Parashat Emor 5767

Shabbat: Iyar 17, 5767; 5/5/07

 

 

Un comentario de la Parashá Emor (Vaikrá 21:1 – 24:23)
*Para vestir de Luz la vida*¡Bienvenido amigo querido!
Te propongo que disfrutemos juntos de un breve estudio de Torá a partir de nuestra parashá semanal.
Quiera el Eterno que nos sea de gran iluminación y edificación.

En el jasidismo se indica que tres vestimentas emplea el espíritu para vincularse con el mundo (interno y/o externo): la acción física, la palabra y el pensamiento.

Cada de una de estas vestimentas es necesaria e imprescindible, siempre y cuando sea ejercida con equilibrio y en armonía con la situación.

Por ejemplo, cuando tenemos que martillar un clavo la palabra podría no ser el modo más eficiente, tampoco se vehiculiza el acto a través del pensamiento teórico. Es necesario el acto físico, concreto y acertado para alcanzar el objetivo.

Pero, cuando tenemos alguna controversia con el prójimo, ciertamente que la acción no sería el primer canal que debiéramos implementar (el golpe o el rechazo), ni tampoco mantenernos en una posición «filosófica», ausente de cualquier intercambio concreto. Ciertamente que la palabra sería el vehículo preponderante, o también cualquiera de las modalidades para comunicarse auténticamente (que incluyen gestos y contactos físicos).

Y cuando se nos plantea un asunto que requiere nuestra atención, no deberíamos reaccionar automáticamente con algún gesto, acción o palabra destemplada, tal como si nos presionaran un botón y respondiéramos inconscientemente. Es menester revestir nuestro espíritu con el pensamiento, de modo tal de penetrar (en la medida de nuestras posibilidades) en el asunto a colegir, para de esa manera hallar las opciones válidas, que nos habilite a cerrar ciertas puertas para abrir otras más saludables.

Por tanto, es aconsejable que nos entrenemos para reconocer con qué vestimenta hemos de revestir nuestro espíritu en cada ocasión, y que nos eduquemos para que cada ropaje cumpla eficientemente su cometido.
Como fácilmente puedes reconocer, estos vestidos del espíritu son manifestaciones de los famosos cinco planos que conforman al ser humano: físico, emocional, social, intelectual, espiritual.

Plano físico
Para lograr una vida de armonía e iluminación, es imprescindible nutrir, ejercitar y cuidar nuestro cuerpo. Debemos conocerlo y respetarlo. Descuidar el cuerpo, es provocar un desequilibrio en todo nuestro ser, incluso en el plano espiritual. Por tanto, no se lo debe mortificar innecesariamente, es imprescindible seguir dietas saludables, hacer gimnasia, consultar con el médico en caso de necesidad, abstenerse de drogas tóxicas y de cualquier exceso, etc.
La persona que no conoce su cuerpo, sus necesidades, sus límites, sus potenciales está en grave riesgo de afectar su existencia. Por otra parte, aquel que hace de su cuerpo y del materialismo el eje de su existencia, realmente está laborando en vano, pues a los 120 ¿qué sobrevivirá de lo esencial del ser?

Plano emocional
También debemos estar conscientes de nuestras emociones, de nuestros miedos, de nuestros deseos, para que no seamos víctimas de las zonas oscuras de nuestra alma.
Se supone que cuando nos vemos en el espejo nos reconocemos, sería excelente que igualmente aconteciera con nuestro «yo emocional», que tuviéramos la capacidad para reconocerlo y discernirlo, para no ser controlados por emociones y pensamientos escasamente elaborados (sentimientos). Cuando tenemos idea de quien somos, es difícil que seamos objeto de manipulaciones que provienen de nuestras emociones (miedos y deseos principalmente) o de otras personas.
Cuando nos educamos para conocer nuestras midot, cualidades o características, y las encauzamos con sabiduría y discernimiento (siguiendo los dictados del plano espiritual y/o del intelectual), tenemos más chances de ser realmente libres en nuestras decisiones, de alcanzar mayores niveles de plenitud vital.
Pero, si nos negamos a conocer nuestras midot, si miramos para otro lado, si nos engañamos, si disfrazamos nuestras emociones o las enterramos porque suponemos que no sobrevivirán, realmente estamos boicoteando nuestra vida. Cuanto más ciegos estamos al conocimiento de nuestro ser emocional, más esclavos somos de las pasiones, de los miedos, de los deseos, de lo irracional que yace en nuestro interior.

Plano social
Es menester que aprendamos las maneras correctas para interactuar con nuestro prójimo, que conozcamos las reglas de convivencia y las respetemos (en tanto no contradigan ninguna norma halájica).
Por supuesto que estar al tanto de lo que acontece en nuestro medio social no implica ser esclavo de la moda o ser una oveja que sigue sumisamente las demandas sociales.
¡Todo lo contrario!
Cuanto mejor sepamos lo que es correcto, tendremos más oportunidades de no confundirnos ni de perder el rumbo, seremos más personas y menos ovejas.
Es común que la persona abandone su raciocinio y ejercicio de la libertad cuando se funde en la masa social. Inserto en la masa pareciera como que pierde su autonomía, sus deseos se ponen a disposición de los deseos de la masa o del líder; o en la masa se anima a vivir sus deseos más oscuros, cosa que no haría sin el paraguas del anonimato de la masa. Pareciera como si sus miedos personales se eclipsaran y se vigorizara por tanto la persona. Pero todo esto es un engaño, ya que no se es más «humano» por acatar los mandatos de la sociedad. Se deja la libertad en pos de la esclavitud a la masa, tal como en el nivel previo (emocional) se era un ciego esclavo de sus deseos personales.

