La importancia del tacto

Somos seres que comunican.
En todo momento que estamos en cercanía (material o virtual) de otros, es imposible no comunicar.
Comunicamos conscientemente, pero también sin tener conciencia de ello.
Comunicamos al hablar y al callar, en cómo hablamos y cómo nos paramos.
Todos es comunicación.

Desde el inicio de nuestra vida en este mundo aprendemos a relacionarnos, a comunicarnos.
Los otros nos van enseñando, queriendo o sin querer.
Nos enseñan a interpretar lo que estamos sintiendo, lo que nos pasa, lo que ocurre en el entorno.

Nos llenan con sus creencias, nos adoctrinan, aunque ni tengan idea de que tan hondo calan en nuestra personalidad. Nos hacen contemplar al mundo al modo que ellos lo hacen, así como a nosotros mismos.

Las creencias de uno se van amalgamando con las de otros, así todos los actores que pasan por nuestra joven vida dejan su mayor o menor impronta, las cuales transformamos en propia. Se va formando nuestro Sistema de Creencias, único, diferente, aunque tenga múltiples puntos de contacto y reflejo.

Puede que no lo tengamos en cuenta, pero el contacto más poderoso en los primeros tiempos fue el de la piel. A través de abrazos, caricias, sostén, el tocar el niño adquiere conocimiento, identidad, nexos.
Allí en lo más profundo de la memoria, en secciones donde la palabra no tiene acceso ni peso, es el tacto quien comanda. En lo más primitivo el que nos está organizando los vínculos y el basamento de nuestro Yo Vivido es el contacto con la piel de otro.

Por supuesto que al ir desarrollándonos y ampliando nuestros sistemas de posicionamiento, va tomando mayor relevancia la visión y la audición. Al punto que asociamos, por lo general, pensar con palabras, e imaginar con imágenes visuales. Aunque el pensamiento puede plasmarse con no sonidos y la imaginación con no visuales.
Como sea, tenemos bastante relegado al tacto, olvidado, ¿atrofiado?
Y sin embargo, en las entrañas de nuestro Yo Vivido sigue teniendo tremenda importancia y lazos que no tienen ni las palabras ni las imágenes.

Entonces, puestos a dedicarnos a cambiar nuestro estado calamitoso, nuestro sentimiento de fracaso existencial, a modificar patrones de conducta negativos, quizás es necesario que tomemos en cuenta esa comunicación básica, previa a toda razón y construcción lógica.
Para permitirnos manifestar emociones, direccionar sentimientos, organizarnos desde las bases en camino al bienestar, a un Yo Vivido mejor integrado y en mayor sintonía con el Yo Esencial.

Por lo cual, es indispensable volver a tocar al otro.
Cuando eso es permitido, cuando es lícito, cuando está dentro de parámetros que no conllevan agravar situaciones o ponernos en conflictos con reglas.
Recordemos que no está permitido, ni es tolerado, ni bien visto, romper determinados límites en nuestra cercanía física con otros.
Por tanto, siempre tomando en consideración pensar, hablar y hacer con bondad y justicia; podemos dedicarnos a sanar nuestras emociones, redireccionar energía, y otros beneficios más por medio de una comunicación terapéutica que incluya el contacto físico.

Pero, si invadimos el espacio íntimo de una persona, la estamos agrediendo, no la respetamos y en vez de causar efectos reparadores estaremos molestias, disturbios y alteraciones.

También hemos de enseñar a nuestros hijos a que no permitan invadir su área privada ni a que les toquen sin permiso. Los pervertidos tienen recursos para engañar a los chicos, por tanto debemos estar al tanto y ser proactivos a la hora de brindar a nuestros hijos herramientas para defenderse de agresiones y manipulaciones. Tampoco habremos de generarles hábitos que pueden ser lesivos, como besar a gente extraña o cosas por el estilo.

Obviamente que el sentido común también se aprende, al menos en sus elementos básicos.

Por otro lado, recordemos que el Yo Vivido es circunstancial, es una sumatoria que no persiste en el tiempo y que siempre termina muriendo. Pero NO somos Yo Vivido, sino que estamos siéndolo.
Lo que en verdad somos es el Yo Esencial, la NESHAMÁ, el espíritu o chispa Divina. Esa es eterna.
Siempre el cuerpo nos separa, aunque estemos en el abrazo más cariñoso y apretado, el cuerpo limita. Porque el tiempo y espacio nos amontona, pero jamás nos funde en una unidad sin distinciones.
Solamente la unidad espiritual unifica y no separa.

Por tanto, si bien el abrazo, la caricia, el toque de piel puede llegar a ser muy valioso (repito que cuando es lícito y apropiado), es el contacto espiritual el que posibilita la sensación de unidad, la inmersión en la plenitud.

Si bien nuestro sistema de coaching y terapia toma en primer plano lo relativo a lo espiritual, no dejamos de lado el resto de las dimensiones que nos forman (física, emocional, social y mental) en tanto habitantes de este mundo.

En resumen, reaprender a comunicarnos, para que seamos eficientes y efectivos en el uso de la Comunicación Auténtica.
Reaprender el valor del contacto físico y tomarlo en consideración.
Manejar todos los recursos disponibles para construir SHALOM.

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