¿Estás enojado?

Es normal que ante determinadas circunstancias se sienta enojo.
No tiene nada de anormal, enfermo o pecaminoso.
Por el contrario, es sumamente normal y esperable en el ser humano.
Por lo general el enojo surge ante situaciones, reales o imaginarias, de impotencia; en la cual nuestra voluntad o acción se ha contrariado de alguna forma, y como resultado emerge desde nuestra profundidad el enojo. Es una reacción instintivo, es decir, viene en el equipamiento de fábrica de cada uno de nosotros.

Pero, que sea natural, instintiva, normal no significa que tengamos que dar curso a la acción que genera.
Es decir, al sentir enojo no debemos permitir que lo actuemos, que lo llevemos a manifestarse en la realidad compartida con los demás. Ni por medio de actos, ni por palabras, ni por gestos, ni por otra acción o actitud que exteriorice el enojo.

Sin dudas que si no estamos entrenados precisaremos de mucho empeño para superar el instante que media entre el sentimiento y la acción.
Por lo cual, es imprescindible y aprendiendo técnicas que dilaten la reacción, que seamos conscientes de nuestro sentimiento, que no lo neguemos, que no lo ocultemos a nuestra conciencia, que no quede estancado y pudriéndose en el fondo de nuestra alma, que hagamos algo provechoso con esa energía reactiva, pero no llegar a actuarlo o a practicarlo.

Detrás de todo enojo está la impotencia, real o imaginaria.
Reconozcamos lo que ocurre, eludamos el disparo automático motivado por el enojo, para dar paso a una mayor comprensión de lo que estamos sintiendo, de lo que nos lleva a sentirlo, y tal vez podamos encontrar respuestas que sean edificantes, productivas, provechosas, que mejoren nuestra situación y nuestro poder.

Ni llanto, ni grito, ni pataleo, tampoco desconexión de la realidad (o cualquiera de los derivados de todos ellos).
No, esas herramientas no son las que generan cambios positivos, las que atraen Luz y bendición. Más bien rompen, destruyen, promueven el caos y el exilio espiritual.
Mejor es la Comunicación Auténtica.

No neguemos el sentimiento del enojo, pero tampoco lo actuemos.
Aprendamos a ser constructores de Shalom.
Cuesta, pero vale mil veces multiplicado cada centavo invertido.

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