En la parashá pasada (Vaetjanán), Moshé le recordó al pueblo de Israel algunos de los mandamientos que Dios había dado a lo largo de los pasados 40 años en el desierto. Mencionó varios y diversos y especificó algunos que no estaban escritos en los cuatro libros anteriores de la Torá.
Hizo especial hincapié en que los judíos tuvieran siempre en cuenta la importancia de la propia identidad, de conocer nuestras tradiciones, de respetarlas, de cumplirlas, de seguir en el camino que nos muestran y avanzar hacia nuevos terrenos siempre alumbrados por esa luz espiritual.
Esta semana Moshé continúa con la lección, pero añade un punto muy interesante y que para algunas personas resulta motivo fundamental para respetar los mandamientos, ya que explica que el cumplimiento de los mismos tiene consecuencias favorables. Indica que recibirán como recompensa buenas cosechas (recordemos que la mayoría trabajarían en los campos), salud y no serían angustiados por sus enemigos, entre otros premios.
No hace mención a consecuencias positivas en el mundo espiritual, no habla de premios en el Gan Eden (Paraíso), al cual no se lo relaciona en ningún momento de la Torá con el mundo de los espíritus luego de su pasaje por esta vida.
De hecho, Moshé no se dedica a dar discursos místicos o teológicos, sino que con un lenguaje sencillo, comprensible, le habla a la gente en el idioma que la gente entiende.
Así pues, los anima a no tener miedo por lo que vendrá, ni a desconfiar de sus posibilidades de éxitos. Él les declara que Dios los ayudará, tal como lo venía haciendo desde antes de salir de Egipto y hasta ese momento, a pocos días de ingresar a la tierra prometida.
Les pide que recuerden las lecciones del pasado, que las cuenten a sus hijos, que no las olviden y que vivan de acuerdo a las reglas de la espiritualidad que Dios les ha dado, porque entonces, tendrán poder y éxito en todo lo que emprendan.
Cuando entren a la tierra, deben recordar que es Dios quien les da el poder de establecerse en ella y tener éxito en sus empresas. Pone como claro ejemplo que si Israel sigue el camino de Dios, recibirá lluvias y si no, sufrirá de sequía. Para que tengan en cuenta que si bien Dios creó las leyes de la naturaleza y las sostiene, nuestra conducta siempre genera consecuencias (favorables o no), ya sea si actuamos en sintonía con las reglas o en discordancia.
Para que siempre recuerden esto, les ordena que lo escriban en rollos y los pongan sobre sus brazos y cabezas (tefilín), así como en la entrada de sus casas (mezuzá). Para que todo el tiempo tengamos presente que hay un delicado equilibrio y nuestra conducta es siempre valiosa.
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