En nuestra parashá se nos cuenta:
"Entonces Moshé dijo a los Hijos de Israel: -Mirad, el Eterno ha llamado por nombre a Betzalel hijo de Uri, hijo de Jur, de la tribu de Yehudá, y lo ha llenado del espíritu de Elokim, con sabiduría, entendimiento, conocimiento y toda habilidad de artesano, para hacer diseños artísticos y para trabajar en oro, plata y bronce, en el tallado de piedras para engastar, en el tallado de madera y para realizar toda clase de labor artística."
(Shemot / Éxodo 35:30-33)
El Eterno llamó por nombre, es decir que escogió especialmente a Betzalel para que fuera el encargado de la construcción del Santuario.
Ésta era una tarea sumamente delicada y plena de trascendencia que no podía quedar en manos de cualquier hábil artesano pero débil en su espiritualidad.
Por tanto, podemos deducir que Betzalel no solamente era diestro en artes y ciencias, sino también que era un hombre cultivado espiritualmente.
¿Sabemos cómo logro ese alto grado de espiritualidad?
Pues, lo podemos entrever en el texto que hemos citado recién.
Prestemos atención.
Entre los datos de su personalidad, se nos menciona que era nieto de Jur, de la tribu de Yehudá.
¿Para qué nos sirve esta información?
Demos un pequeño vistazo para atrás en la Torá, para conocer un poco acerca de Jur:
"Sucedió que cuando Moshé alzaba su mano, Israel prevalecía; pero cuando bajaba su mano, prevalecía Amalec.
Ya las manos de Moshé estaban cansadas; por tanto, tomaron una piedra y la pusieron debajo de él, y él se sentó sobre ella. Aarón y Jur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro del otro lado. Así hubo firmeza en sus manos hasta que se puso el sol."
(Shemot / Éxodo 17:11-12)
Jur era de los fieles al Eterno, familiar y ayudante de Moshé, dispuesto a acompañarlo y darle ánimos allí donde el líder desfallecía.
Pero además:
"Se levantaron Moshé y Ieoshúa su ayudante, y Moshé subió al monte de Elokim; y dijo a los ancianos: -Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros. He aquí Aarón y Jur están con vosotros. El que tenga algún asunto, acuda a ellos."
(Shemot / Éxodo 24:13-14)
Era un hombre de autoridad, en quien el líder Moshé confiaba y que era capaz de quedar a cargo del consejo de los ancianos dirigentes de Israel.
Y además, cuando la chusma que acompañaba a Israel se inquietó por la ausencia de Moshé (ver Shemot / Éxodo 32:1), fue Jur el que pidió calma y trató de disuadirlos de pecado y extravíos. En ese momento, algunos de la turba exaltada lo asesinaron y usaron esta muerte como pretexto para intimidar a Aarón, para que les hiciera caso y fabricara entonces un ídolo para ellos.
Murió Jur a causa del odio que nace de la religiosidad ajena al Eterno y del extravío idolátrico.
Murió Jur, el que estaba dispuesto por amor a su prójimo a ponerse en riesgos.
¿Qué pasó entonces?
Según sabemos, la erección del Santuario (a cargo de Betzalel) fue un directo resultado de la forja del Becerro de Oro.
El hecho era que aquella gente desgraciada no había evolucionado espiritualmente, ellos seguían aferrados a lo material como método que conocían para intentar trepar algunos peldaños en santidad1. Por tanto, les ordenó el Eterno que se construyeran un Santuario, un lugar físico en el cual ellos pudieran sentir la Presencia divina.
Ciertamente la divina Presencia se hacía sentir entre los israelitas sin necesidad del Santuario (Shemot / Éxodo 25:8; 29:46), pero, a causa de las interferencias e influencias negativas de la chusma que los acompañaba, no se sentían bajo las alas del Eterno si no contaban con algún referente material, con algo concreto que "seguir"2.
De esta manera, cuando ellos se sintieran espiritualmente alterados -como perdidos- (a causa de desequilibrios emocionales, casi siempre), para que no fueran detrás de los ídolos burdos como fácil respuesta a su ansiedad, tendrían el Santuario, para ir allí al encuentro con el Eterno, a obtener respuestas verdaderas.
