En la parashá anterior, los hijos de Israel debían donar materiales costosos para la construcción del Mishkán (el templo portátil dedicado al Eterno) y los elementos sagrados prescritos por el Eterno. Nuestra parashá es más inequívoca, pues ya no se trata de donaciones voluntarias y de aquello que uno quiera, sino que específicamente indica: ‘Y ordenarás a los hijos de Israel’ (Shemot/Éxodo 27:20).
En esta ocasión, hay un mandato para que la comunidad del Eterno provea de ‘aceite puro de oliva, para candelabro, para encender una lámpara de forma continua y para siempre’.
Esa llama perpetua siempre debe arder en el atrio del Tabernáculo, en lo que es un mandamiento de la Torá que no debe perderse, pues está dicho: «Éste es un estatuto perpetuo de los Hijos de Israel, a través de sus generaciones.» (Shemot/Éxodo 27:21).
Más adelante, la parashá pasa a hablar de la vestimenta de los sacerdotes y su función. Los sacerdotes serán vestidos con ropajes que destaquen las cualidades de honra y esplendor, de lo cual explicaremos con más detalle en otro texto que Dios mediante saldrá publicado esta semana en este mismo sitio. Te invito que entres a diario para conocer nuestras novedades y compartirlas con tus allegados, será de bendición.
Los encargados de confeccionar esas vestiduras eran ‘todos los sabios de corazón que están llenos de espíritu de sabiduría’ (28:3), pues no eran meras telas juntadas de acuerdo a criterios de moda o estética simplemente, sino elementos para conectarnos con la espiritualidad.
La lista de prendas «el joshen/pectoral, el efod, la túnica, el vestido a cuadros, el turbante y el cinturón.» (Shemot/Éxodo 28:4).
El pectoral es una placa cuadrada con incrustaciones de 12 piedras preciosas en la que están grabados los nombres de las 12 tribus. El pectoral se adhiere al pecho del sumo sacerdote. El efod, es una especie de delantal/chaleco sobre el que se sujeta el peto.
Las vestiduras de los sacerdotes están hechas de los materiales más preciosos, porque la belleza y la estética nos sirven para conectarnos con la faceta espiritual. O bien, nos sirven para perdernos en un abismo de vanidad, depende el control que hayamos conseguido sobre las tentaciones que el EGO ejerce sobre nuestras mentes y corazones.
Siguiendo con lo oneroso de las prendas, es de merecido honor que aquellos que representan a Dios, y que representan a las personas ante Él, vistan con dignidad y esplendor. No porque la ropa haga a la persona, pero sí porque una de las funciones de la vestimenta es servir como símbolo, expresan cosas con su mera presencia o ausencia.
Continúa la parashá contándonos que, después de coser y bordar la ropa, se ha de realizar una sofisticada ceremonia de unción de los cohanim en honor a su entrada en el cargo. Entre otras cuestiones, Aarón, el sumo sacerdote, fue ungido con aceite como la coronación de un rey, pues de cierta forma el cohén gadol también tenía la autoridad y dignidad de un monarca, en determinados aspectos de la vida comunitaria.
De hecho, en la antigüedad no era extraño encontrar que los pontífices eran monarcas, o los monarcas ocupaban del servicio de los dioses. Es más, actualmente en Roma hay un Estado que tiene alcance mundial que se maneja de manera similar a aquellos modos del pasado.
No así en el pueblo judío, en donde Dios determinó que el rey no fuera sacerdote, ni el sacerdote fuera rey.
Cada uno en su campo de acción.
Continuando con la parashá, habría en la ceremonia inaugural de sus funciones muchas ofrendas de animales sacrificados, pues recordemos que esa era una costumbre muy extendida en el pasado y la Torá la acepta y adapta para la vida comunitaria del pueblo de Israel. Una gran parte de las tareas del templo rondaba precisamente alrededor de las ofrendas de animales sacrificados, como ya veremos en muchas parashiot que están pronto por venir.
La parashá resume el motivo medular de estas ceremonias y de la propia existencia de un templo del Eterno, en las palabras de Dios:
«Yo habitaré en medio de los Hijos de Israel, y seré su Elohim. Y conocerán que yo soy el Eterno su Elohim, que los saqué de la tierra de Egipto para habitar en medio de ellos. Yo soy el Eterno, su Elohim.»(Shemot/Éxodo 29:45-46)