Hay una conocida frase de los sabios: «maasé abot simán labanim» – «el comportamiento de nuestros antepasados son los signos del futuro para sus descendientes».
Entendamos bien, no quiere decir que estamos en una especie de ciclo perverso en el cual el destino está marcado y siempre estaremos viviendo algo que será una repetición de lo que sucedió en el pasado.
El verdadero sentido es que, mientras no aprendas la lección, ésta seguirá apareciendo en tu vida.
Entonces, por ejemplo, si en la parashá Abraham y su familia tuvieron que emigrar por causa del hambre que asolaba a su país, eso no significa que en cada generación estamos condenados a padecer una hambruna que nos obligará a emigrar buscando sobrevivir. Ciertamente, sabemos que la miseria ha llevado a individuos y colectivos a encontrar otros hogares en tierras lejanas, pero no es una penalidad que tendrá que vivir cada una de las generaciones, gracias a Dios.
Pero la lección está ahí, siempre presente para que tengamos en cuenta la enseñanza y la apliquemos.
En este caso en particular podría ser, por ejemplo, aprender a no estar apegados a lo material y mantener una actitud positiva hasta en los momentos oscuros que nos tocará experimentar a lo largo de nuestras vidas.
En este mundo el Maestro nos da a elegir cómo queremos aprender: si por las buenas o por las malas.
Sea cual fuera nuestra elección, la lección está para ser aprendida e incorporada a nuestra vida.
Por tanto, es de sabio escoger hacerlo por las buenas.
Por tanto, cuando conocemos y profundizamos en las historias de los antepasados del pueblo judío, especialmente las historias que nos cuenta la Torá y los comentaristas de los patriarcas y matriarcas, entonces estaremos en el camino del buen aprender.
Pero que quede claro, siempre y cuando esas historias nos hagan despertar porciones de nuestra conciencia y con ello hagamos las mejoras necesarias en nuestra conducta cotidiana.
Son muchísimas las historias en todo el libro Bereshit, tenemos cientos y hasta miles de detalles que buscan perfeccionar nuestra personalidad y ayudarnos a despertar la conciencia espiritual.
Esto se hace mucho más poderoso cuando nos enfrascamos en las narraciones de nuestros patriarcas y matriarcas, por tanto la invitación es a conocer, estudiar, permitir que nuestra mente y corazón salgan de la caja que nos condiciona las ideas y sentimientos para así poder aprovechar el estupendo mensaje que nos ofrece la Torá cada día.
Ahora te propongo un método para ir saliendo del ciclo negativo del no aprendizaje, o de las lecciones por las malas.
El primer paso es darse cuenta de que estamos repitiendo conductas, reeditando historias nuestras o de otros, como si estuviéramos en un disco rayado, que se repite, que se repite, que se repite…
Darse cuenta, esperemos que lo hagamos antes de que nos duela.
Luego está reconocer los elementos que están en juego, para lo cual no es suficiente con quedarnos solamente en la queja, en echar culpas, en contar una y otra vez lo mal que la pasamos, en reclamar a Dios que haga algo.
Sino que precisamos encontrar aquello que está operando para que las cosas sucedan como lo hacen, por ejemplo, lo que nos da miedo, lo que rechazamos admitir, lo que no nos animamos a confrontar, etc.
Es indispensable que al primer paso de darse cuenta le sumemos éste, de encontrar lo que motiva el ciclo que nos lastima. Tomar conciencia de lo qué sucede y porque sucede.
Entonces deberá venir el paso de cambiar de respuesta, porque lo que veníamos haciendo evidentemente no era aquello que precisábamos hacer. Ha llegado el momento de pensar en alternativas, de aprender otras formas de enfrentar los sucesos.
Si bien es cierto que como ya dimos los dos pasos anteriores, de cierta forma comenzamos a cambiar… esperemos que para bien.
Sin embargo, habrá momento de vacilación, de recaída, de querer dejar las cosas como están, de volver al refugio de la zona del falso confort.
Es imprescindible saber que el verdadero cambio requiere de trabajo, de mantener despierta la conciencia, tendremos que ser pacientes, constantes y perdonar los errores sin por ello caer en la displicencia.
Más tarde, con todo lo anterior se irá consolidando la nueva forma de ver y hacer las cosas, es decir, iremos formando una nueva zona de falso confort y entrando en nuevos ciclos de repeticiones. Es normal que esto ocurra, así está diseñado el ser humano.
Por tanto, tendremos que ser humildes y aceptarnos en nuestras limitaciones, pero no encerrarnos en una armadura y olvidarnos que el camino se va haciendo todos los días, en cada ocasión con su nuevo reto.
Entonces, realmente habremos tomado las lecciones antiguas como buenas enseñanzas para darnos un mejor presente.
En palabras del gran maestro de Torá sefaradí, don Abraham ibn Ezra: «Si no soportas el esfuerzo del estudio, mucho más pesado es el peso de la ignorancia» (Shirat Israel 113).
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