Así también sabrían que el Eterno mantenía Su amor hacia ellos, a pesar de que yerran y se extravían; pues Él no desea la muerte del pecador, sino la extinción del pecado (ver Midrash Tanjuma 2 y 14). Es que, el Eterno custodia eternamente Su Alianza con el pueblo judío, a través de todas las generaciones y a pesar de algunos altibajos producto de la inestabilidad "emocional" de algunos miembros del pueblo.
Preguntamos antes para qué nos servía saber que Betzalel era nieto de Jur, y ahora tenemos dos respuestas.
La primera: en buena medida aprendió Betzalel a actuar con intensa bondad de su abuelo Jur, que puso en riesgo su vida por amor hacia sus hermanos judíos. Ahora Betzalel, por amor a sus hermanos judíos, estaba dispuesto a batallar con su instinto negativo, para usar toda esa tremenda energía de destrucción en aras de la construcción.
La segunda: para que podamos comprender que su participación en la erección del Santuario tenía directa relación con el crimen que había cometido el populacho en contra de su abuelo, al momento de la construcción del ídolo en forma de becerro.
Así como el odio, la maldad y la ignorancia habían motivado el asesinato de Jur, en nombre de la idolatría disfrazada de piedad;
ahora,
el amor, la misericordia y la conciencia movían a Betzalel en sus acciones de edificación del Santuario, siempre laborando en nombre del Eterno y revestido con humildad.
¿Lo comprendes?
La grandeza constructiva de Betzalel al erigir el Santuario,
equilibraba el daño causado
por la bajeza de la chusma que mataba por erigir un ídolo en lugar del Eterno.
Es por la nobleza de espíritu de Betzalel que el Mishkán -Santuario- nunca fue destruido, en todos los siglos de su peregrinar. A diferencia de los Templos en Ierushalaim que fueron arrasados, el humilde Santuario fue plegado y guardado. Fue protegido por la influencia del espíritu puro y pleno de misericordia y humildad con que fue construido.
Volvemos a preguntarnos: ¿cómo hizo Betzalel para alcanzar ese grado de grandeza espiritual?
Él aprendió a canalizar hacia lo positivo las fuerzas naturales que todos tenemos dentro, tanto las constructivas como las destructivas.
Tenía motivos y mucha energía para la venganza, resentimiento, rencor, revancha, etc. en contra de los que asesinaron a su abuelo; pero en vez de desperdiciar esa energía en llevar a cabo la venganza, o rumiar constantemente planes nefastos, la empleó para perfeccionarse y perfeccionar su mundo.
Es la técnica de las llaves del Judo, cuando se usa la fuerza del oponente para vencerlo.
Así aprendió a hacer Betzalel con el enemigo interno, con el enemigo espiritual; se educó para construir usando también las energías negativas que estaban en su interior. Cuando aprendió a dominarlo y a usar su tremendo poder, estuvo en condiciones de edificar el Santuario, y dar a los israelitas una muestra del amor del Eterno por ellos.
Tomemos la enseñanza del Ramjal (R. Jaim Moshé Luzzato), en su "Mesilat Iesharim", en donde ilustra acerca del poder de la emoción de la revancha. Nos dice que es una de las emociones más difíciles de controlar, porque el desquite es lo único que parece calmar al que está poseído por el resentimiento.
La venganza parece ser como un dulce bálsamo, que aquieta la violencia que nace en las entrañas.
Pero, en verdad es una droga peligrosa, pues nos hace vivir en una ilusión de realidad. Ya que, la venganza en vez de solucionar los problemas, los incrementa y añade nuevas dificultades la vida.
Sin embargo, parece tener tan dulce sabor…
Por eso es tan peligrosa, porque da la sensación de satisfacción, pero ciertamente daña al que vive con ella, daña al que recibe sus embates, y daña al entorno que se perjudica en la espiral de acciones y reacciones cada vez más destructivas.
Hasta tal punto es terrible la falta de compasión y el corazón que guarda rencor, que el Eterno ha dicho:
"Por tres pecados de Edom, y por cuatro, no revocaré su castigo. Porque persiguió con espada a su hermano y suprimió su compasión, y porque en su furor siempre ha destrozado y ha guardado continuamente el rencor,"
(Amós / Amós 1:11)
Y los pensamientos que rumian la venganza obsesivamente, sin concretarlos en hechos, tampoco son saludables, pues ahogan a los pensamientos de vida, a los que son para reconstruir y reconciliar, y lenta pero indefectiblemente llevan a la persona a hundirse en un tosco ambiente mental que es oscuro y pleno de amargura.
