«Pero cuando llegaron a las naciones a donde fueron, profanaron Mi santo nombre cuando se decía de ellos: ‘¡Éstos son el pueblo del Eterno, pero de la tierra de Él han salido!’
He tenido dolor al ver Mi santo nombre profanado por la casa de Israel en las naciones adonde fueron.
Por tanto, di a la casa de Israel que así ha dicho el Señor Elohim: ‘Yo no lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de Mi santo nombre, al cual habéis profanado en las naciones adonde habéis llegado.
Yo mostraré la santidad de Mi gran nombre que fue profanado en las naciones, en medio de las cuales vosotros lo profanasteis. Y sabrán las naciones que soy el Eterno, cuando Yo muestre Mi santidad en vosotros a vista de ellos’, dice el Señor Elohim.
‘Yo, pues, os tomaré de las naciones y os reuniré de todos los países, y os traeré a vuestra propia tierra.»
(Iejezkel/Ezequiel 36:20-24)
Cuando las probabilidades tendían a cero, ocurrió uno de los milagros más increíbles de toda la historia de la humanidad.
En el momento en que nadie daba dos pesos por ellos, se transformaron nuevamente en el motor del cambio orientado a la vida.
Y no precisamos de libros míticos para que nos narren estas historias, pues los testigos aun permanecen con vida.
De pronto, cuando absolutamente ninguna persona lo podía suponer, vaticinar o creer; de las cenizas de los crematorios de los campos de exterminio se levantó un puñado de huesos.
Los cuales de a poco formaron cuerpos, los que a su vez se unieron en una cada vez más poderosa y pujante nación.
Tras siglos de todo tipo de macabras persecuciones y masacres, a través de los horrores más indefinibles, volvieron a la vida los judíos.
Un hecho real, que no precisa de la fe absurda, sino solamente del relato de los que estuvieron allí que todavía están entre nosotros.
O recurrir a documentos públicos que confirman la maravillosa realidad.
El pueblo judío renació.
Paulatinamente fue regresando a su tierra, a la que les pertenece por derecho y propiedad.
Se alzó a lo alto el Estado de Israel.
Por supuesto que aún lejos de la perfección, carente de multitud de elementos, pero santo y congraciado con la Divina Presencia.
Es el Eterno quien obró, a través de tantos líderes judíos laicos y hasta contrarios a los enunciados tradicionales. También por intermedio de personajes y naciones gentiles, quienes positivamente o no fueron contribuyentes de este milagro tremendo y por todos perceptible.
El pueblo judío volviendo a habitar en su tierra, con soberanía e independencia, con valor y valentía.
Atravesando mil obstáculos, sufriendo penurias y contradicciones, pero siempre en la senda del crecimiento y el mejoramiento.
Integrando y coordinando, con vacilaciones y algunas acciones que hubiesen sido mejor no hacer.
Pero dando cada vez más vitalidad y entereza al renacimiento de Israel en su tierra.
Hoy como nunca florecen las casas de estudio de Torá.
Se puede vivir con libertad y sin temores las tradiciones judías.
Se puede vivir, cosa que durante tantos y tantos siglos era un imposible.
Sí, hay montón de cosas por resolver y perfeccionar.
Todavía hay traspiés y trampas, además de oportunistas de una la o la otra que quieren la ventaja barata en vez de lo bueno.
Pero esto no resta al espectacular milagro que estamos constatando cada día.
Israel es, y a pesar de ataques materiales y anímicos, aunque se le socave y agreda, por gente de dentro y de fuera; a pesar de todos los males, Israel es.
La profanación del Santo Nombre que implica el exilio de los judíos de la tierra de Israel ya no se da.
Aunque haya activistas del fracaso, quienes luchan para erradicar la presencia judía de Israel.
Militantes enfermos de EGO, de la misma simiente, lo que lo hace mucho más reprensible y repudiable.
Pero es Dios el que está operando para que el milagro sea constante.
Aunque los religiosos (que no son espirituales, obviamente) digan hablar en Su Nombre y se declaren en contra del Estado.
Sigue siendo Dios el que les da la espalda y reniega de sus perversiones.
Porque ha llegado el límite del exilio y comenzado la redención.
No se escucharon estridentes bocinas y sonido de cuernos en los cielos, o quizás sí.
No se abrieron puertas mágicas para entronizar un gobernador, o quizás sí.
El hecho cierto es que Dios está operando por causa de Su nombre y por eso sigue ocurriendo el milagro de que Israel sea.
Y no pasará.
Esta vez habrá una nación perdurable en su terruño.
Con prosperidad, armonía, paz, entendimiento, tranquilidad.
Ya esté llegando el sol de esta nueva era a amanecer.
Lo imposible ha sucedido y nació el país judíos, aunque parecía que era solamente una vana esperanza.
Allí está la palabra del profeta, pronunciada hace más de 2500 años delineando el plan que ahora se está materializando.
Seamos socios de Dios cumpliendo la tarea que nos corresponde.