Shabbat: Tishrei 3, 5768; 15/9/07
*El poder judío*
Shalom, shaná tová, gmar jatimá tová.
Espero que comiences bien este nuevo año, 5768 desde la Creación, lleno de proyectos, de teshuvá, de altruismo, de compromiso con la construcción del Shalom.
La parashá es un poema, complejo, profundo, denso, pleno de conceptos trascendentes en escasos párrafos.
Trata de fidelidad, responsabilidad, cumplimiento de preceptos, angustias, rebeldías, temores, reconciliación, esperanza y renacimiento esplendoroso.
Quiero destacar en esta oportunidad esta breve, pero realmente fundamental, frase:
«Aplicad vuestro corazón a todas las palabras con que yo os advierto hoy, para que las encarguéis a vuestros hijos a fin de guardar y poner por obra todas las palabras de esta Torá.
Porque no son palabras vanas; pues son vuestra vida, y a causa de estas palabras prolongaréis vuestros días en la tierra…»
(Devarim / Deuteronomio 32:46,47)
Uno de los secretos de la extraordinaria supervivencia de la nación judía se encuentra en esta frase.
Los padres se dedicaban con esmero y cariño a trasmitir la Torá a sus hijos.
Durante decenas de generaciones las familias no tenían nada material para heredar, pero nunca faltaba el excelente alimento espiritual, que día a día, noche a noche, era servido por padres a hijos.
Se hablaba de Torá, se vivía con Torá, se hacía de la Torá el eje sobre el cual giraba la vida personal, familiar y comunitaria.
Todos eran «religiosos», pues era impensable vivir de otra manera, hacer algo diferente.
Ya que se tenía firme el legado, presente la afirmación que leemos en este versículo.
Se sabía que la vida sin Torá, era una existencia vacía de sentido, oscura, lejana.
Se asumía perfectamente que la vida en Este Mundo no era lo único, sino solamente un pasadizo hacia una vida mucho más prolongada e intensa, en el Mundo Venidero. Por lo que, se esforzaban en sembrar semillas de bien en Este Mundo para cosechar en abundancia en la Posteridad.
Así pues, se estudiaba Torá, se la trasmitía, se la recibía, se cumplía con sus preceptos.
Mientras tanto, los grandes imperios venían poderosos y aparentemente eternos, pero al poco rato caían estrepitosamente, desaparecían, se hacían añicos sin dejar rastros, o perdurando algunas ruinas melancólicas, frías, carentes de toda vitalidad.
Imperios impresionantes imponentes aprisionaron y presionaron a nuestra nación, parecía que la harían sucumbir de un momento al siguiente: Egipto, Filisteos, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia, Helenos, Roma, Cruzados, Árabes… todos ellos pasaron, se esfumaron, son estatuas, o piedras ruinosas, o algunas caricaturas de lo que fueran antaño.
Pero, «am Israel jai vekaiam» – «el pueblo de Israel vive y existe».
Hemos sobrevivido, hemos sido los que mejor nos hemos adaptado a los cambios, a los vaivenes de la historia.
Hemos sido los victoriosos hasta este momento, con una sencilla fórmula: fidelidad a la Torá y sus preceptos.
No fueron las armas ni el poder económico, ni las alianzas ni las políticas, ni las murallas ni las vanas promesas lo que sostuvieron durante más de 33 siglos a la nación judía.
Fue solamente Uno, el Eterno.
Es bueno tenerlo presente en este Shabbat denominado «Shuva» – «Regresa, Arrepiéntete», que está entre Rosh HaShaná y Kippur.
Para que profundicemos los cambios positivos que hayamos introducido en nuestras vidas con el comienzo del nuevo año.
Quiera el Eterno que tengamos un año dulce, de bienestar y bendición.
Un año en el cual por fin se cumpla la profecía mesiánica:
«Y convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.»
(Ieshaiá / Isaías 2:4)
¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Gmar jatimá tová!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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