Volver del exilio

En la parashá Nasó encontramos el siguiente verso:

«נָשֹׂ֗א אֶת־רֹ֛אשׁ בְּנֵ֥י גֵֽרְשׁ֖וֹן גַּם־הֵ֑ם לְבֵ֥ית אֲבֹתָ֖ם לְמִשְׁפְּחֹתָֽם:
‘Haz también un censo de los hijos de Guershón , según sus casas paternas y sus clanes.»
(Bemidbar/Números 4:22)

Otra forma de traducirlo correctamente, podría ser:

«Eleva también a los pertenecientes a Gershón, por sus casas paternas y por sus familias».

Ambas traducciones son adecuadas, siendo la del censo la más apropiada al contexto en el cual se da el texto, pues se está tratando acerca de censos.
La segunda forma de leerlo tiene la ventaja de ser más literal en su cuidado del sentido de acuerdo a la lengua original.

Cuando buscamos más allá del texto y del contexto, cuando nos adentramos en el conocimiento del PARDES, nos encontramos con una enseñanza muy interesante y provechosa para nuestra vida diaria.
La Torá nos está diciendo que todos los que son pertenecientes a Gershón, literalmente «los exiliados»,  es decir a los desterrados, a los que son o se sienten extranjeros, deben de ser elevados por Moshé, para que de esa forma ellos también se sientan pertenecientes al pueblo.
Sabemos que hay una mitzvá que declara que los judíos han de tener especial consideración por los extranjeros, por los que de lejos vienen a habitar junto a nosotros.
Por tanto, la interpretación profunda de este verso viene a reforzar el sentido de ese mandamiento.

Pero, podemos ver un poco más allá y darnos cuenta de que todos en realidad somos extranjeros en este mundo, pues somos realmente NESHAMÁ (espíritu), que por un rato viene a pasar por la realidad material. Encarnamos, nos limitamos a una vida terrenal, sin dejar de ser la NESHAMÁ que somos. Estamos en tránsito, siendo extraños, en exilio.
La Torá propone darnos cuenta de esta verdad y no desanimarnos, sino que por el contrario, elevar nuestra mira, apreciar nuestra verdadera identidad, que es la espiritual. Las limitaciones de este mundo nos hacen sufrir, estamos sumergidos en un océano de impotencia que nos angustia, pero no dejamos de ser espíritu. Así pues, en vez de dedicarnos a la queja, al llanto, a la crítica que no aporta, al deseo que corroe el corazón, a la adoración del EGO, podemos elevarnos por sobre lo que estamos siendo y por sobre nuestras circunstancias materiales.

Dios nos avisa que tengamos confianza, que actuemos con integridad, que aspiremos a llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos, sin desesperar. Probablemente tropezaremos infinidad de veces mientras andemos por este mundo. Tendremos montón de penurias, pero ello no debe quitar nuestra certeza de que finalmente, en este mundo o en el de la eternidad, podremos sentirnos de nuevo de regreso al hogar. El exilio tiene fin, hay siempre una vuelta a la casa.

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