Para construir Shalom

El momento del nacimiento suele ser vivido por la criatura como de un profundo trauma.
Siente cosas que hasta ese momento le eran desconocidas.
Especialmente siente agresiones, que lo atacan desde todos lados.
Sus ojos se laceran con luces, ignoradas hasta el momento.
Sus oídos reciben estridencias, su piel temperaturas y contactos, su paladar sabores desagradables. Ah, los aromas, esas fragancias pestilentes que le arañan hasta las profundidades de su ser.
Es mecido, movido, llevado, izado, bajado, manipulado de aquí para allá.
Se lo toca, se lo abraza, siente sus materiales molestas salpicándolo o torturándolo.
Violencia es la tónica general al momento de partir de ese paraíso que era el útero materno.

Las reacciones ante estas sensaciones pueden ser dos:

• "deprimirse", hundirse en sueños  ((Atención que el dormir la mayor parte del tiempo es natural para el bebe, pero es también una manera de bloquear el contacto mental con el mundo)), hacer desaparecer su mentecita del mundo;
• o responder con agresión (llanto, pataleo), en la mínima potencia de sus capacidades.

En el fondo ambas reacciones son igualmente violencia:

• a primera es una violencia que se vuelca hacia el interior, hacia sí mismo (concepto que ignora el bebe, pero que lo experimenta de cierta manera);
• la segunda es la violencia que se dirige hacia el mundo externo, hacia lo que el bebe siente que lo está agrediendo.

Tal es la triste condición de la persona cuando nace a Este Mundo, recibe violencia, devuelve violencia.
Pero notemos que la violencia recibida en el 99% de las ocasiones no es voluntaria, nadie está actuando maliciosamente, no se busca el daño del infante; al contrario, se intenta hacer algodonado su pasaje desde la vida intrauterina a Este Mundo.
Pero, el bebe no está capacitado intelectualmente para comprender esto, él solamente percibe retazos de la realidad que no sabe catalogar ni especificar. Apenas nacido no tiene un mundo organizado, no hay casilleros ni etiquetas para ordenar sus vivencias. Sufre y con eso es suficiente.
Responde con violencia, hacia dentro o fuera, porque no tiene más recursos, porque eso es lo único que conoce.

Así se comprende lo que dijera el Padre Celestial en la época posterior al Diluvio, cuando Noaj recién se había salvado de la destrucción:

"porque el instinto del corazón del hombre es malo desde su juventud"
(Bereshit / Génesis 8:21)

No hay nada en la genética humana que produzca maldad; no es el espíritu humano el que tiende a la violencia; el cuerpo no requiere dosis de destrucción para alcanzar el gozo o la paz.
Es la manera en que nacemos y comenzamos a vivir lo que nos condiciona a ser violentos, a responder con agresividad, a corrompernos.  ((Gracias al Cielo que su estructura neurológica no le habilita a conectarse completamente con la realidad, ni estructurar las experiencias, ni memorizar los acontecimientos.))
Así comprendemos la cita de los Sabios que indica:

"Cuando el niño sale del seno materno recibe su ietzer hará (inclinación o tendencia a lo negativo)"
(Bereshit Raba 34:10)

Dependiendo de las reacciones de las personas de su entorno a las reacciones del niño, éste irá estructurando un patrón de conducta, que probablemente le acompañará por mucho tiempo y se constituirá en un rasgo típico de su personalidad.

A lo largo de su infancia y hasta la llegada de la edad del las mitzvot   ((12 y 13 años, niñas y niños respectivamente)) el niño formará su camino, con predominancia hacia lo negativo o hacia lo positivo (ietzer hatov) (ver Avot deRabi Natan 1:16).
No en vano Esav y Iaacov, hermanos mellizos, nacidos casi al mismo tiempo, criados por la misma familia, tuvieron destinos tan diferentes (Bereshit / Génesis 25).

Debes comprender que la violencia está íntimamente ligada con el sentimiento de impotencia. Impotencia en todos los planos, tal como el recién nacido era y se sentía impotente, falto de poder, incapaz de modificar su realidad.
Por tanto, cuando actúas con violencia, o ves a alguien que así procede, estás ante una persona que se siente impotente, incapaz de hacer algo productivo y positivo para trascender la situación en la cual se encuentra.
Por supuesto que esto no debe servir como excusa para tolerar o admitir la violencia, ni hacia sí mismo ni hacia el prójimo.
El conocimiento de la presencia de la impotencia en todo caso debiera servirte para proveerte o proveer al violento de medios para sentirse útil, provechoso, importante, valorado, sin necesidad de recurrir a la violencia para no sumirse en el caos del miedo.

Recuerda cómo Iaacov venció a Esav.
Por medio del reconocimiento, de los halagos, de los regalos, de darle honra y valor.
No estaba honrando la violencia, no aplaudía el insulto, no patrocinaba la destrucción, no apoyaba la conducta nociva; sino que se dirigía hacia el Yo Auténtico, esa incontaminada esencia espiritual que nos identifica realmente, perpetuamente. Se comunicaba con el Esav puro, no con el que aprendió a ser. Se dirigía a la esencia luminosa de su hermano, no a las cáscaras y máscaras que enturbiaban y escondían la luz espiritual.

Cuando sientas que actuarás con violencia, o hablarás en malos términos, haz una pausa.
Detente un instante.
Solo un poquito, no te pido mucho.
El tiempo suficiente para preguntarte: "¿A qué le tengo miedo que reacciono así?
¿Qué me está haciendo sentir impotente que respondo de esta manera violenta?"

Comprende que tú no eres malo, ni el que te hace mal es malo,
sino que están viviendo de acuerdo a lo que han aprendido,
están presos de un estilo de reaccionar que es a través de la violencia.

Por supuesto que cuando haces lo posible para que el violento canalice sus energías de manera eficiente y provechosa, pero no hay resultado positivo,
tiene derecho a no ser víctima de la malicia ajena:

"Si el impío no se arrepiente, afilará su espada; ha dispuesto su arco y lo ha preparado.
También ha alistado para sí armas de muerte y ha hecho incendiarias sus flechas.
He aquí que gesta maldad, concibe afanes y da a luz mentira.
Cava un pozo y lo ahonda;

pero caerá en la fosa que hace.
Su afán se volverá contra su propia cabeza; y la violencia que ha practicado recaerá sobre su coronilla.

Pero yo alabaré al Eterno por Su justicia, y cantaré al nombre del Eterno el Altísimo."
(Tehilim / Salmos 7:13-18)

Tienes en tus manos el poder para cambiar tu vida.
Tienes la capacidad para andar por el canal de la justicia y la bondad, en vez del canal de la violencia.
Tienes ocasión de crecer y construir Shalom.
Depende de ti.

( http://serjudio.com/espiritualidad/crecimiento/resp-3747-el-valor-de-la-comunicacion-autentica
http://serjudio.com/parasha/bereshit/la-diferencia-inicial-entre-iaacov-y-esav )