Queridos amigos,
Hoy quiero compartir con ustedes una reflexión inspiradora sobre la parashá Vaerá. En esta porción de la Torá, Dios utiliza las «cuatro expresiones de redención» para prometer sacar a los Hijos de Israel de Egipto, redimirlos de su servidumbre, y adquirirlos como Su pueblo elegido en el Monte Sinaí.
También envía siete plagas sobre Egipto para demostrar Su poder y Su amor por Su pueblo, no lo hace por odio hacia los egipcios, sino por amor a Israel. No lo hace para castigar, sino que es la consecuencia de las decisiones de los egipcios.
La parashá siguiente contiene las finales tres plagas, con la posterior liberación de los israelitas.
Con todas estas manifestaciones de inmenso poder, sin igual en toda la creación, los judíos podrán saber que Dios es su redentor y su salvador y las naciones del mundo, entender que hay un Señor en el universo, y que tiene un plan para cada uno de nosotros.
Es por ello que en la parashá, Dios nuevamente se revela a Moshé y reitera Su promesa de sacar a los Hijos de Israel de Egipto, redimirlos de su servidumbre, y adquirirlos como Su pueblo elegido en el Monte Sinaí. A pesar de las dificultades y los obstáculos que enfrentaron los judíos en Egipto, Dios nunca los abandonó y siempre estuvo a su lado. Aunque no lo sintamos, aunque creamos que no está con nosotros, aunque podamos creer que nos detesta o que incluso no existe (o no tiene poder), Él nunca falta, Él siempre está, Él acompaña nuestro camino y acepta nuestras decisiones, de las cuales tendremos que hacernos cargo con responsabilidad.
Esta es una lección importante para todos nosotros. A veces, en la vida, nos encontramos en situaciones difíciles y desafiantes, y podemos sentir que estamos solos y abandonados. Pero debemos recordar que Dios siempre está con nosotros, y que nunca nos abandona. Debemos confiar en Él y seguir Sus mandamientos, pues Él es nuestro Padre y nuestro Rey.
Nosotros somos seres limitados, en un mundo limitado, por tanto, podemos hacer un poco, eso es lo único que Él espera de nosotros: ¡ese poco!
Pero, aunque sea poco, es valioso, siempre y cuando sea con honestidad nuestro máximo esfuerzo y entrega.
Así, podemos ser conscientes de que Dios quiere que difundamos Su nombre y Su bondad en el mundo, y que seamos un ejemplo de santidad y rectitud para las demás naciones. Debemos ser una luz para el mundo, y llevar la esperanza y la alegría a todos aquellos que nos rodean. ¿Haciendo qué?
Lo que se nos ha encomendado realizar, no más que ello.
Cada uno tiene su granito de arena para aportar, que en la dimensión cósmica pudiera parecer irrelevante, pero en la dimensión espiritual es de un incalculable valor.
Como dijo el rabino Heschel, “en un mundo lleno de odio, debemos todavía atrevernos a amar”. Debemos ser una luz para el mundo, y llevar la esperanza y la alegría a todos aquellos que nos rodean. Hagamos nuestra parte, dejemos que otros hagan la suya, y dejemos que Dios haga lo que le corresponde a Él. Si cada uno hace su parte, el mundo revelará que es un paraíso.
Que esta parashá nos inspire a ser mejores personas, a tener confianza en Dios, y a llevar Su luz al mundo. Que podamos merecer ver pronto la redención final y la llegada del Mashiaj, amén.
¡Shabat Shalom!
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