Plano intelectual
Cuanto más estudiamos, de buenas fuentes, mejores herramientas están a nuestra disposición para ejercer un mayor dominio sobre nuestras vidas y nuestro entorno. Así mismo, la persona reflexiva, que nutre su intelecto adecuadamente, que cuenta con el recuerdo de experiencias de vida, es probablemente más diestro a la hora de encontrar o crear opciones, descartar y escoger entre los caminos que se le abren por delante.
Por supuesto que los frutos del intelecto están sumamente arraigados en las emociones personales así como en los mandatos sociales, por tanto, no hay seguridad de que el resultado intelectual sea siempre el mejor, el más positivo, el más moral, el más correcto, el más exitoso.
Por otra parte, existe un canal intelectual que se vincula directamente hacia el plano inmediatamente superior, el plano espiritual, que es el canal de la intuición, de la inspiración, de la creatividad.
Por tanto, es necesario educarse para aprovechar esos rayos de iluminación intelectual que no suelen ser producto de la conciencia y la intelección, sino que parten de zonas inexploradas del propio ser trascendente.
Entrenar el intelecto, por tanto, no solamente significa estudiar pesados libros, ni sentarse horas y horas a meditar, sino una notable conjunción de elementos: estudio, análisis, reflexión, experiencia, apertura, dinamismo, intuición, humildad, y por supuesto, un trabajo sobre las propias cualidades emocionales, para que el pensamiento sea lo más evolucionado posible, y por tanto sea una vestimenta idónea para el espíritu.

Plano espiritual
La nutrición espiritual proviene del estudio de la Torá (de aquello que estamos habilitados a estudiar) así como del cabal cumplimiento de los mandamientos que nos competen.
Cuanto más Torá estudiemos, de fuentes genuinas; cuanto mejor apliquemos los preceptos, entonces estaremos provocando que tanto el pensamiento, como el habla como la acción reciban una orientación inmejorable.
Por supuesto, y como ya hemos dicho en numerosas ocasiones, si existe algún desbalance en alguno de los planos, se registra un desequilibrio en todos los planos, de mayor o menor gravedad. Por consiguiente, una persona dedicada al estudio genuino de Torá, de buenas fuentes y con la correcta guía; que además vive de acuerdo al patrón de la halajá, pero que por ejemplo descuida su salud, entonces, está generando un estado de falta de armonía en uno de los planos, que tarde o temprano redundará incluso en una pérdida de Torá y carencia de mitzvot.

Tomemos el ejemplo del joven judío dedicado a mejorar su vida por medio del estudio de Torá, que trata de cumplir de la mejor manera posible con los preceptos. Que además concurre a una Facultad para obtener su título académico. Que cree estar haciendo lo que está a su alcance para actuar como le corresponde. Pero, que padece un mínimo desorden neuroquímico, lo que le provoca una leve depresión. Por miedo a que lo crean loco, extraviado, ruin, pecador, etc. no quiere consultar con el psiquiatra. Se niega terminantemente, se ofende si se lo aconsejan, etc. Y a causa de su estado de salud, su cuerpo sufre, su ánimo está abatido, sus relaciones sociales son ínfimas o inexistentes, comienza a fracasar en los estudios, duda de Dios y de la Tradición de Israel.
Cuando, de hecho, una pequeña dosis de medicamento oportunamente recetado le podría equilibrar su desbalance químico, mejorar su humor y confianza, acercar a las personas, confiar en su capacidad intelectual y como persona, y por lo tanto estar más capacitado para el estudio de Torá y el ejercicio de la libertad que se denomina mitzvot.

En resumen, para llevar una vida de Luz, de crecimiento, es imprescindible estar consciente de nuestro ser en cada uno de los niveles de existencia. Tenemos que capacitarnos para encontrar nuestro reflejo, atrevernos a aceptarlo y ser esforzados para mejorarlo. En todos los planos.
Porque, de lo contrario no tendremos verdadera libertad, estaremos confinados en nuestras prisiones, apartados de la senda del bien y de la bendición.

No es un trabajo sencillo, por eso se nos ha dado toda una vida para llevarlo a cabo. Se nos brinda desde Arriba asistencia. Se nos ha dado la Torá con sus sabios para guiarnos.
Por tanto, es hora de ponerse en camino…

Ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con la parashá?
No te diré la respuesta a esta pregunta, solamente te citaré el primer párrafo de la parashá y te pido que seas tú el que encuentre el vínculo:

«El Eterno dijo a Moshé [Moisés]: Habla a los sacerdotes, hijos de Aarón, y diles que no se contaminen a causa de algún difunto de su pueblo»
(Vaikrá / Levítico 21:1)

 

¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!

 

Moré Yehuda Ribco

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orah

B’SD
Que interesante yehuda!
asi es, hay que balancear entre las necesidades del cuerpo y el alma.
no hay que descuidar ninguna.es como tener 2 mujeres ,si le das mas a una la otra se pone celosa jeje
y lo mas importante ,es como decis si hay algun problema,tomar las medidas para solucionarlo,ya sea llendo al doctor o psicologo
kol tuv

Hadasa

Yo creo q aki tenemos el claro ejemplo y mandato del mantenimient del quilibrio. Se demanda el cuidado del cuerpo, matenerlo en pureza, lejos de contaminción, y bien es sabido q vivr así es traer grandes beneficios e´spirituales, as q sopn complemnto. Cuando cuidamos del cuerpo, de nuestras emociones, del trato con los demás sin dejar de lado nuestras costumbres y tradiciones y nos preparamops para trascender en lo secularserá un my buen paquete espiritual q se nos está preparando..q rico:-)

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