Hace unos días pasamos por el ayuno del 9 de av.
Día que nos conecta la conciencia a eventos trágicos en la historia del pueblo judío.
Como un grupo de temerosos e impotentes, pero con muchas fuerza de convencimiento, llevó al pueblo judío a perder uno momento clave para su ingreso a la tierra de Israel, y por tanto toda una generación debió padecer y morir en el desierto, además de que el verdadero asentamiento se retrasó milenios. Aún hoy estamos en exilio porque aquellos antepasados desperdiciaron la oportunidad que se les brindó.
Recordamos la destrucción del primer y segundo templo del Eterno en Jerusalén.
Recordamos la matanza y esclavitud de cientos de miles de judíos.
Traemos a la memoria la expulsión y más exilios.
Se sumaron más matanzas y otros horrores.
Pero la esperanza sigue viva, fresca, confiada en que pronto habrá una vuelta de página y se comenzará a escribir lo mejor de la historia humana.
A esa época se la llama del Mashiaj o mesiánica.
Dicen los que saben que ya ha comenzado, hace unos pocos cientos de años. Alrededor de 1740 fue la medianoche, desde entonces estamos avanzando hacia el esplendor del mediodía.
El Estado de Israel al nacer estaba anunciando el resplandor de los primeros rayos de ese sol de júbilo.
Pronto y en nuestros días pueda concretarse el fin del exilio del mundo, porque toda la humanidad está en penumbras y caos. El pueblo judío es solamente el índice, el señalero, la marca de lo que está aconteciendo con toda la humanidad.
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