Al nacer estamos sumergidos por completo en una impotencia total, en una absoluta pesadilla.
De todas partes nos agreden sensaciones desagradables, irreconocibles, extrañas, dolorosas y por ahí algunas que pueden resultar apacibles.
Apenas si tenemos unos escasos recursos instintivos para llamar la atención del mundo y así obtener una pequeña liberación de la impotencia, un sorbito de placer, un ocasional pedacito de placer.
Estamos bajo la misericordia del mundo, del cual no sabemos absolutamente nada, en parte porque somos incapaces de saber absolutamente nada aún; pero además, ¡recién estamos entrando a él!
Por tanto, ¡qué notable es que hayamos sido creados de tal modo que no tengamos conciencia del sufrimiento que estamos padeciendo! Porque así como la sensación torturante aparece, desaparece. También, hemos evolucionado de tal modo que lo mayores acostumbran a hacerse cargo y con gran paciencia y dedicación nos suplen de todo lo que nos falta y está a su alcance. Si hasta hemos ido aprendiendo qué resulta menos tormentoso para el neonato y por ello diseñamos lugares para que venga al mundo, profesiones, consejeros, etc. Porque con amor y comprensión no buscamos el padecimiento innecesario de nuestras crias.
Sin embargo, el niño siente el maltrato.
El que es natural, el que es ineludible, porque por ejemplo la madre puede estar con él prendido al pecho 24 horas al día. Entonces, aunque sea un ratito chiquito el bebe va a sentir el dolor del hambre. Nadie le está agrediendo adrede, así es la vida. Éste es solo un ejemplo, tú puedes pensar en muchos otros que el niño sufrirá.
Pero también está el maltrato provocado, ese que tiene mayor o menor grado de intención. A veces el motivo para esto pudiera estar justificado, como por ejemplo cuando los padres adrede dejan al niño en otra habitación, para que se vaya acostumbrando a la realidad de dormir en su cama, solo en su cuarto. Entonces el niño recurrirá a la manipulación, que es inconsciente de su parte, de llorar, gritar y hacer lo que esté en su limitado repertorio de reacciones para de esa manera controlar a sus mayores y terminar durmiendo en medio de ellos, o aupado, o al menos en el cuarto de los padres. Cuando el niño es dejado en el cuarto solo, él siente ese “abandono”, pero no podemos (si somos racionales y saludables) condenar a los padres de algún crimen por ello. Ellos están actuando con la agresividad necesaria, provocando el dolor necesario, para así obtener todos un beneficio superior. No se está lastimando al niño, aunque éste sienta el maltrato (y aunque gente muy progresista insista en colecho y mitigar hasta el nivel 0 todo padecimiento al niño, incluso el que es necesario). Otro maltrato que el niño puede sentir de parte de los padres es cuando lo vacunan. (Aquellas delirantes paranoias de que esto puede causarle mayores perjuicios, no lo tomaremos en cuenta). Los padres presienten que el niño llorará, por el estrés de la situación, por la tensión con que es entregado a la vacunadora por los padres, por el pinchazo, por lo que sea. Pero, ¿qué padre en su sano juicio cancelará la oportunidad de ser saludable a su hijo con la excusa de que no le causen cierta incomodidad durante 4 segundos?
Pero también está el maltrato provocado y sin ningún motivo favorable detrás, delante o en medio.
El abandono literal, que no solamente quiere decir dejarlo tirado por ahí, sino que también incluye el no acompañarlo en su crecimiento, atenderlo, etc.
Los golpes provocados por la impotencia de los mayores, cuando reaccionan con enojo, fastidio, torpeza, generando así una mayor impotencia en todos.
El ponerlo en situaciones de riesgo, sin motivo razonable.
El usarlo para atacar a otro miembro de la familia, ex pareja, vecinos, etc.
La burla, el poner sobrenombres denigratorios, la mentira, el engaño, el faltar a la palabra, el chisme, el hablar mal de otros, entre otros maltratos que el niño recibe y debiera estar protegido de ellos.
Así el niño va creciendo y formando su Yo Vivido, su personalidad, su “identidad”.
Como todo ser vivo, sigue inmerso en el océano de impotencia que es este mundo.
Por tanto, estará limitado en muchísimos aspectos, sea en los que son necesarios y buenos, así como en los que pudieran ser evitados.
Toda esa falta de control se va adosando a su Sistema de Creencia, convirtiéndose en retazos de quien es.
Va construyendo la imagen de sí mismo, qué puede hacer, qué no, quién ayuda, quién ataca, cómo reaccionar o responder, qué recursos están a su disposición, etc.
Todo esto va siendo él.
Sí, también las mentiras, las burlas, los motes, las habladurías, cuando le prometieron algo y no lo cumplieron, cuando no lo dejaron hacer lo que podía hacer, cuando le dejaron pasivo en lugar de estimularle la actividad, cuando le hicieron ver que el fracaso es terrible, cuando no hubo aliento a la resiliencia, cuando le daban todo servido y sin darle chance para ayudar, cuando le daban tareas muy por encima de sus capacidades actuales, cuando le hacían creer que nadie escapa de la celdita mental, entre otras cosas.
