Parashat Ekev 5767

Shabbat: Av 20, 5767; 4/8/07

Un comentario de la Parashá Ekev (Devarim 7:12 – 11:25)
*Fuente de Vidas*

Shalom, es un placer continuar el estudio juntos de nuestra más sagrada Fuente de vidas y conocimiento: la Torá.

Esta semana se reitera en numerosas ocasiones que debemos cumplir cabalmente con TODOS los mandamientos que el Eterno nos ha dado, porque ESA es la Voluntad del Eterno, que debemos hacer nuestra.
Un ejemplo:

«Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que Yo os mando hoy»
(Devarim / Deuteronomio 8:1)

TODOS los preceptos de la Torá tienen una vigencia constante, tanto ayer como actualmente son igualmente vigentes y válidos.
Es por esto que la Torá remarca que Hashem los manda HOY, un HOY perenne, como si HOY hubieran sido decretados.

Recordemos que tanto en la parashá anterior como en la siguiente, la Torá nos exige:

«Tendréis cuidado de hacer todo lo que Yo os mando; no añadiréis a ello, ni quitaréis de ello.»
(Devarim / Deuteronomio 13:1)

TODOS los mandamientos, los 613 de antaño, son exquisitamente modernos, son válidos, y forman parte del sistema inmodificable llamado «minián hamitzvot» (el conjunto orgánico de los 613 mandamientos) que Hashem ha ordenado a Israel.

Los únicos mandamientos que estamos exentos de cumplir son aquellos que:
(a) no nos atañen personalmente, y
(b) no se cuenta con los requisitos básicos para su cumplimiento.

Del tipo (a) son por ejemplo los mandamientos para el rey judío, son exclusivos para él, no para el resto. Los mandamientos para cohanim, son para ellos, no para otros. Los que corresponden a los jueces, son de su incumbencia, no de la nuestra. Y así con otros casos particulares que no detallaremos ahora.
Por tanto, estas exento de un gran número de mandamientos, porque no son tu deber cumplirlos, aunque es tu obligación ver que en lo posible sean realizados, ya que los 613 son patrimonio de TODO Israel, no de tal o cual particular.

Del tipo (b) son por ejemplo los mandamientos relativos al Templo, a los sacrificios, entre otros.

Estas exenciones NO significan en modo alguno que se cancele algún mandamiento, Dios no permita, sino que eventualmente no se cumplen, hasta que se den las condiciones necesarias.
Nadie tiene derecho para eliminar o añadir a los mandamientos de la Torá, ¡ni siquiera el Mismo Dios!
Su Torá la dictó por completo a Moshé, fue concluida y sellada para
permanecer indeleble e inalterada por todas las generaciones del mundo
(ver capítulo 31 de Devarim / Deuteronomio).
La Torá es «shelemá», «Torat Hashem temima», la Torá es completa, íntegra, inalterable, y eso tiene que quedar absolutamente claro:

«La Torá del Eterno es perfecta; restaura el alma. El testimonio del Eterno es fiel; hace sabio al ingenuo.»
(Tehilim / Salmos 19:8)

Hubo en la historia casos sumamente excepcionales, en situaciones en extremo graves, en las cuales un profeta verdadero o el rabinato local determinó la interrupción temporal de algún mandamiento, pero jamás la añadidura o eliminación definitiva de cualquiera de ellos.

Pero, ciertamente que una de las pruebas para reconocer a un falso profeta, a un promotor de rebeldía en contra del Eterno es su proposición de modificar definitivamente el «minián hamitzvot».
Tal como aprendemos de la siguiente declaración del Eterno:

«Pero tal (falso) profeta o tal soñador de sueños ha de ser muerto, porque predicó la rebelión contra el Eterno… él trató de desviarte del camino por el que el Eterno tu Elokim te mandó andar.»
(Devarim / Deuteronomio 13:6)

¿Cuál es ESE camino que el Eterno nos mandó andar, pero que el falso profeta trata que no sigamos?

«Yo te diré todos los mandamientos, las leyes y los decretos que les has de enseñar, para que los pongan por obra…
Tened cuidado, pues, de hacer como el Eterno vuestro Elokim os ha mandado. No os apartéis a la derecha ni a la izquierda.

Andad en todo el camino que el Eterno vuestro Elokim os ha mandado, para que viváis y os vaya bien»
(Devarim / Deuteronomio 5:28-30)

Así pues, la persona que realmente desea vivir en sintonía con el Eterno, debe estudiar Torá, para dar alimento a su espíritu, pero especialmente para conocer y aplicar en su vida los mandamientos.
Debe conocer la Buena Senda que el Eterno ha trazado para que avancemos por ella, para que no nos perdamos detrás de vanidades e ilusiones.
Y como hemos visto, la Buena Senda es la Torá y los mandamientos.
No hay otra.
No debemos apartarnos ni a derecha ni izquierda, no debemos añadir ni mermar, no debemos hacernos los distraídos, porque los que perdemos somos nosotros.

