La festividad de Pesaj es conocida por cuatro nombres, que apuntan a diferentes cualidades de la misma.
1- Jag haMatzot: fiesta de los panes ázimos (masa sin leudar); porque es lo que los hebreos comieron la noche previa a la redención, junto al cordero asado conocido como “corbán Pesaj” y hierbas amargas. También son los panes que tuvieron al alcance para ingerir inmediatamente luego de su salida de Egipto, al no haber podido leudar la masa debido a la premura de su salida.
2- Jag haPesaj: fiesta del “saltear”; porque durante la última de las diez plagas la muerte “salteó” (pasaj) las casas de los hebreos que habían pintado sus jambas de las puertas con la sangre del cordero pascual.
3- Zeman Jerutenu: tiempo de nuestra libertad; porque los hebreos pudieron salir de la tierra de la opresión hacia la libertad.
4- Jag haAviv: fiesta de la primavera; porque da comienzo a esta estación en la zona de Israel, con sus consiguientes tareas agrícolas.
Resulta interesante notar que la Torá decididamente llama a la festividad como “Matzot”, sin embargo en la cultura judía ha arraigado con mucha más fuerza y presencia el nombre “Pesaj”.
¿Por qué será esta notable predilección?
Una de las respuestas posibles es la siguiente.
Matzot nos hace acordar nuestra impotencia, nuestra total dependencia, nuestra inseguridad.
Aunque sea Dios quien nos conduzca, aunque Él nos prometa el sustento, igualmente la angustia es normal que se apodere del corazón.
Tenemos la escasez, el sufrimiento, la estrechez que nos atormenta ahora o como posibilidad para mañana.
Podemos (y debemos) confiar en el Creador, que Él nos dará esa mano para rescatarnos. Pero seguimos siendo víctimas de la limitación, aturdidos por los gritos del EGO que nos hace ahogarnos en el mal (real o imaginario).
Matzot, no en vano es llamado el “pan de la pobreza”.
Sí, también es símbolo de la libertad y un aliciente para no perseguir la vanidad del consumismo. Pero no deja de ser el “pan de la pobreza”. Que nos recuerda nuestra menesterosa condición de humanos transitando por este mundo, que ni tiempo para que leude el pan tenemos antes de partir.
Por su parte Pesaj, nos vincula a un hecho que estaba también por fuera de nuestro control, y que sin embargo tuvimos que hacer nuestra parte para encontrar el buen resultado.
Aquel que no hizo su parte, sufrió las consecuencias.
Por tanto, Pesaj nos viene a recordar que en este mundo de limitaciones igualmente tenemos un poquito de poder, que algo tenemos que hacer y que si cada uno no hace su parte, entonces la cosa no funciona.
Dios tiene Su propia tarea, y que no es hacerse cargo de lo que me corresponde a mí o te corresponde a ti.
Pesaj nos dice que no esperemos milagros, sino que seamos socios en el cambio positivo.
Pesaj nos informa que no estamos solos y abandonados, que Alguien está trabajando y que hace lo que tiene que hacer.
Pesaj es esperar sentados a que ocurra lo que tiene que suceder, pero luego de que hicimos aquello que teníamos para hacer.
En síntesis, Matzot nos pone a la espera de milagros, en impotencia, habiendo fracasado en hacer nuestra mínima parte.
Pesaj nos deja también esperando a que el Socio realice su tarea, pero habiendo nosotros completado con éxito la que nos tocaba ejecutar.
Quizás por esto la sabía costumbre judía hizo especial énfasis en el nombre que usamos habitualmente, en lugar de quedarnos con la estricta letra del reglamento.
Quizás por aquella máxima de: “lo samjinin hanisa” : “ein somjin al hanes” : “no debemos vivir esperando que se nos cumpla un milagro” (Talmud, Pesajim 64b). Porque, aunque a la gente le encanta querer magia, Dios no es un mago, y la vida no acontece mágicamente.
¡Que tengamos una saludable, alegre y kasher festividad!
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