Emor, ser salvos

Ni arriba ni abajo, en tu lugar
Al EGO no le sirve que crezcamos.
Le conviene hacernos sentir impotentes y que nos creamos todopoderosos o absolutamente incapaces, para que de esa forma soportemos constantes tropiezos, contrariedades, sufrimientos.
Es que, si la persona se siente capaz, libre, responsable, apta, con el sano orgullo de poder lo que puede, bien pronto se quita de encima la bota tiránica del EGO.
Entonces, el EGO lo somete a la tortura de sentirse ignorando, poca cosa, fracasado, imposibilitado, destinado al dolor y sin mecanismos para sobresalir. O le hace fantasear con tener poderes que realmente no tiene, dominios que le son ajenos, y por consiguiente chocará tarde o temprano con la realidad que le dice: “no, tú no puedes”. En esa circunstancia ya no es solamente un sentimiento de impotencia, sino la impotencia concreta, materializada, el límite de nuestras capacidades reales.
Entonces, se suma el sentimiento, la creencia fantástica y la realidad, se hace un combo amargo que degustar.
La soberbia, el creerse más de lo que uno realmente es y puede llegar a ser; tal como la falsa modestia, el rebajar el propio estatus a un nivel inaceptable, incongruente con la real capacidad y potencial; son caras de la misma terrible moneda del EGO.
Imaginar y hasta delirar con estar a un nivel que no se está, ni se puede llegar, sea alto o bajo, son formas del EGO para mantenerte en impotencia, sometido, esclavizado, ajeno a tu verdadera identidad, aferrado a máscaras del Yo Vivido en lugar de abrazado y en paz a tu Yo Auténtico.
Es triste, pero es la regla casi general de la humanidad. Pocos son los que saben y pueden zafar de la esclavitud del EGO y potenciar su vida al máximo.
Al conocimiento de su real valor y lugar, a la autoestima adecuada, en la Tradición se le suele nombrar como “humildad”.

El origen de la religión
Nuestras primeras reacciones ante la impotencia inicial, en el traumático momento del nacimiento, son instintivas.
Son las herramientas básicas del EGO: grito, llanto, pataleo y desconexión de la realidad.
Con ellas procura mantenernos con vida, sortear el amargo trago de la impotencia y sobrevivir.
Desde ese instante nos vamos  programando, a partir de estas herramientas, a través de las relaciones con el medio y las otras personas.
Vamos usando ciertos instrumentos, los vamos conociendo, perfeccionando, cambiando, desechando, mejorando. Pero la raíz permanece la misma: llanto, grito, golpe, inconsciencia.
Vamos sumando los mandatos de la sociedad, a reaccionar de acuerdo a lo que nuestros padres nos entrenan.
Vamos formando creencias, decodificando al mundo de acuerdo a lo que estamos conocimiento y entendiendo, se tejen redes neuronales, nos vamos haciendo como personas.
Allí en el fondo está nuestro primer salvador, el EGO, con sus demandas, con sus exigencias, sus manipulaciones. Es un “dios” que se interpone a nuestra conciencia de Dios, son las múltiples cáscaras que recubren nuestra neshamá (esencia espiritual), para que no tomemos contacto, para que no nos conectemos, para que no seamos uno y unificados.
Allí fuera están los primeros “dioses” que vamos adorando, por lo general la madre (o más bien debiera decirse la o las personas que cumplen la función materna de proteger, alimentar, higienizar, etc.).
El dios interno, el EGO, se presenta como el dios externo, las personas de nuestro entorno en nuestras edades más tiernas.
En esos momentos aprendemos a manejarnos con los dioses, a manipularlos, a ser manipulados. A conseguir las cosas que deseamos con rabietas, con enojos, con estafas emocionales. Esos dioses están a nuestro servicio, pero dependemos por completo de ellos. Es como una relación bastante enfermiza, sin ellos morimos, ellos sin nosotros es como que no tienen sentido de ser.
Así es como, en general, vamos fabricando el sentimiento religioso en nuestro ser.
Por ello decimos que la religión, la fe ciega, es derivado del EGO. Porque no se asienta en la espiritualidad, en la conexión, en la unidad, en el ser en plenitud, sino en el toma y daca, en el negociado, en las necesidades de ambas partes, en jueguitos de poder y dominio. Eso es la religión, nada sagrada, nada trascendente, puro EGO.
Así comprendemos cómo en el nombre de las religiones se hacen las peores barbaridades, se excusan la peores miserias humanas. En este siglo y en todos los anteriores.
Porque, si la religión fuera del reino espiritual, nunca estarían a la defensa de la corrupción, de los “poderosos”, de la amenaza como mecanismo, etc.

