Vaetjanán 5774

El comienzo de la parashá nos recuerda cuando Moshé imploró al Eterno para que le permitiera ingresar a la Tierra Prometida. La respuesta fue, básicamente, “no”.
Se han dado razones para entender esta negativa, una muy interesante (que la volví a escuchar recién en un shiur online del Rav Ury Sherky) es la que propone que Moshé era el dirigente adecuado para acompañar la Salida de Egipto y el trayecto hasta la Tierra Prometida. Ahora, era necesaria otra cabeza, que tuviera una concepción diferente del liderazgo, de la participación del pueblo y de la necesidad de milagros evidentes en los asuntos cotidianos.
Sucede que en caso de obstáculos, como los que enfrentarían, la idea de Moshé era: “El Eterno, vuestro Elokim, quien va delante de vosotros, Él combatirá por vosotros de la manera que lo hizo por vosotros en Egipto ante vuestros propios ojos" (Devarim / Deuteronomio 1:30).
En tanto, la postura de Iehoshúa/Josué era: "Si el Eterno se agrada de nosotros, nos introducirá en esa tierra. Él nos entregará la tierra que fluye leche y miel. Sólo que no os rebeléis contra el Eterno, ni temáis al pueblo de esa tierra, porque serán para nosotros pan comido. Su protección se ha apartado de ellos, mientras que con nosotros está el Eterno. ¡No los temáis!" (Bemidbar / Números 14:8-9).
Para Moshé el modelo era esperar que Dios hiciera milagros, Él quitaría los enemigos del medio, Él sería el que activaría y los hijos de Israel tendrían un rol pasivo.
Para Iehoshúa, en cambio, serían los judíos los encargados de cumplir con su “destino”, los que darían todo de sí y con la ayuda de lo Alto obtendrían sus merecidas victorias y satisfacciones.
¿Cuál crees que era el modelo que prefería Dios para dirigir a los judíos en la adquisición de su tierra?
¿Por qué ese y no el otro?
Escoger uno, ¿representa que el no elegido es defectuoso o corrupto en algún modo?
En la historia del pueblo judío, ¿se ha notado alguna vez similar contraposición de estilos y modelos en lo que respecta al regreso a la tierra de Israel?

Luego la parashá continúa recordando algunos eventos importantes de la nación judía.
Le toca el turno a la Revelación de Dios en el Sinaí que ocurrió ante todo el pueblo judío. Se recalca, de manera insistente, que la Presencia del Eterno no estuvo acompañada por imagen visual, por lo que se debe abstener la persona de cualquier representación de la Divinidad. ¿Por qué? Porque pueda provocar desvíos de la buena senda, que finalmente conducen a lugares indeseados.
Hay que tener mucho cuidado en cómo uno vive y lo que le transmite a los descendientes, para que el mensaje sea correcto, lleno de luz y no se vaya opacando con engaños, dudas, confusiones, etc.
Por ello, muchos rituales, celebraciones, lecturas tienen la finalidad de preservar la integridad del mensaje milenario, más allá de las interpretaciones y adecuaciones apropiadas a cada época. Tal vez por ello en la parashá se nos presenta la segunda versión de los Aseret HaDiverot (Decálogo) a lo que se añade "En aquel tiempo el Eterno también me mandó a mí -Moshé- que os enseñara las leyes y los decretos, para que los pusieseis por obra en la tierra a la cual pasáis para tomar posesión de ella." (Devarim / Deuteronomio 4:14). Porque los 14 mandamientos del Decálogo no son toda la reglamentación, sino una parte de los 613 mandamientos de la Torá, que es necesario conocer para valorar y cuidar.

A modo de compendio, la Torá indica en la parashá que a diario debemos recitar dos veces el “Shemá Israel”, que se convirtió en uno de los temas principales del judaísmo. Entre otras cosas por mencionar: unidad y unicidad del Eterno, estudio de la Torá, enseñar intensamente Torá a los hijos, Tefilín, Mezuzá, conducta recta.

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