Parashat Jaie Sara 5768

Shabbat: Jeshvan 22, 5768; 3/11/07



Un comentario de la Parashá Jaié Sará (Bereshit 23:1 – 25:18)
*El valor de las cosas*

¡Shalom nuevamente!
Proseguimos con el estudio de la Torá a través de nuestras breves reflexiones basadas en pasajes de la parashá semanal.
Espero que estos encuentros semanales te sigan sirviendo de edificación y encuentres ocasiones para aplicar las enseñanzas en tu vida cotidiana.
Pues, la Torá más que un libro para ser leído, o estudiado, es un manual para la vida, que nos va instruyendo acerca de los caminos correctos para desarrollar una existencia integral en Este Mundo y una eternidad de gozo.
Especialmente instructivas son las narraciones y comentarios acerca de nuestros patriarcas, de los orígenes de nuestra identidad espiritual. Pues, en los patriarcas encontramos personas reales, como nosotros, con deseos y temores, con dudas y certezas, con amores y perplejidades, con errores y aciertos, gente común, que se distinguieron porque supieron superar los obstáculos y pruebas que aparecieron en su camino, y crecer hasta grandes alturas de espiritualidad.
Son modelos de vida a tener en cuenta.

Uno de los tantos planteos erróneos de la teoría marxista es que las cosas valen lo que cuesta producirlas.
Es fácil advertir en los asuntos diarios que esto no es así.
Las leyes del mercado, sustentadas en la teoría clásica del valor, determinan que las cosas valen lo que la gente está dispuesta a pagar.
Piensa un momento, en casi cualquiera de los ámbitos de la vida, y verás que se ratifica esto último.
¿No es así acaso?
Cuando la gente desea algo, aunque sea un objeto o experiencia insignificante y de escaso valor intrínseco, están dispuestas a pagar más de lo que vale el objeto o momento en cuestión. Incluso se llega tolerar grandes sacrificios, perjuicios y pérdidas de lo esencial, con tal de alcanzar el objeto de sus apetencias.
¿No es así?

El deseo se erige como un poderoso imán (o motor) que atrae (o impulsa) a la persona, quien se siente insatisfecha, incompleta, intranquila, si no cumple o alcanza la satisfacción que anhela.
Sea este deseo constructivo o no, lícito o no, saludable o no… allí se encuentra el deseo, a la puerta, aguardando cualquier resquicio para entrar a nuestra conciencia y dirigirnos hacia su cumplimiento.
Con insistencia aparece su reclamo, nos insta a prestarle atención, insiste sin cansancio para que lo realicemos.
Al punto que no es extraño dejar de lado lo trascendente e importante, con tal de conseguir lo que se desea.

Especialmente poderosos son los deseos por cosas prohibidas o negativas, las que llevan al error o el pecado.
En palabras del Eterno: «si no te enmiendas, yacerá el pecado a la puerta. Y hacia ti será su deseo; pero tú lo puedes dominar.» (Bereshit / Génesis 4:7).
Allí está el deseo por lo negativo, siempre presente, aunque parezca que está tomando una siesta, en realidad está al acecho, esperando el momento para manifestarse y provocarnos para desviarnos de la Buena Senda.
Y sus insinuaciones suelen ser poderosas, convincentes, provocativas; que nos obligan a crear excusas y justificaciones para hacer aquello que sabemos o sentimos como negativo.

Hay algunas cosas tristes en lo que respecta a seguir ciegamente el deseo, en lugar de concentrarse en seguir los preceptos de la Torá, aunque esto implique negarse alguna satisfacción o cumplimiento de deseo.
Como han expresado nuestros Sabios: «Nadie fallece habiendo satisfecho siquiera la mitad de su deseo» (Midrash Mishlei Rabá 1:13).
Esto es muy lamentable, pues cuando la persona alcanza su objetivo, ha satisfecho su deseo, al poco rato el deseo está hambriento nuevamente y reclama mayor satisfacción. Entonces, la persona se embarca nuevamente en pos de cumplir con sus sueños, hasta que cree lograrlo, para que al tiempo esté otra vez navegando detrás de ese puerto inalcanzable que es el deseo colmado.

