En nuestra sociedad moderna, la expresión «chivo expiatorio» se ha convertido en un término común para referirse a la práctica dañina de culpar injustamente a un individuo o grupo por los males que aquejan a una comunidad. Lamentablemente, esta conducta ha sido utilizada a menudo para canalizar la ira y los prejuicios de las masas hacia un objetivo vulnerable.
¡Si lo habremos vivido año tras año, y lo seguimos haciendo, los judíos, esa odiosa culpa que se nos imputa con injusticia y alevosía!
Sin embargo, el verdadero origen del concepto del «chivo expiatorio» se remonta a nuestra propia tradición judía, específicamente a los ritos del Día de Kipur descritos en la parashá Ajaré Mot. Aquí, se detalla cómo dos machos cabríos eran presentados: uno para ser sacrificado a Dios y otro, conocido como el «chivo para Azazel», que cargaba simbólicamente con los pecados del pueblo antes de ser enviado al desierto para su despeñamiento hacia la muerte.
Pero contrario a la noción popular, el propósito de este rito no era culpar o expulsar a un ser vivo por los pecados de la nación. Más bien, era un poderoso símbolo de responsabilidad colectiva y expiación. Al cargar los pecados sobre el chivo de Azazel y enviarlo lejos, el pueblo judío reconocía sus transgresiones y tomaba medidas concretas para expiarlas y purificarse.
Este acto no buscaba dañar al animal, sino más bien ilustrar la necesidad de asumir la responsabilidad por nuestras acciones y tomar medidas activas para corregirlas. Era un llamado a la reflexión introspectiva, al arrepentimiento sincero y a la transformación personal y comunitaria.
Lamentablemente, a lo largo de la historia, el concepto del «chivo expiatorio» ha sido distorsionado y utilizado como una herramienta de opresión en lugar de un vehículo para la responsabilidad y el cambio. En lugar de buscar chivos expiatorios, debemos mirar hacia adentro y asumir la responsabilidad por nuestras propias acciones y las de nuestra sociedad.
¡No busques a quien culpar, busca qué puedes mejorar de tu ser terrenal!
Sólo al reconocer nuestras fallas y trabajar juntos para corregirlas, podremos crear una sociedad más justa y compasiva. En lugar de culpar a los demás, debemos seguir el ejemplo del Día de Kipur y tomar medidas concretas para expiar nuestros pecados y construir un mundo mejor.