En esta parashá, la última del sefer Vaikrá nos encontramos ante un momento de tomar decisiones, de elegir.
Y para hacerlo de la manera más racional posible, es que se nos ofrece no solamente las alternativas, sino que también los lógicos efectos que acaecerían a partir de nuestras actitudes.
Así es que se nos plantea: Si los mandamientos y leyes de H’ siguiéramos, entonces, disfrutaríamos de bienes varios, de distinta índole, tanto materiales como espirituales. Pero, si por el contrario, prefiriéramos objetar las certezas que la creencia en H’ nos brinda, y optáramos por guiarnos por nuestro buen juicio, por nuestra subjetiva, limitada y pequeña inteligencia, entonces, y sólo entonces, estaríamos a merced de terribles calamidades naturales, de desastres de diversa especie, a entera disposición de los pareceres de nuestros enemigos.
Y la Torá no se limita a describir brevemente los horrorosos padecimientos y torturas, sino que muy por el contrario, buena parte de la parashá es un exhaustivo y detallado informe de los sufrimientos y los maltratos.
Pero, llega un momento, en lo que parece la apoteosis del dolor, que la esperanza de retornar a H’ se enciende, y nos declara la Torá: “Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, Yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque Yo H’ soy su H’. Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Mitzraim a los ojos de las naciones, para ser su H’, Yo soy H’” (Vaikrá 26:44,45)
Muchas cosas podríamos estudiar de estos psukim, y de su contexto, y decenas de preguntas surgen de estas palabras, pero por razón del breve espacio, tan sólo veamos lo siguiente: ¿cuándo es que la llama de la esperanza deja su condición de esperanza para transformarse en una flama viva? ¿En qué momento deja de doler y el pacto entre H’ e Israel es revitalizado, y el pueblo devuelto a su tierra, y las condiciones se restablecen para promover una vida de plenitud y shalom?
Y no debemos inquirir por demás, ya que algunos psukim cercanos dan las soluciones: Volver al camino de H’, seguir sus pasos, recordar y cumplir las mitzvot. De esta manera, las puertas del shalom son abiertas, y por parte de H’ se encausan los elementos para posibilitar una vida próspera, productiva, creativa, en buena compañía.
Luego, depende de las personas el querer compartir la responsabilidad de sus propias vidas, y de saber elegir el mejor camino para vivir, y para hacer de lo potencial otorgado por parte de H’ una realidad.
En un sótano en donde se refugiaron algunos judíos durante el lúgubre período nazi, se halló esta inscripción:
“Creo en el sol, aunque no esté brillando.
Creo en el amor, aun cuando no lo siento.
Creo en D-s, aunque no se lo oye”.