En el comienzo de esta parashá se ordena que los cohanim cada día enciendan el fuego sobre el Altar del Mikdash.
Esto nos puede parecer algo bastante lógico y natural, pues, para elevar el sacrificio (animal o vegetal) había que asarlo sobre fuego, así pues, parece evidente y necesaria esta mitzvá.
Y, sin embargo, si sabemos en realidad la situación del Mikdash veremos que esta mitzvá es bizarra.
¿Por qué?
Pues, en el Beit HaMikdash ocurrían diez hechos maravillosos, uno de ellos, es que el fuego sobre el Altar era "fuego del Cielo", es decir, encendido por el Poder de Dios, sin necesidad de lumbre humana.
¿Está claro ahora la extrañeza de la mitzvá arriba mencionada?
¿Para qué ordenar que los sacerdotes se encargaran de encender el fuego, si era el mismo Dios el que Lo hacía?
Lo que explican los jajamim es una enseñanza para nuestra vida cotidiana.
Si bien es Dios el que se encarga de proveer a cada criatura de todo lo que le es necesario, igualmente las personas deben de esforzarse por alcanzar sus metas.
Confianza en Dios: SÍ.
La propia acción: También.
Lo que nosotros hacemos, no es accesorio, sino que es uno de los "instrumentos" que Dios tiene para proveernos de lo que nos corresponde.