Sentirse impotente, serlo, es una constante en nuestra existencia terrena.
Realmente nuestro poder personal y colectivo es limitado.
Somos dependientes, frágiles, minúsculas partículas de polvo estelar que a veces cobran conciencia.
Somos infinitos espíritus pero reducidos a un pasar efímero, corto, pobre.
Para irnos acomodando nos vamos probando máscaras, vistiendo uniformes, cosechando trofeos, poseyendo, teniendo, creyéndonos nuestros propios cuentos, sufriendo, reclamando, quejándonos, padeciendo, viviendo de lo externo porque tememos a aquello que está en lo profundo.
Así vamos haciendo nuestra vida. Así dejamos correr el tiempo, hasta que llegamos a la tumba siendo desconocidos de aquel que está en el espejo.
Sumergidos en el Yo Vivido, alejados de la conciencia de nuestro Yo Auténtico.
Nos inventamos excusas, somos maestros en eludir, en negar, en olvidar, en imaginar alternativas que nos escondan a la conciencia de nuestro ser.
Tal cual la primera pareja humana hiciera:
«Cuando oyeron la voz del Eterno Elokim que se paseaba en el jardín en el fresco del día, el hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Eterno Elokim entre el árbol del jardín.»
(Bereshit / Génesis 3:8)
Incapaces de confrontar su conciencia, hundidos en el miedo provocado por la impotencia, tras esclavizarse al EGO, así hicieron. Se ocultaron entre los árboles, se escondieron, trataron de no ser vistos, como si pudieran huir de Dios, como si los ropajes externos y las riquezas pudieran silenciar la voz sagrada de la conciencia que retumba en el interior de nuestro ser.
Allí, en nosotros, como parte nuestra, en la parte más sana de nuestro ser, está la voz que constantemente nos habla, nos bendice, pero nosotros optamos por oír otras cosas, hacernos los distraídos, narcotizarnos, perdernos. Por ello, estamos en el exilio, en la diáspora, en el destierro, fuera de nuestro hogar.
Estamos en exilio.
Porque nos sentimos impotentes fue que marchamos al exilio.
Nos mantenemos en el exilio porque hacemos esfuerzos para sentirnos en casa, cuando no lo estamos.
Si aprendiéramos a conectarnos con nosotros mismos, a armonizar nuestras diferentes instancias, a que el Yo Vivido no estuviera chocando y negando al Yo Auténtico, si dejáramos de lado las excusas, si no tuviéramos más religiones sino espiritualidad, si… si esto ocurriera, sería el fin del exilio, el inicio de la Era Mesiánica, personal y colectiva.
Porque, tenemos el poder.
Dentro de nuestra limitada existencia, en la finita vida del hombre, éste ya tiene poder.
Por supuesto que no el de Dios, ni de estar por encima de todo, ni de la auto suficiencia; somos y seremos dependientes, la cuestión no está en negarlo ni en fantasear con estados de existencia mágicos.
Como ciertamente describe Maimónides para la Era Mesiánica:
“No supongas que el Rey Mashiaj debe realizar milagros y maravillas, provocar nuevos fenómenos dentro del mundo, resucitar muertos, o realizar otros hechos similares… No debemos suponer que en los Días del Mashiaj (Era Mesiánica) se anulará algo de la naturaleza del mundo, o que habrá alguna innovación en la Obra de la Creación. Sino, el mundo continuará según su modelo… Nuestros sabios enseñaron: (Talmud Berajot 34B) no habrá ninguna diferencia entre el mundo actual y la era de Mashiaj excepto (nuestra emancipación de) la subyugación a las naciones. ”
(Mishné Torá, Leyes de los Reyes, Cap. 11: Ley 3, Cap. 12: Ley 1, 2)
Así pues, el fin del exilio, personal y colectivo, no conlleva cambios fuera de lo que es natural.
Fuimos, somos y seremos dependientes, limitados, impotentes, es bueno saberlo, reconocerlo y no por ello hundirse en la desesperanza, escapar con el EGO hacia el exilio, tal como venimos haciendo.
Solo Dios, repito, solo Dios es todopoderoso, independiente en absoluto.
Hasta el esperado rey de Israel, el Mashiaj, será un hombre, restringido a su condición de tal. Poseerá capacidades exquisitas, será muy sabio, muy comprensivo, muy refinado, pero solo un hombre. Con mucho poder, la que da el liderazgo, la que brinda la inteligencia aplicada al bien, la de la Torá, pero también con las flaquezas de todo ser humano. Nacerá, llorará, tendrá apetito, padecerá frío, se quedará dormido, le dolerá quizás una muela, se enfermará… será un hombre, muy bueno, muy justo, muy sabio, muy leal, un ejemplo, pero un hombre.
Lo dice claramente Maimónides, lo codificó como ley.
Te repito, en nuestra acotada existencia, YA contamos con el poder.
Tampoco es el ilusorio poder, la apariencia que brinda el EGO de dominar a los demás por medio de manipulación, ni el de la violencia, ni el de la imposición agresiva, ni el del autoritarismo en cualquiera de sus formas. Ya que este aparente dominio que surge del EGO no es poder, sino juego de poder, apariencia, delirio, enfermedad, impotencia trastornada en supuesto poder.
Es bien otro el poder que está en ti.
Es el de la conexión espiritual, el de tu ser esencial, el de tu espíritu.
Es el que te conecta constantemente con Dios, y a través Suyo con todo lo existente, en todo tiempo y lugar.
Es el poder de estar en paz contigo mismo y con el prójimo.
Cuando aprendes a armonizar tu existencia, a ser uno contigo, estás en camino de ser uno con el otro, uno con Dios.
Allí resplandece la Luz de Vida, el poder.
Se expresa por medio de la conducta bondadosa y justa, cuando haces el bien a otra persona sin esperar nada a cambio.
Cuando bendices en lugar de enfadarte, cuando le deseas buen día incluso a aquel que te molestó.
Cuando te arrepientes y reparas el daño que has ocasionado, y llevas a reparar y al arrepentimiento al que te lesionó.
Está aquí y ahora, que es el único tiempo y lugar que existe. No está en el pasado, ni tampoco en el futuro. No está en otro, ni siquiera en grandes sabios, sino en ti. Es TU esencia, tu conexión sagrada con Dios, que nadie más tiene, que nadie más puede hacer resplandecer. Es TU poder sagrado.
Cuando escoges la vida, y actúas para promoverla.
Cuando siembras alegría en otros, seguramente cosecharás alegría tú.
Conoce tus máscaras, aprende a usarlas y no a que te usen.
Toma conciencia del EGO actuar en tu vida, no te opongas a él, pero tampoco le sigas el paso.
Deja fluir las insinuaciones del EGO, deja que te haga sentir impotente, no luches en vano.
Enfócate en aquello que es bueno y justo puedes hacer.
Encuentra tu ser, ámalo, cuídalo, estarás en la plenitud de tu poder.
Para ayudarnos a comprender, compartir y experimentar esto, te pido que comentes, compartas con tus amigos y redes sociales, pero especialmente que lo lleves a la práctica.
El que se beneficiará, eres tú.
Puedes salir del exilio y ayudar a que el mundo avance hacia la Era Mesiánica.
Tan sobrio y tan preciso. Es como cuando entra un escalofrío. Lo mejor es dejarlo pasar y no enfocarse en el escalofrío en sí
bella metafora
Gracias amigo, es lo que el texto transmite, inspración