El eterno volver
Si pudieras ver tu vida desde fuera, desapasionadamente, con frialdad, con desapego, encontrarías que una y otra vez repites conductas.
Como si estuvieras programado a volver a repetir lo que ya viviste con apenas variaciones.
Pueden ser las mismas u otras caras, pero en el fondo las situaciones se repiten, apenas si con cambios.
La tonada es la misma, aunque sean otros los instrumentos que la ejecutan.
Y vuelven, o quizás nunca se van, los mismos sentimientos de desamor, de impotencia, de limitación, de desamparo, de apego, de desconexión de no poder ni valer, de fracaso.
Parece que decides, pero no.
Haces de cuenta que eres libre, pero estás esclavizado al EGO, y sigues mandatos externos, creencias infantiles, programas que te hacen ejecutar automáticamente las cosas.
En las pequeñas y en las grandes cosas, allí saltan los programas a los que nos hemos acostumbrado, que son nuestra “segunda naturaleza”.
Observa, pero con desapego, desde fuera, sin reaccionar, sin responder, sin querer tener el control, observa… ¿qué ves?

Observa y registra
Observa cómo actúas, como un personaje de obra teatral, como siguiendo un libreto escrito por ajenos.
Obsérvate en tu multidimensionalidad:

  • qué sientes en tu cuerpo, en qué parte precisamente;
  • cómo te sientes emocionalmente; cómo te valoras; cuáles personas, cosas, situaciones, ideas te hacen sentir esas cosas;
  • de quién te ocultas o a quién quieres vencer; qué posesión quieres obtener para sentirte apreciado; qué trofeo quieres demostrar;
  • cuáles son tus pensamientos; qué afirmas acerca de ti mismo y de las cosas; qué recuerdas, qué esperas; qué inventaste para excusarte;
  • cómo actúas, qué dices, qué callas, con qué lo asocias.

Observa con calma, sin pasiones, sin justificar, sin excusas, sin negar, sin rechazar.
Observa y admite lo qué estás viendo. Regístralo, no confíes en tu memoria, te hará trampas el EGO.
Por el mero hecho de hacer esto, de tomar distancia, de no apegarte, de aceptar lo que sucede, de fluir, ya estarás aprovechando mejor tus energías vitales.
Aún no habrás hecho nada, activamente, pero estás en la onda del cambio positivo.
Tomar conciencia, despertar, saber lo qué sucede es uno de los primeros pasos para tu liberación.
Antes está el admitir que uno está mal, en desbalance, fuera de foco, no sincronizado con la existencia, sufriendo. Porque si estamos anestesiados al punto de ni siquiera reconocer nuestro malestar, difícilmente emprendamos un camino hacia la redención personal.

Entrénate
Puedes ir descubriendo los patrones de conducta que se repiten, que son cadenas que te atrapan en la esclavitud al EGO.
Revelar los pensamientos negativos, las creencias falsas, las infantiles fantasías de poder, el egoísmo, la falta de solidaridad, el perpetuo jueguito por alcanzar el poder y ser sumiso, entre otras cosas.
Ir despertando, es un paso esencial.
Te da más energía, te abre la cabeza, de limpia el pecho de opresiones.
Pero, aún está lejano el mar Rojo para que se abra y te deje pasar fuera de la celdita mental del EGO y aún más lejana la Tierra Prometida, de paz y placer.
Es necesario entrenarse y no dejarse arrastrar por el hábito, no someterse al guión, salir del esquemita mental repetitivo.

