La desnacionalización de la cultura

Hace un par de días leí el siguiente artículo en la sección de Opinión de un diario de importancia en mi país:

La desnacionalización de la cultura
Los jóvenes llegan a niveles superiores de la carrera que hayan elegido, con carencias culturales absolutamente inaceptables
POR LINCOLN M. MAIZTEGUI CASAS
Doy clases –en el que probablemente sea mi último año de ejercicio de la docencia– a un grupo de estudiantes de la Universidad de Montevideo; historia contemporánea, del final de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Algunos de estos jóvenes ya habían sido alumnos míos mientras cursaban su ciclo secundario, de manera que los conozco bien; ellos y sus compañeros son individuos capaces y cargados de avidez de conocimiento, si se les sabe motivar. Bien; al abordar el tema de la revolución cubana y de sus antecedentes, hice una necesaria referencia al tema del imperialismo y a cómo lo percibía la intelectualidad latinoamericana a principios del siglo XX; y, como es lógico, me referí al Ariel, de Rodó; lo hice casi con familiaridad, en la convicción de que, aunque muchos de ellos no lo hubieran leído, sabrían algo sobre su importancia, o al menos, sobre su existencia. Las expresiones que me llegaban desde los bancos no permitieron, sin embargo, que ese error persistiera durante demasiado tiempo: era notorio que les estaba hablando de algo que desconocían en su totalidad, algo que les era tan ajeno como un texto escrito en sánscrito. “¿Es que nadie, en esta clase de 40 jóvenes, sabe lo que es el Ariel, de José Enrique Rodó, ni tiene idea de su contenido ni de su importancia?” –pregunté. La respuesta fue un silencio sepulcral. “¿Alguno, en esta clase, sabe qué clase de personaje es Ariel? ¿Ha escuchado hablar de la dicotomía entre Ariel y Calibán?”. Igual respuesta. Entonces, estallé y les dije cosas que luego me pesan, porque son injustas. No son estos muchachos los responsables de su supina ignorancia respecto a temas culturales que deberían ser –y hasta no hace mucho lo eran– de conocimiento obligatorio para todos los estudiantes universitarios de cualquier carrera; los responsables de esta debacle son sus maestros y profesores, los que han precipitado el descaecimiento escandaloso de los niveles de enseñanza. Me embargó en ese momento –y me embarga ahora, mientras escribo estas líneas– una indignada sensación de rebeldía. Pienso en los padres de estos chiquilines, que realizaron ingentes sacrificios para pagarles los mejores colegios, por onerosos que fueren, para que tuvieran acceso al mejor nivel de educación; y me subleva comprobar hasta qué punto ese sacrificio ha sido inconducente. No es algo discutible lo que aquí estoy diciendo. Los jóvenes llegan a niveles superiores de la carrera que hayan elegido, en las universidades privadas o en la pública, con carencias culturales absolutamente inaceptables. Este juicio general se vuelve aun más desolado cuando se trata de abordar aspectos que se refieren a la cultura nacional. Hablarle a un estudiante de hoy, de cualquier extracción y proveniente de cualquier medio cultural, de Fernán Silva Valdés (del que mi generación se aprendía hermosos poemas de memoria), de Delmira Agustini, de Elías Regules o del Viejo Pancho es mentarles nombres que no les dicen nada. Ese mismo joven sabe que Tabaré es el nombre de pila del anterior presidente de la República, y es hasta posible que haya oído hablar alguna vez de un indio que se llamaba así; pero preguntarle quién fue Juan Zorrilla de San Martín, o si puede recordar así sea vagamente el argumento del poema, equivale a dejarlo en blanco. Vivimos un creciente proceso de desnacionalización de la cultura, que, de la mano de docentes indignos de ese nombre, está logrando algo tan serio, tan profundamente grave y triste como el borrar, en la mente de los jóvenes, la memoria de la comunidad a la que pertenecen. No se me ocurre un primer paso más adecuado para comprometer la soberanía nacional, en el sentido más amplio del término. En una ocasión anterior me quejé de este mismo fenómeno, y la inquietud fue recogida por un colega del periodismo radial. Éste consultó a una presunta profesora de literatura, que con ese aire de pedantería que distingue la ignorancia, expresó que lo que yo afirmaba no era cierto, y que los autores a los que yo me refería se encontraban contemplados en los programas de estudios correspondientes. Bien; ¿y qué? ¿De qué vale que un autor esté en el programa si luego se lo ignora? Todo esto es fácilmente comprobable; basta con tener una relación fluida con los muchachos y preguntarles sobre lo que saben y lo que ignoran. Quien lo haga, verá que no exagero. Ni un poquito.
linmaica@hotmail.com

Fuente:EL OBSERVADOR, de Montevideo.

