«ְנָשָׂ֣א אַֽ֠הֲרֹן אֶת־שְׁמ֨וֹת בְּנֵֽי־יִשְׂרָאֵ֜ל בְּחֹ֧שֶׁן הַמִּשְׁפָּ֛ט עַל־לִבּ֖וֹ בְּבֹא֣וֹ אֶל־הַקֹּ֑דֶשׁ לְזִכָּרֹ֥ן לִפְנֵֽי־ה תָּמִֽיד :
Y cuando Aarón entre en el santuario, llevará los nombres de los Hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón, para memorial continuo delante del Eterno.»
(Shemot/Éxodo 28:29)
Qué gran virtud la del líder, del maestro, del padre, de todo aquel que trabaja para beneficio generoso de alguien, cuando se lleva siempre sobre el corazón que la tarea realizada es con una noble finalidad.
No se labora (exclusivamente o especialmente) por la remuneración, fama, poder, o alguna otra ventaja secundaria, sino principalmente enfocados en el avance de aquel que estamos sirviendo.
Puede ser en la tarea más sencilla, la más cotidiana, la que aparenta menos importancia; o puede ser en el rol del maestro de ceremonias, de jefe, de sumo pontífice; o en cualquier posición que se ejerza; todos son parte de un sistema integrado y que cuando funciona, el resultado siempre es más poderoso que la suma de las partes individuales.
Por ello, todos los que colaboraron para que el Cohén Gadol estuviera ministrando ante el Eterno en representación de los judíos, estaban ahí dentro, junto al Cohén, aunque solo un cuerpo estuviera presente.
Con la mente equilibrada y orientada correctamente, llevando los nombres de aquellos que representaba porque él estaba en su rol gracias a ellos.
Así mismo, el representante es eso: está para representar.
No se le debe subir a la cabeza el poder, ni pensar que tiene dotes que no le pertenecen.
Está ahí para cumplir su rol, y ha de hacerlo para beneficio de aquellos que está representando.
Cuando pierde de vista esto, cuando deja de estar sobre su corazón su misión, todo el resto pierde significado.
Esto nos sirve de enseñanza para cada uno.