Como describió el sabio inspirado:
"consume todos los días de su vida en tinieblas, con mucha frustración, enfermedad y resentimiento."
(Kohelet / Predicador 5:16)
Pero, tomemos en cuenta que la persona ha nacido para vivir de acuerdo a la Torá, y que cumplir con sus preceptos es siempre una posibilidad.
En ella se nos ordena e insta a no guardar resentimiento ni rencor, y a no tomar revancha (Vaikrá / Levítico 19:17, 18). Si la Torá ordena esto, es que podemos llevarlo a cabo, pues el Eterno no nos pide jamás algo que es imposible de alcanzar.
Así que lo hecho por Betzalel es parte de lo que nosotros podemos también realizar.
Podemos sobreponernos a los malos sentimientos, tenemos la capacidad de crecer por encima de los pensamientos y sentimientos que nos perturban y destruyen.
Muy a menudo nuestras emociones nos dominan, como si olvidáramos que somos en verdad nosotros los amos de nuestro ser, que incluye a nuestras emociones.
Al ser creaciones "a imagen y semejanza" del Eterno, tenemos incorporada la capacidad de auto-controlarnos, de ser los amos de nuestra vida emocional.
Esto es precisamente lo que nos enseña Betzalel, que al convertirse en maestro del auto-dominio emocional, se hizo también capaz de edificar un Santuario pleno de pureza.
En palabras del salmista:
"Muchos son mis perseguidores y mis enemigos, pero de Tus testimonios no me he apartado."
(Tehilim / Salmos 119:157)
Cuando aprendemos a usar las fuerzas emocionales para la edificación en vez de para la destrucción, nos hacemos en dueños de nuestra vida.
Si somos dueños de nuestra vida, estamos en el camino de ser constructores del shalom.
¿Y cómo lo podemos hacer?
Pues, releamos lo que está más arriba: aplicándonos al cumplimiento de los preceptos de la Torá.
Ahora, fijémonos en el nombre de este gran personaje: Betzalel hijo de Urí, hijo de Jur.
Estos nombres nos brindan una enseñanza, acorde a la que hemos dado hasta ahora.
Betzalel: El que está a la sombra del Eterno (Tehilim / Salmos 91:1);
Urí: (hijo de) mi luz, la luz primordial, la Luz de la Torá;
Jur: (hijo de) el que trae jerut, liberación (basado en Zohar Terumá 152a).
En resumen:
¿Cuál es el camino de la liberación personal?
Pues, andar guiado a la Luz de la Torá.
De esa manera, estaremos a la sombra del Eterno, y somos dueños de nuestra existencia.
¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Cuídense y gocen de lo permitido para qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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"La persona generosa será prosperada, y el que sacia a otros también será saciado."
(Mishlei / Proverbios 11:25)
Notas:
1- Craso error de los que actualmente dicen que veneran imágenes (concretas o mentales) para llegar al Padre. En realidad, están abocados a la idolatría, tal como los que deseaban comunicarse con el Eterno por intermedio del Becerro de Oro; o los que usan santos, intercesores, ángeles o cualquier otra cosa que intermedie entre ellos y el Padre.
2- Qué triste que hoy en día también hay personas que siguen doctrinas ajenas, y se sienten desamparados y desligados del Eterno, cuando lo cierto es que el lazo con Él es inquebrantable y estamos ante Su amorosa Presencia constantemente. Los que se sienten "huérfanos" del Padre, actúan erróneamente muchas veces movidos por su angustia "espiritual"; entonces se convierten en seguidores de ídolos, religiones, sectas y con estas acciones en vez de adquirir equilibrio para su vida, solamente la desbarrancan más. Se unen a los "mesiánicos" u otras sectas de idolatría (budistas, sai babas, etc.), o se fanatizan detrás de su ambición, o se aíslan del mundo encerrándose en peligrosos pensamientos, etc.. Todo esto en vez de abrir su corazón a la percepción de que el Padre está a nuestro lado siempre. Amoroso y por tanto exigente.