Hablar, para que se entienda

Así como es una mitzvá que una persona entregue un mensaje que será escuchado, también es una mitzvá que una persona no entregue un mensaje que no será escuchado”. (Talmud de Babilonia, Ievamot, 65b).

Esta declaración, atribuida al rabino Elazar ben Shimon, a menudo es un desafío para los activistas y cualquier persona con opiniones firmes. El Talmud, básicamente, nos dice que incluso si sabes que tienes razón, a veces, probablemente con más frecuencia de lo que piensas, no tiene sentido abrir la boca. Cuando te enfrentas a personas que no tienen intención de escuchar, es preferible permanecer en silencio en lugar de causar más antagonismo hacia tu causa. La opinión es importante, nos dicen los rabinos, pero es igualmente importante saber cuándo, dónde y cómo darla.

Al comienzo de la parashá, Dios le dice a Moisés que vaya a los israelitas y les recuerde la promesa hecha a sus antepasados: Dios los liberará de la esclavitud de los egipcios y los llevará a la Tierra prometida a Abraham, Itzjac y Iaacob,
Moisés hace lo que se le dijo y pasa a entregar el mensaje a los israelitas. Sin embargo, a pesar de que esto debería haber sido una noticia alegre y prometedora de un cambio real, sus palabras no son escuchadas; los israelitas lo ignoran.

La Torá no nos deja a oscuras respecto a la razón de la falta de éxito de Moisés, diciéndonos que los israelitas no escucharon debido a “kotser ruaj v’avoda kasha”, que se puede traducir como “a causa de sus espíritus aplastados por servidumbre cruel” (Exodo 6:9).
Pero, hay una traducción más directa, que sería ‘debido a su impaciencia causada por el trabajo duro’.
Rashi, el comentarista bíblico del siglo XI, va aún más allá e interpreta la frase ‘kotser ruaj’ como literalmente ‘falta de aliento’. Los israelitas trabajaron tan duro, nos dice, que simplemente no podían respirar.
Es decir, estaban tan agotados y tan angustiados, que no se podía esperar que alguno se tomará el tiempo de escuchar su mensaje, negativo o positivo, cuando literalmente están sin aliento.

Todos sabemos que Moisés tiene en mente los mejores intereses de los israelitas. Todos sabemos que él mismo es un israelita. Pero en lo que se refiere a los esclavos hebreos, él es un extraño; un príncipe ‘funcionalmente egipcio’ que creció en el palacio del faraón con una cuchara de plata en la boca. Puede que tenga sangre hebrea corriendo por sus venas, pero al final del día, creció beneficiándose del arduo trabajo y el espíritu aplastado de sus compañeros de tribu. Puede que tenga muchas buenas intenciones, pero no es él quien está sin aliento.

Solo cuatro versículos después (Éxodo 6:13), Dios ordena una vez más a Moisés y Aarón que se acerquen a los israelitas, así como a Faraón, y les digan que Dios los librará de Egipto.
¿Qué cambió?
¿Por qué molestarse en repetir un mensaje cuando ya fue rechazado?

El rabino Meir Simja de Dvinsk (muerto en 1926) intenta resolver esto al notar ligeras variaciones entre los versículos, lo que sugiere que el mensaje de Moisés fue alterado radicalmente la segunda vez (Meshej Jojmah, Vaera, 9).

El primer mensaje de Moisés se centró en la promesa Divina de una redención completa en la Tierra Prometida, mientras que su segundo mensaje se centró en una necesidad urgente: salir de Egipto.
¡Sí!, el primer mensaje de Moisés sonaba fantástico, pero para un pueblo esclavizado, luchando para dar una bocanda de aire a su alma, sonaba como una fantasía. Algo que solo puede preocupar a uno que está en una situación cómoda, sin problemas de supervivencia acuciantes, con contactos en el palacio.
Cuando Moisés se enfocó en su lucha inmediata, sonó menos privilegiado y arrogante, y más comprensivo de las necesidades urgentes del pueblo.

No es que hubiera un error en su primer mensaje, pues era verdadero y esperanzador, pero no apuntaba al corazón de aquellos a quienes debía llegar.
Por tanto, al reconsiderar el mensaje y entregar lo que podía ser atendido, Moshé dio un paso enorme para empatizar con los israelitas y lograr así ser un verdadero líder.

¿Cuál es la enseñanza para nuestra vida cotidiana?
Tengamos la inteligencia como para considerar nuestros mensajes, seamos receptivos a los otros, establezcamos puentes de entendimiento, comuniquémonos auténticamente mucho más.
Con ello lograremos más shalom en nuestras vidas.

En resumen: «hablar para que se entienda, pero que nos atiendan».

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