Cuando tus hijos crecen y tú ya no los “dominas”, ni los tienes “controlados”, cuando te demuestran que son independientes y otros, es hora de aprender y cambiar. Es TU hora de aprender y cambiar.
Tú no los controlas, ni los dominas, ni decides por ellos.
Por más que te enojes, amenaces, castigues, expulses, maldigas, enemistes, manipules, realmente no puedes hacer nada (y si consigues algo, es con pesar, con tristeza, con amargura, con esclavitud).
¿O puedes hacer algo realmente importante, desde el AMOR?
Puedes estar a su lado, para que cuando tu hijo te llame allí estés.
Estar allí, con límites, expresando lo que consideras cuando sea oportuno, no siendo cómplice de lo perjudicial, controlando lo que tú realmente controlas, que es tu conducta (y solo a veces).
Con amor, con respeto, con firmeza flexible, estar allí…