«Entonces todo el pueblo dijo a Shemuel [Samuel]: -¡Ruega al Eterno, tu Elokim, por tus siervos, para que no muramos! Porque a todos nuestros pecados hemos añadido el mal…
Y Shemuel [Samuel] respondió al pueblo: -No temáis. Vosotros habéis cometido todo este mal; pero con todo, no os apartéis de en pos del Eterno, sino servid al Eterno con todo vuestro corazón.
No os apartéis tras las insignificancias que no sirven ni libran, ya que son insignificancias.
Pues el Eterno no desamparará a Su pueblo, por causa de Su gran nombre; porque Él ha querido haceros pueblo suyo.
En cuanto a mí, ¡lejos esté de mí pecar contra el Eterno dejando de rogar por vosotros! Al contrario, os instruiré en el camino bueno y recto.
Solamente temed al Eterno y servidLe con fidelidad y con todo vuestro corazón, considerando cuán grandes cosas Él ha hecho por vosotros.
Pero si perseveráis en hacer el mal, vosotros y vuestro rey pereceréis.»
(1 Shemuel / I Samuel 12:19-25)