Son varias las tareas que se deben desarrollar para adquirir control en la propia vida y dejar de estar bajo el gobierno primitivo y esclavista del EGO.
Para romper el primado del EGO, entre otras cosas, es aconsejable entrenar la mente para que encuentre todos los aspectos que pueda de cada situación.
Esto es, no dejarse llevar por primeras impresiones, corazonadas, sentimientos, prejuicios, deseos, pasiones, mandatos, opiniones ajenas, la fe, el hábito, la costumbre, la moda, ideas pasajeras, el mero sentido común… no dejarse llevar por nada de esto, ni tampoco dejarse arrastrar.
Sino que es bueno ejercitarse para hacer de la mente la herramienta de desarrollo, profundización y amplitud que puede llegar a ser.
Los pensamientos automáticos, esos que debiéramos evitar a toda costa, son armas del EGO, excusas, justificaciones, pretextos, para no despegarnos de las máscaras que hemos adoptado como personalidades. Son trampas al solitario que nos limitan y reducen a permanecer bajo el liderazgo opresivo de nuestro EGO.
Por supuesto que estos pensamientos tienen su real utilidad y provecho, tal como el EGO mismo los tiene.
Pero circunscriptos a las circunstancias de urgencia en las cuales no es dable ni oportuno detenerse a analizar y sopesar, sino que es prioritario reaccionar para sobrevivir o brindar a otros oportunidad de supervivencia.
También sería necesario el pensamiento primario cuando estamos en condiciones seguras y dispuestos al goce sensorial, que se vería interrumpido o bloqueado por el ejercicio esmerado de la racionalidad.
El resto del tiempo, el pensamiento debe ejercerse con autoridad, posibilitando la toma de decisiones mesuradas, equilibradas, que consideran las opciones con equidad.
(Notarás que el entrenarse en encontrar, medir y delimitar todas las opciones posibles no implica vivir en la duda permanente, en la parálisis del obsesivo, en la compulsiva inquietud e irresolución del timorato, que son otras de las manifestaciones de la esclavitud al EGO).
En el entrenamiento para tal meta, la de encontrar amplitud de opciones, es oportuno ir aprendiendo a vislumbrar los acontecimientos más allá de una simplona polarización (esto es malo, esto es bueno), para descubrir los aspectos oscuros allí donde parece que solamente hay claridad, y vislumbrar las luces en donde estamos llevados a ver solamente sombras.
Puede parecer un poco pesado, para uno mismo y para los demás, llevar a la práctica esto que te menciono ahora.
Pues te posicionarás en la otra vereda del resto de las personas (probablemente).
Serás quien señales las manchas allí en donde los otros aplauden la perfección.
Serás quien marque los errores allí en donde todos alaban la belleza.
Pero también serás quien alabe lo positivo en donde otros deploran la falta de algo bueno que destacar.
Serás quien provea de bloques para edificar Shalom, en lugar de echar por tierra los proyectos y obras de los demás.
No serás un quejicoso, ni un amargado crítico, ni alguien que no se contenta con nada, ni el aguafiestas permanente, nada de eso. Tampoco el alelado iluso que cree que todo es bueno y para bien, el que tiene esperanza en que el universo se confabulará para hacer tu voluntad cuando mucho deseas algo. Ni una cosa ni la otra, pues ambas posturas (el pesimista y el iluso optimista) no dejan de ser manifestaciones del EGO.
Serás quien no juzgará a los demás, pero quien tendrá en cuenta sus acciones, sus palabras, sus silencios, sus gestos, porque están allí expresando una “verdad”, son un mensaje a descifrar.
Serás quien vea al ser humano completo, en su compleja multidimensionalidad, y no solamente un esquivo investigador que tomas las partes que te conviene ver o que ocultas las que temes mostrar.
Habrá personas que se ofenderán y creerán que no las apruebas, que las estás juzgando negativamente, que no las quieres, por el hecho que adviertes particularidades negativas de ellas.
No te dejes impresionar por esos ataques, por esas agresiones variadas que te lloverán, son cuestiones que deberás admitir y tomar en consideración, pero no justificar ni por ellas cambiar de parecer.
Es difícil para la persona (esclava del EGO) admitir sus errores, soportar que haya un pensador independiente por fuera que no baile al son de la música como todos los demás.
Es que el EGO debe presentarse como perfecto “salvador”, aquel que se pone en el lugar de un dios redentor, por lo que no admite que sean notadas y declaradas sus facetas oscuras.
El EGO te quiere envuelto en una sensación constante de impotencia, miedoso, fracasado, empobrecido de todos modos, pues es la forma que tiene para seguir jugando el rol del que te rescatará y dará vida.
Así que, no le sigas la corriente al EGO, ni al tuyo ni al del prójimo.
Asegúrate que tus acciones sean enmarcadas en el camino del constructor de Shalom, el de la bondad y la justicia, que no tendrás que temer ni de qué culparte.
Te buscarán hacer tropezar, te maldecirán, hablarán mal de ti, te ensuciarán, te molestarán, te repudiarán, pero tú no caerás en esas jugarretas. Admitirás que ellos hacen eso, tendrás conciencia de lo que acontece, pero no le seguirás la corriente al EGO.
Pero, el mal no está allí fuera.
No caigamos en esa polaridad, que es la que debemos precavernos y no actuar.
Descubre tus propias trampas, tus manipulaciones, tus malversaciones de tiempo y energía, tus intentos para ocultar las tramoyas de tu EGO.
Al tenerlas presentes, al haberlas admitido en ti, al darte cuenta de cómo estás funcionando, dejarás de perder tiempo en jueguitos de escondite, tratando de ocultar lo que es mejor que esté revelado y elaborado para hacerlo desaparecer de verdad.
No es tapando la mugre bajo la bella alfombra como tendrás una casa limpia y ordenada. Sino barriendo la mugre, recogiéndola y extirpándola de tu dominio.
Aceptar tus luces y sombres es la manera de conocerte en verdad y por tanto de llevar una vida de plenitud.
Vamos, empieza ahora.
Aprende a ver opciones, a pensar más allá de las apariencias y de lo habitual, aprecia las luces y las sombras, ambas en su justa medida.
Estar al mando y no bajo el control del EGO te dará la ocasión de disfrutar de la plenitud de la bendición que constantemente te llueve de lo Alto.