Mientras leía, tenía la sensación de que no solamente cuadraba con una realidad educativa, cultural, referida a mi nación uruguaya, sino que perfilaba bastante bien lo que se puede encontrar en muchos jóvenes (y no tanto) y su identidad judía.
He tratado con cantidad de muchachos que no tienen idea de principios y elementos básicos del judaísmo, incluso luego de haber transitado por centros de educación formal y no formal judíos (o para judíos), o de haberse “adiestrado” para su ceremonia de bar o bat mitzvá.
Es numerosa la cantidad que no reconocen, no conocen, no entienden, no identifican, no honran, no respetan, no aman, no tienen idea de innumerables símbolos, conceptos, nociones, tradiciones, preceptos, valores, relatos que forman su identidad judía.
Esto es triste, sumamente triste y preocupante.
Pero angustiante es que a pesar de tamaña ignorancia evidente, muchas veces no tienen empacho en opinar, juzgar o determinar acerca de lo que no saben, y para peor, en ocasiones son instigados por adultos (supuestos líderes de opinión o maestros) a ejercer “su derecho a la opinión”, aunque tengan cero base y capacidad como para que su opinión tenga alguna validez o valor (más allá del ejercicio de opinar desde el sentido común).
Creo que este texto no es para censurar o criticar maliciosamente, sino como llamado de atención, como despertador, como campana que llame a la reflexión, al honesto análisis, a la toma de actitudes que posibiliten el arraigo de la tradición judía en sus receptores naturales, los jóvenes judíos.
Creo que no podemos permitir que el tiempo siga pasando y la ignorancia y el vacío siga ocupando los lugares que debieran estar llenos de luz y alegría.
Es muy bueno educar para ejercer la opinión, pero que ésta sea informada y formada, sustentada en el conocimiento, ejercida desde la responsabilidad, sostenida por el saber y la comprensión cabal, y no meramente como una acrobacia (pobremente) mental y una seudo manifestación de “valores” opacos y vacuos.
Sería bueno que nuestros jóvenes siguieran aprendiendo, recordando, cumpliendo, adquiriendo y experimentando lo que les es propio: el judaísmo, y no se siguiera en la ruta de ser cómplices silenciosos del “holocausto blanco” de la asimilación.
No podemos seguir borrando la memoria de la comunidad a la que pertenecemos.
No podemos seguir en silencio aprobando la destrucción que se lleva a cabo por los  que enarbolan cualquier excusa o justificación supuestamente taxonómica (de valores), para dejar huérfanos de su identidad judía a los jóvenes judíos. No podemos seguir siendo cómplices, por pasividad, de los que a través del carisma llevan al suicidio espiritual a masas de jóvenes inermes.
Es hora de intensificar nuestro trabajo educativo, de llevar a la práctica lo sustancial de nuestro ser judío.

Me gustaría saber cómo ves tu la situación al respecto en tu propio país, en tu ciudad, en tu comunidad.

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leopoldo

Estimado Licenciado Ribco: Como aclaro siempre no soy judío, ni estoy estudiando la carrera de Ciencias orientales, que da una universidad de mi país Argentina. Solamente leo sus esnseñanazas y otras páginas sobre el judaismo, bueno me está pasando que en los lugares sociales que frecuento: trabajo, gimnasio, y conozco personas, me sorprendo que cada vez hay más gente joven,y también adultos como yo ( 47 años es mi edad ) que sin no me dicen » .- Soy judio. » , yo( sin juzgarlos obviamente), pensaba que eran creyentes en Dios, pero dentro de una doctrina religiosa, como la… Read more »

leopoldo

Yo mismo en el gimnasio conocí un muchacho,( excelente persona que quede bién en claro que no juzgo), en estos momento creo que va a ser padre y la esposa no es judía, una vez en el gimnasio una mujer le preguntó si respetaba el Shabbat, y él le respondío » A veces «, a mí mismo me ha pasado que he mirado chicas en el gimnasio,( no voy a negar soy hombre y ser humano) que me atraen más allá de ser mujeres, por las ropas que usan bastante provocativas,( no hace falta para un gimnasio las famosa calzas… Read more »

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