Un punto sagrado

La ciencia y la tecnología nos han ampliado los órganos de los sentidos,
llevándonos a descubrir infinitésimos mundos contenidos en la realidad palpable,
así como la ridículo pequeñez que somos ante la impresionante dimensión del cosmos.

Con humildad podemos reconocer nuestra identidad
de un pálido puntito, mínimo, invisible,
perdido en la inmensidad del todo.

Somos un punto,
casi cercano a la nada.

Este conocimiento,
este saber,
esta conciencia amplificada
nos puede llevar a la amargura y el estupor.
Como reconociendo también que somos nada,
polvo, de polvo de polvo de estrellas,
pequeñitas cuando se las ve en el conjunto de la realidad.

Y sin embargo,
la NESHAMÁ manifiesta nuestra conexión constante con el Todo,
el ser unificado más allá de todo límite y definición.

Esa LUZ nos abruma y embota,
por ello la mantenemos adormecida, ensombrecida,
como si fuéramos solos y solitarios,
sin conciencia,
ni valor.

Somos un punto
y somos algo más que un punto.

De esto se trata el vero conocimiento de la CABALÁ.

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