Un reiterado llamado de la Torá es el expresa:

«Guardaos, pues, no sea que vuestro corazón se engañe y os apartéis y sirváis a dioses ajenos, y os inclinéis a ellos.»
(Devarim / Deuteronomio 11:16)

Nos advierte insistentemente la Torá de esto, porque el corazón del hombre (sus pasiones, sus deseos), lo lleva por caminos errados. El corazón le hace creer en cualquier dios, que NO es Dios. Es hábil el corazón para engañar, para tergiversar, para inventar excusas. El corazón levanta ídolos, a los que llama dios, para de esa manera quitarse la responsabilidad de cumplir con los mandamientos que el Eterno nos ha ordenado cumplir.
Como testimonia el profeta:

«Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá?»
(Irmiá / Jeremías 17:9)

Por tanto, debemos educar nuestro corazón (pasiones, deseos).
Que no sea el corazón el amo de nuestra vida,
sino que usemos la fuerza del corazón para impulsarnos hacia metas trascendentes, en armonía con los requerimientos de la Torá.
En vez de caer bajo el peso de los deseos y pasiones,
emplear su tremendo poder para realizar buenas obras, de más y mejor superación, de mayor predominio de la Verdad.
Ciertamente que no es tarea fácil, no en vano se nos han dado tantos mandamientos y normas para aplicar, pues si el camino fuera sencillo, la recompensa sería escasa.
El modo de educar nuestras pasiones, de circuncidar nuestro corazón, por supuesto que es el estudio de la Torá y el cumplimiento de sus mitzvot, tal como dicen nuestros Sabios:

«Barati ietzer hara, ubarati lo Torá tavlin» 
«(Yo Dios) cree la tendencia a lo negativo, y también cree la Torá como su antídoto»
(Kidushin 30b)

Por tanto, sumerjámonos en el vigorizante océano de la Torá, nademos con deleite por sus aguas de mitzvot. Despojémonos de falsos dioses, que son siempre reflejo de alguna de nuestras pasiones o deseos.
TODOS los falsos dioses, esos que se interponen entre nosotros y Dios,
TODOS ellos, son fragmentos de nuestras propias pasiones y deseos, o a veces de su contracara que son los temores.
No hay un dios ajeno que no sea creado en la imaginación de sus seguidores, a imagen y semejanza de sus pasiones, deseos y/o temores.
Tenlo presente, medita en ello, y encontrarás que siempre es así.

Recuerda las palabras del inspirado salmista:

«¡Nuestro Elokim está en los cielos! ¡Ha hecho todo lo que ha querido!
Los ídolos de ellos son obra de manos de hombres.
Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen; tienen nariz, pero no huelen; tienen manos, pero no palpan; tienen pies, pero no andan; no emiten sonido con sus gargantas.
Como ellos, son los que los hacen y todos los que en ellos confían.»
(Tehilim / Salmos 115:3-8)

El único Dios verdadero, es el Dios que ha creado el universo, que ha rescatado a Israel de la esclavitud, que entregó Su Torá a través de Moshé a todo Israel.
Es el único Dios.
El Eterno que nos ha hecho a Su imagen y semejanza.
Es la única deidad verdadera, el único que no es reflejo de alguna de nuestras pasiones, deseos o temores.

El Uno y Único es:

«El Eterno que solo guió a Israel; no hubo dioses extraños con Él.»
(Devarim / Deuteronomio 32:12)

«Ved ahora que Yo, Yo Soy, y conmigo no hay más dioses. Yo hago morir y
hago vivir; yo hiero y también sano; no hay quien pueda librar de mi
mano.
»
(Devarim / Deuteronomio 32:39)

Cualquier otro dios, no es Dios.
Cualquier otra imagen de Dios, que represente a Dios como algo diferente a ese «ser» Uno y Único que liberó a Israel y entregó la inmutable Torá, no es Dios.
Dios es Aquel que conocemos, porque es el que han conocido nuestros antepasados, aquellos que fueron testigos fieles de la Divina Revelación en Sinaí.
Todas las otras deidades son:

«dioses ajenos -que tú no conociste, ni tus padres»
(Devarim / Deuteronomio 13:7)

En resumidas cuentas, sería bello que pudieramos decir plenamente junto al salmista:

«¡Cuánto amo Tu Torá! Todo el día ella es mi meditación.»
(Tehilim / Salmos 119:97)

¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!

¡Qué sepamos construir shalom!

Moré Yehuda Ribco

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