Es evidente que no podrás hacer esto de buenas a primeras, a fuerza de buena voluntad o pensamientos positivos.
No existe la magia.
Tienes años enroscado a una cadena, no esperes quitártela de encima de un momento al otro.
Te advierto que muchos han tomado conciencia para luego volver a dormir, aún más pesadamente que antes.
Es que, el EGO atenaza con fuerza, a pesar de que es intrínsecamente débil.
Precisarás esfuerzo, constancia, trabajo, alegría, optimismo, agradecimiento, valor, paciencia, amor, respeto entre otras cosas para seguir adelante, para ser libre, para obtener paz, para gozar, para estar unificado y en armonía interna y externa.
Sí, muchos quedan por el camino, la mayoría quizás, pero eso no es excusa para que tú no seas de los que alcanzan la Tierra Prometida y disfrutan de ella.
Todo lo que crees que te cuesta, lo que te pierdes, lo que te esfuerzas igualmente será poco, barato, comparado con lo que gastas manteniéndote en la celdita mental del EGO, con lo que malgastas y derrochas para tapar agujeros, con lo que desperdicias al pasar por la vida sin vivirla realmente.

Entrénate en valorar al prójimo, en hacerlo sentir bien sin esperar nada a cambio, en ser justo, en no responder automáticamente sino desde un punto de vista que beneficie a ti y al prójimo.
No quieras ser el que tiene la última palabra, no pretendas ser el que domina, no pidas la cabeza del otro, no trabajes para el EGO.
Disfruta de aquello que está a tu alcance y propón al otro que haga lo mismo.
Deja fluir aquello que no puedes ni debes controlar.
Repara lo que está bajo tu dominio para que funcione correctamente.
Relájate, no quieras comandar todo y a todos.
Entrénate para ser bueno y justo, gozar de lo permitido y apartarte de lo nocivo.
Haz esto, entonces estarás en camino a la Salvación, a la Redención, a la Era Mesiánica, a la Tierra Prometida.

Emor
Para los judíos, en la lectura semanal que corresponde a este Shabbat (parashat Emor) encontramos:

"Guardad, pues, Mis mandamientos y ponedlos por obra. Yo soy el Eterno.
No profanéis Mi santo nombre, pues Yo he de ser santificado en medio de los Hijos de Israel.
Yo soy el Eterno, el que os santifico, que os saqué de la tierra de Egipto para ser vuestro Elokim.
Yo soy el Eterno.’"
(Vaikrá / Levítico 22:31-33)

Se nos muestra la puerta para salir de nuestra celdita mental, de la tiranía del EGO.
Es Dios el que quiere nuestra salvación.
Pero somos nosotros los que debemos levantarnos, abrir la puerta –que está sin llave-, y pasar a la libertad.
No seremos arrancados de la prisión, nadie vendrá a sacarnos. Debemos salir por nuestros medios.
Tenemos la ayuda de Arriba, contamos con la fuerza interna, se nos brindan hermosos consejos, se nos dio la oportunidad.
Ahora, a avanzar.
Si no llegas a la Tierra Prometida pero hiciste tu parte, santificaste tu vida por medio de la bondad y la justicia, entonces ten por seguro que desde lo Alto serás buenamente recompensado. Será completada tu travesía, no en esta vida, pero si en la eterna.
Cada paso que des, cada obra que realices, cada instante que saborees la libertad de forma comprometida, estarás sembrando gozo eterno.
Ahora, levántate y avanza.
Actúa, sé solidario, haz el bien, ¿a qué esperas? ¿A que tu EGO te dé permiso?
A construir Shalom.

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