, ¿qué puedes hacer?
Pues, encerrarte en la celdita mental.
Negarte a pensar, castigarte por dudar, buscar la tortura si es que te descubres saliendo de la senda que te imponen tus amos de la felicidad.
O, te escabulles de ti mismo, negándote, ocultando tu pensamiento, ahogando tu sentimiento, mintiéndote con tanta clase que terminas creyéndote tus patrañas.
Y esto lo he visto ya en cientos de personas, no solamente es teoría o cuentos que alguien contó.
Lo veo y lo sigo viendo, porque estoy en contacto con gente que se sumergió en la imposición de la felicidad, aunque penan con tormentos terribles que se niegan a resolver, porque ni siquiera los admiten.
Entonces, ¿qué hacemos?
¿Seguimos así?
O, ¿hacemos caso al Padre que nos dice que es bueno estar alegre, que es maravilloso disfrutar de los momentos de placer, pero que también vienen temporadas de sombras, que la amargura es una realidad que se nos presentará y deberemos aprovechar para crecer gracias a ella?
¿Qué te parece?
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