Otra cosa triste de seguir ciegamente al deseo, es que muchas veces eso que sentimos tan caro, tan importante, tan vital, tan justo e imprescindible, en verdad no nace de una necesidad cierta de la persona, sino que es un imperativo social, que ha sido tomado por la persona y lo ha erigido como un eje central de su existencia.
Ejemplos de esto abundan… los que sienten que su vida depende del éxito de su cuadro de fútbol, los que se desviven por tal o cual marca de ropa, los que deben pesar tantos kilos para sentirse bien consigo mismo, los que deben figurar en aquel sitio, los que deben hacer esto o aquello para ser considerados del grupo, etc.
Todos estos mandatos de la sociedad, que son introyectados por la persona, se convierten como en una atontada brújula que marca el camino a seguir, son espejitos de colores, moneda falsa, elogios hipócritas, necesidades creadas artificialmente para beneficiar a algunos pocos…

Pero podemos liberarnos de ser esclavos del deseo, tanto del de las apetencias «instintivas», como de las nacidas por el adoctrinamiento social.
Conseguimos quebrar su poder nefasto cuando aprendemos y nos compenetramos de que en realidad fuimos creados para vivir en sintonía con la Voluntad del Eterno, pues eso es lo que nos brinda plenitud en esta vida y gozo en la posteridad.
Tal como aconsejan los Sabios: “Haz Su voluntad como tu voluntad, para que Él haga tu voluntad como si fuera Su voluntad.  Anula tu voluntad frente a Su voluntad, para que Él anule la voluntad de otros frente a tu voluntad.“ (Avot 2:4).

Si siguiéramos los caminos enseñados por la Torá, encontraríamos que el deseo queda saciado sanamente y estaríamos actuando como constructores de Shalom.
Por supuesto que deseo continuaría acompañando a la persona, acompañando, ya no más estando al timón del corazón.

Hay mil maneras de vincular esta enseñanzas a la parashá Jaié Sará, pero te presentaré solamente una.
Está escrito: «Avraham era anciano y muy entrado en días, y el Eterno había bendecido a Avraham en todo.» (Bereshit / Génesis 24:1).
La palabra clave aquí es «todo».
¿Acaso alguna persona tiene «todo»?
Por supuesto que no, por lo que debemos comprender correctamente el sentido de esta frase.
Avraham fue bendecido por el Eterno con muchas cosas, materiales y espirituales. Pero la mayor bendición fue que se sentía saciado y no necesitado de cosas superfluas. Él tenía interiorizado que TODO lo que tenía era TODO lo que precisaba.
¿Se comprende esto?
Avraham sentía que tenía todo, por lo tanto, no malgastaba sus energías y recursos en ir detrás de lo secundario, sino que se dedicaba por completo a crecer y ayudar a crecer.
Cumpliendo así con la verdad espiritual: «La bendición del Eterno es la que enriquece y no añade tristeza con ella.» (Mishlei / Proverbios 10:22).

Como conclusión, cuando reconocemos que el Eterno es quien nos da TODO, y actuamos de acuerdo a Su Voluntad, dejamos de dar valor a cosas o situaciones insignificantes, y a todo le otorgamos su debido valor.

¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!


Moré Yehuda Ribco

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Otros comentarios de la parashá, resumen del texto, juegos y más información haciendo clic aquí.

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orah

belitzimo!!
lo mas interesante es q’ cunando uno deja de hacer su voluntad p/ hacer la de Hashem,se da cuenta q’ solo asi esta realm. satisfecho.
pueden preg. a cualquiera ,si no les dio satisfaccion trabajar duro p/ pesaj ,o haber logrado hacer todo los ayunos,shabat,etc
yo creo q’ solo haciendo la voluntad de Hashem nos. sentimos completos
ej;si yo no digo tehillim o minja even por un dia ,mi dia no es completo! (casi no xiste la posibilidad q’ esto ocurra..)

maria estrella vanegas barcenas

La base perfecta para nuestras vidas es la OBEDIENCIA a la Torah, lo cual muchas veces no nos es muy fácil que digamos, pero en el esfuerzo constante por obedecer es donde está el mérito y es entonces cuando obtenemos las bendiciones de LO ALTO. Baruj HaShem!

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