Le fueron dando una autoestima deficiente, es decir una capacidad de auto valorarse incorrecta.
Como si el niño pesara 10 kilos, pero la herramienta de medición que le ayudaron a construir marca 2 kilos.
Como si tuviera potencial para caminar 10 km de corrido, pero le dijeron que era un impedido y apenas si logra arrastrarse convencido de su imposibilidad.
Como si le profetizaron que sería un idiota, y como uno se porta.
Es que, el Sistema de Creencias nos maneja a su antojo.
Y recordemos, ese Sistema no se forma solamente por la relación con nuestros padres o cuidadores durante la primera infancia, sino con todos los intervinientes sociales, con los ambientales, con la cultura, etc.
Los padres y cuidadores tienen un papel importante, pero no son los exclusivos formadores de las bases del Yo Vivido.
El hecho es que ahí se encuentra el Sistema de Creencias, el cual se siga alimentando y engordando, por lo general con ideas que se encastran con creencias ya aposentadas en él.
Aunque el potencial real sea mucho mejor, aunque la radiante verdad de su Yo Auténtico esté a años luz de distancia de ese Yo Vivido, el hecho concreto es que la persona es su Yo Vivido.
Nadie se anotará a una maratón si no mueve jamás el trasero del sillón, y si la persona construyó su imagen como el inepto, entonces actuará como tal.
Lo cual convierte en difícil el acto transformador de descubrir su propio valor, de traspasar los límites angostos que angustian, de crecer para hallar una imagen más acorde a su Yo Auténtico.
La persona boicoteará los trabajos que lleven a su cambio, porque con todo derecho sentirá que se la está agrediendo.
¿O acaso no se está impulsando la destrucción de su imagen para implantar una nueva y diferente?
Se le hará difícil entender que esta destrucción es similar a la que tuvieron que hacer los padres el día que lo dejaron un ratito en el jardín de infantes, en el período de adaptación. Entonces el niñito salía de su espacio protegido, de sus adultos serviciales y manipulados, de ser el príncipe en el castillo, para convertirse en un indefenso cosito junto a otros cositos en un lugar desconocido controlado por cosos desconocidos. Los padres les abandonaban ahí, ¿hasta cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo evitarlo?
Nosotros entendemos tanto al niñito como a los adultos, el asunto es que el niño pueda hacerlo también.
Gracias a Dios hay expertos que con mucho estudio y experiencia marcan pautas saludables para minimizar los riesgos de este trauma, el del comienzo de la vida escolar, que es también el inicio de la salida del gran útero que es la casa.
Asimismo se puede sentir el que comenzando un proceso de auto conocimiento y crecimiento se enfrenta con la destrucción de partes de su Sistema de Creencias, aquellas que lo dejan impotente en donde tiene realmente poder.
Se prefiere el refugio del útero, aunque apretado y malquerido, al riesgo de aventurarse en un mundo ignorando y para el cual uno se siente sin herramientas.
Por ello, el recalibrar la herramienta de la autoestima desajustada suele tener sus contratiempos y resistencias.
Prefieren su identidad destartalada e inoperante a emprender un curso por un terreno desconocido y que resulta aterrador.
Pareciera que permanecer en la zonita de confort, donde se está confortable pero terriblemente apretado y sin deleite, es mucho mejor que la aventura de conseguir avanzar hacia una personalidad más saludable e integrada.
Pero además, el Yo Vivido, ese que estoy siendo, también se fue armando con las decisiones, con los aciertos, errores, estudios, pruebas aprobadas y aquellas que no, dinero invertido, dinero perdido e infinidad de pensamientos, palabras, acciones de todo tipo que vamos haciendo o dejando de hacer.
El Yo Vivido es una gran acumulación, más o menos organizada, que está dando por resultado esto que estamos siendo.
Por lo cual, mucho más pesa en obstaculizar el cambio, aunque se comprenda mentalmente que es hacia algo positivo.
El Yo Vivido tiene su peso y atrae con su gravedad.
Sin embargo, al toparnos con el muro que nos hace detener en la inercia cotidiana; al no soportar más la chicharra del despertador que nos demanda despertar; tal vez nos pondremos en marcha para hacer al menos un cambio chiquito.
El primer paso en la reformulación de nuestra existencia, de perfeccionamiento del Yo Vivido.
Al ir recalibrando su herramienta de autoevaluación, se va ganando confianza.
Pero cada centímetro de avance, es una lucha.
A veces hasta se suman a los enemigos la gente de la familia, los amigos, el entorno; porque, algunos pueden verse amenazados por la nueva personalidad que va saliendo del capullo, por el poder que se está manifestando, por tener que dejar de costado vínculos enfermizos para tener que cambiar uno también para estar acorde con la nueva persona que está apareciendo.
Entonces, no es de extrañar que además del auto boicot se tenga que lidiar con los palos en la rueda que ponen los demás, que aumentan las groserías, golpes. burlas, conflictos, peleas, etc.
¿Se puede crecer y lograr un Yo Vivido más acorde al Yo Auténtico?
Sin dudas que sí.
¿Cuesta?
Por lo general mucho.
¿Todos lo logran?
Tristemente, no.
¿Cuál es tu papel en orientar tu Yo Vivido?
¡Fundamental!