«El Eterno habló a Moshé diciendo: ‘Di a los Hijos de Israel que tomen para Mí una ofrenda; de todo hombre cuyo corazón le mueva a hacerlo tomaréis Mi ofrenda.»
(Shemot/Éxodo 25:1-2)
Así comienza esta semana la parashá Terumá.
Es evidente que salta a la vista que hay un problema en el pedido de Dios, porque lo correcto hubiera sido que dijera: “que DEN para Mí una ofrenda”; sin embargo explícitamente está diciendo: “que tomen para Mí”.
Si las personas del pueblo judío tenían que dar su ofrenda, entonces, ¿por qué el Todopoderoso dice que la tomen?
¡A lo menos es bastante extraño!
Una de las respuestas habituales es la que nos explica que cuando hacemos obras espirituales nunca estamos perdiendo nada, ni tiempo, ni dinero, nada; NO estamos DANDO; por el contrario estamos recibiendo.
Cuando sacamos plata de nuestro bolsillo para hacer tzedaká, o colaborar con la difusión de valores de la Torá, o para el templo, o cualquier otra tarea de índole espiritual, ciertamente por un rato tendremos menos dinero disponible, pero el efecto positivo en nuestra vida será tanto en lo material como en lo espiritual.
Esa es una promesa de Dios.
Por ello cuando Él pide que la gente contribuya para edificar un santuario en Su honor, nos está enseñando que finalmente no estamos dando, sino recibiendo.
Aquí pues un tremendo secreto para enriquecernos y crecer espiritualmente: ser nobles y generosos.
Sin embargo, la entrega tiene que ser realmente desinteresada, sin esperar nada a cambio.
Porque si lo hacemos con otra intención que no sea estrictamente la de realizar una obra de carácter espiritual, la estamos transformando en una comercialización, en un intercambio, en una manera de pretender manipular al Eterno y por lo tanto ya no corre el efecto beneficioso automático.
Esto es, si uno quiere ser recompensado por el Todopoderoso tiene que abstenerse de estar pendiente de ser recompensado.
¡Paradójico!
Sin embargo, así se entiende la famosa Mishná:
“Antígonos ciudadano de Sojo, que recibió la tradición de Shimon el Justo, decía: No seáis como servidores que sirven a su amo pensando en su recompensa; más bien, sed como servidores que sirven a su amo sin pensar en la recompensa y el temor del cielo sea sobre vosotros.”
(Avot 1:3)
¡Está clarísimo!
Nuestras acciones espirituales deben ser completamente desinteresadas, sin esperar ninguna recompensa por ellas.
Cuando actuamos con esa sinceridad el resultado será obtener grandes recompensas.
Volviendo al versículo del principio, Dios quiere que entendamos y usemos la clave para prosperar y ser bendecidos materialmente.
Que aprendamos a desprendernos de los afanes materiales, que no continuemos siendo esclavos de las apetencias del EGO, porque es solamente así que uno logra disfrutar de todo tipo de bendiciones, entre las que se encuentran también las materiales.
Sin olvidar que tampoco está en la cantidad de bienes materiales la fuente de nuestra riqueza y alegría, sino en cómo disfrutamos sinceramente de aquello que poseemos en este momento.
Es decir, una persona puede ser inmensamente rica en dinero, pero grandemente triste y amargada en su experiencia. En tanto que puede haber otra persona que cuente con poca disponibilidad monetaria, pero sea inmensamente agradecido, esté satisfecho sin por ello estar resignado a no aumentar su prosperidad.
En síntesis, ninguna persona pierde cuando realiza un mandamiento, siempre y cuando sea haga con las intenciones correctas.
Aprendamos a ser generosos, a ser solidarios, a ser agradecidos, a ayudar a aquellos que nos enseñan los caminos de la espiritualidad, porque entonces seremos mucho más ricos y dichosos.
Siendo así, colabora con nuestra causa de difusión de valores espirituales: https://serjudio.com/apoyo