Inteligencia espiritual y el ser nosotros

NESHAMÁ lo traducimos como espíritu.
Es nuestra esencia eterna, parte de la divinidad.
No depende de código genético, ni se nutre de manera alguna, no sufre alteraciones, ni se degrada, pero tampoco se acrecienta.
Ninguna acción u omisión la daña, pero tampoco la fortalece.
Es por completo dependiente del Creador.
Es SU chispa y no nuestra.
Sin embargo, es lo más propio de cada uno de nosotros.
Constituye el Yo Esencial de cada individuo, que al mismo tiempo reniega de la individualidad para ser un todo con el infinito.
En palabras simples, es lo que somos más allá de lo que hagamos y experimentemos en esta vida, o cualquier otra.

La tarea sagrada de cada ser humano debiera ser trabajar en este mundo para desarrollar una personalidad que sincronice con ella, que la manifieste, que la materialice en nuestra existencia temporal.
De modo tal de convertir al Yo Vivido en un reflejo del Yo Esencial.
Por supuesto es una tarea sin fin, puesto que jamás el finito encuentra al infinito.
Sin embargo, en ese trabajo de perfeccionamiento es que encontramos el sentido trascendente de nuestra existencia pasajera.

Paradójicamente, aunque nada ajeno al Eterno modifique a la NESHAMÁ, resulta que las vivencias en este mundo dotan de un elemento insustituible para nuestra existencia luego de la muerte física.
Cargamos con los recuerdos de las vivencias, ya no somos portadores de una sabiduría plena pero limitada a lo teórico; sino que contamos con una gama de memorias, de todo aquello que disfrutamos y padecimos durante nuestro transcurrir terrenal.
No es la NESHAMÁ la que se modifica con estos recuerdos, pero sí la existencia metafísica, en el mundo que no tiene ni tiempo, ni espacio (el de la Verdad).

Puede resultar complejo de comprender todo esto, es que no estamos acostumbrados a pensar en aquello que está por fuera de nuestra capacidad de pensar.
Por lo cual, si no entendemos, está bien que así sea.
Y si creímos entender, tal vez estemos muy lejos de saber algo.

Por otra parte, existe la espiritualidad.
Ésta, a diferencia del espíritu, n
o puede ser inmutable pues es la manera en que la NESHAMÁ es vivida por el ser humano.
Alguien que vincula su Yo Vivido a los patrones de conducta del Yo Esencial, ciertamente está desplegando su espiritualidad.
Aquel que más se aparte, empaña su espiritualidad con otros elementos.

Por tanto, es necesario aprender a desarrollar la inteligencia espiritual de modo tal de acrecentar la espiritualidad.
Cuanto más aprendamos de nuestra configuración humana y sus condicionantes, mejor podremos revestirnos de la naturaleza que se adecua a nuestro ser esencial.

Entonces conocer y experimentar que somos multiplicidad de Yoes (Esencial, Auténtico, Vivido);
también que somos multidimensionales (espiritual, intelectual, social, emocional y físico);
también que estamos anclados por el EGO a ciertos patrones de conducta y a marcos de creencias;
que poseemos un código implícito de comportamiento el cual a su vez ha sido manifestado por el Creador en códigos explícitos de mandamientos (613 para los judíos, siete para cada uno de los gentiles);
aprender los mecanismos para construir SHALOM en cada momento;
son herramientas indispensables para nuestro trabajo en inteligencia espiritual.
La cual a su vez se nutre de los otros tipos de inteligencia, como por ejemplo la emocional o la social, entre otras.

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