Comienza hoy el tercer tomo de la Torá, el sefer Vaikrá, conocido en español como "Levítico".
Debemos advertir que la correcta traducción de la voz vaikrá es "y llamó", y no "Levítico".
Ocurre que en la Tradición de Israel, la primera o primeras palabras significativas que aparecen en los textos de Torá, son las que dan los nombres a los sefarim y las parashiot. En tanto que el traductor puso nombre teniendo en cuenta lo que consideró tema central del libro. En este caso, las leyes y disposiciones referidas a los descendientes de Leví, que son los grupos que denominamos Cohanim -sacerdotes- y Leviim -levitas, ayudantes del santuario-.
Es muy correcta la apreciación del traductor, ya que buena parte de este tomo de la Torá se refiere a las actividades del santuario, de los cohanim, de los servicios rituales y de sacrificios, entre otras cosas.
Cuando el Beit haMikdash -santo Templo- estaba en pie y funcionando, por diversas razones se traían ofrendas animales y vegetales para ser dedicadas a Dios. Estaban los sacrificios diarios, los especiales de las festividades, como disculpa por pecado, como parte de rituales de purificación, como muestra de agradecimiento (había algo así como 48 tipos de ofrendas diferentes).
Al ser destruido el Templo, cesó de ofrecerse sacrificios a Dios; pero se preservó el fundamento de los korbanot -ofrendas-, que es el deseo nacido en lo más profundo del ser, por enmendar la propia vida y aproximarse correctamente al sendero que a Dios agrada recorran Sus criaturas.
Tal como en el pasado de nuestra nación, todavía se privilegia lo que es principal, los aspectos de la teshuvá, tefilá y tzedaká (arrepentimiento sincero, rezo y caridad/justicia social), reconociéndose el rol secundario y circunstancial del derramamiento de sangre animal en el camino para el perfeccionamiento propio y de la sociedad.
Sin embargo, tal como nuestros Sabios enseñan, el estudio de los temas referidos a los korbanot son de sustancioso provecho, aunque no sean de aplicación práctica.
Veamos un ejemplo, y saquemos una valiosa enseñanza.
Está escrito en nuestra parashá:
"Habla a los Hijos de Israel y diles que cuando alguna persona peque por inadvertencia contra alguno de los mandamientos del Eterno respecto a cosas que no se deben hacer, y hace alguna de ellas…"
(Vaikrá / Levítico 4:2)
Y un poco más adelante se especifica que:
"Si un dirigente peca y transgrede por inadvertencia alguno de los mandamientos del Eterno su Elokim respecto a cosas que no se deben hacer, es culpable."
(Vaikrá / Levítico 4:22)
La pregunta lógica es: ¿para qué se trae el caso específico del dirigente que peca por inadvertencia, si ya fuera dicho el reglamento acerca de cualquier persona que peca?
¿Acaso un dirigente no es una persona del pueblo?
¿Qué de particular se supone que tiene el ser líder de un grupo, para que se le considere aparte en cuanto a los pecados cometidos?
Demos dos de las posibles respuestas:
-
El dirigente suele ser el modelo, el ejemplo de sus dirigidos.
Cuando él se equivoca, está mostrando una fuerte imagen negativa de lo que se espera sea hecho.
Por lo tanto, la Torá puntualiza que haga un ritual especial de enmienda, como para resaltar el acontecimiento y que sirva de buena enseñanza para los que él conduce.
Ya que está declarando: ‘Yo me equivoqué, ¡no hagan ustedes algo parecido! Y si también se equivocaron, no teman en tratar de reconciliarse con el ofendido.‘ -
Suele ocurrir que los que han escalado posiciones de privilegio y liderazgo, olvidan que también ellos son falibles, personas con limitaciones, sujetos a errores y bajos deseos.
Por lo tanto, aparentan siempre una máscara de perfección, integridad, superación, prolijidad.
Y si han pecado, o han cometido un error, ¡cómo les cuesta siquiera darse cuenta de esto! Mucho más en admitirlo y pedir perdón.
Por lo cual la Torá les recuerda: ‘Dirigente, no olvides que tú también eres como los que diriges. Tú también eres víctima de tus debilidades. Mayor es tu grandeza si reconoces lo que has actuado equivocadamente, y tratas de arreglarlo; que si vives con el antifaz de jamás haberte equivocado.‘
Sobre esto remarca en el Talmud (Horaiot 10b) enseña Rabbán Iojanán Ben Zakai: “Dichosa es la generación cuyos líderes son capaces de reconocer sus errores involuntarios”, y lo completa Rashi (en el versículo de Vaikrá que estudiamos) diciendo "pues seguramente querrán enmendar también sus ofensas intencionales".
Sin dudas que así es, dichosa es la generación de los que son conducidos por personas humildes, pues con su decencia y dignidad manifiestan que son verdaderos líderes y no meras marionetas en manos del ansia de poder.
¡Les deseo Shabbat Shalom! Y JAG SAMEAJ
Moré Yehuda Ribco