Desde siempre se ha dicho en la tradición judía que la construcción del santuario en el desierto (cinco parshiot a partir desde Terumá) tiene una correlación con la creación del universo (parashat Bereshit).
Resulta altamente llamativo que para la creación del universo el relato de la Torá emplea aproximadamente 30 versículos, en tanto que para en lo concerniente la edificación de una pequeña tienda, de reducidas dimensiones en mitad del desierto, usa más de diez veces esa cantidad de versículos.
Entonces surge la pregunta obvia: ¿por qué esta gran diferencia?
¿Por qué para una pequeña casita perdida en un puntito del universo se precisan tantos detalles, tantos elementos, tantas descripciones y sin embargo se es tan resumido con la creación de todo el universo?
Una de las respuestas es que el relato en Bereshit es oportuno para que tengamos en cuenta que hay un Creador, que el universo no es producto del azar, que no estamos perdidos en mitad de la infinita nada cósmica. El relato del inicio nos revela la santidad de todo lo creado, su conexión con el Eterno, nuestro lugar en la creación. Sin dudas que es algo valioso y fundamental, y sin embargo hay algo mucho más necesario y poderoso.
Porque es mucho más importante que tengamos en cuenta qué se precisa para llevar adelante una vida de santidad de manera cotidiana, de manifestar a Dios en nuestra vida en este mundo.
Porque, precisamente para eso es que estaba el santuario en el desierto.
Para enseñarnos a edificar una casa que simbólicamente sería residencia del creador en este mundo.
Pero más allá de esto, era el lugar para unificar a las personas entre sí y con el Creador.
El punto de encuentro, el sitio para revelar la Divina Presencia cuando nos faltaba la conciencia de ella en nuestras vidas.
Pero incluso mucho más importante que esto, es que la edificación de santuario nos entrenaría para edificar nuestro propio edificio interior y lograr que nuestra personalidad sea un reflejo de nuestro espíritu. Porque se nos pide desprendimiento, dedicación, solidaridad, entrega, responsabilidad, compromiso, esfuerzo, trabajo y un sinnúmero de otras conductas que fortalecen los mejores aspectos de la persona y con ello se fortalece también a la sociedad.
Los actos de edificación del santuario sobrepasan en mucho el mero trabajo del arquitecto, diseñador, constructor, ingeniero, etc. Porque apuntan a la tarea interminable de perfeccionar a cada persona, de acuerdo a cuánto esté dispuesta a mejorarse.
Es por eso que abunda tanto el relato de la edificación del santuario, para que encontremos las herramientas prácticas para mejorar nuestra vida individual y colectiva.
Así se entiende perfectamente este versículo casi al comienzo de la parashá Terumá:
«Que Me hagan un santuario y Yo habitaré dentro de ellos.»
(Shemot/Éxodo 25:8)
El santuario no era el lugar para que el infinito estuviera contenido, sino la excusa para que el infinito se manifestara en nuestra interioridad.
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Recemos por el pronto y total restablecimiento de la hija de nuestro querido amigo Edgar JT, Darinka, que está pasando un momento difícil en su salud.