En la parashá anterior Iosef organizó una trampa para que se pudiera acusar de ladrón a su pequeño hermano, Biniamín. ¡Justo a él! El que era inocente de haberlo maltratado, el único que le quería y respetaba, su hermano de padre y madre. Pero, Iosef tenía su plan tramado en el cual se incluía esta terrible acusación.
Los comentaristas comparten varias ideas de cuáles pudieran haber sido sus motivaciones y qué esperaba obtener de la tramoya, pero realmente, él se llevó a la tumba lo que pasaba por su mente y corazón.
El hecho cierto es que, ahora los hermanos deben accionar de alguna forma para que el asunto se resuelva.
¿Volverán a traicionar a un hermano, abandonando a Biniamín para que se pudra en la esclavitud?
¿Habrán aprendido la lección en todos estos años, por tanto lucharán por liberar a su hermano?
¿Surgirán conflictos entre ellos, porque habrá diferentes propuestas antagónicas?
En verdad: ¿qué espera Iosef como respuesta para satisfacer su ánimo?
El panorama pinta terrible, porque Iosef (que ellos no saben que es él) es el ministro más poderoso del gobierno egipcio, y ahora ellos están viendo como se llevan a su hermanito para ser esclavo.
Nada de lo que puedan decir o hacer parece tener alguna influencia para cambiar la situación.
Por ello, en un intento desesperado, con mucha potencia pero también con humildad, el hermano responsable, Yehuda se enfrenta a Iosef. Le pide que no dañe a Binamín, para ello, le cuenta la historia de lo que ocurrió a de su hermano Iosef, quien era el hijo de Raquel, la amada esposa de Jacob, quien fue asesinada por una bestia malvada, y cómo su padre todavía lo llora. Esta revelación abre una rendija enorme en el corazón de Iosef, pues le deja en claro qué fue lo que creyó el padre, se da cuenta de que él también fue maltratado por sus hijos, al mantenerlo engañado y en sufrimiento durante tantos años.
Continúa Yehudá contando que Binamín es el único hijo que le queda a Jacob de Raquel, y que él es el hijo menor, y que Jacob no soportará la pérdida de ese hijo. Pide la misericordia de Iosef y le ofrece quedar él como esclavo en lugar del otro.
Iosef no puede contener más el torrente emocional que lo está agarrotando, por ello, al escuchar la desgarradora historia con las revelaciones insospechadas, estalla en lágrimas. Pide a todos sus consejeros y a las personas en la sala que se vayan, y se queda solo con sus hermanos. Entonces les revela su identidad. Los hermanos están consternados por el descubrimiento y no saben qué decir. Iosef les pregunta: ‘¿Mi padre sigue vivo?’.
Sus hermanos están asombrados por el descubrimiento y no saben qué decir. Temen que ahora que ha alcanzado la grandeza, se vengará de ellos por lo que le hicieron. Pero él los calma, les dice que todo esto es un plan de Dios y que ellos no tienen nada que temer. Les pide que vayan a buscar al padre y lo traigan a Egipto, con el resto de la familia, así se puede producir el reencuentro. Envía muchos regalos y comida a la familia.
El entusiasmado Iaacov y sus hijos, así como los demás miembros de la familia llegan a Egipto. Se nos describe el emocionante encuentro del padre con el hijo que nunca fue olvidado ni dado por perdido.
Iosef cuida de su padre, hermanos y sus familias y, como son pastores, recibe el permiso del faraón para darles la ‘Tierra de Goshen’, que es una tierra buena para pastoreo.
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Estoy de acuerdo en que el Plan de Dios en Egipto se desarrolló a las mil maravillas. Dios siempre envía antes el remedio que la enfermedad. Y José, como ministro del Faraón, pudo atender las necesidades de sus compatriotas en la tierra de Goshen. Luego Dios dictaminaría que los hebreos fueran esclavizados durante unos 400 años para prepararlos para su liberación hasta la llegada de su libertador, el gran Moisés.