Hemos explicado en otras ocasiones que estamos formados por varias instancias de Yoes: el esencial, el auténtico y el vivido.
El esencial refiere a nuestro espíritu, tal como lo obtuvimos por gracia divina vuelve a la Fuente tras nuestro deceso.
El auténtico es nuestro espíritu y nuestro cuerpo.
El vivido es aquel que vamos construyendo a través de nuestras experiencias, aprendizajes, acciones del EGO, influencias del ambiente, predisposiciones genéticas, etc.
Por regla general estamos tan habituados a identificarnos con nuestro Yo Vivido que difícilmente podamos reconocer nuestras instancias más propias y trascendentes.
Nos cuesta apreciar que detrás de las innumerables máscaras que vamos incorporando, asumiendo y diseñando se esconde un rostro verdadero, que sufre y padece, que se regocija y comunica, que anhela lo bueno y justo, pero que suele quedar silenciada, apabullada su tenue voz detrás de los graznidos presuntuosos o ruido insoportable del EGO y sus máscaras.
Hablamos, pero decimos lo que estamos mandatados a decir por otros.
Pensamos, pero repetimos lemas que nos introyectaron otros.
Sentimos, pero interpretamos las señales internas de acuerdo al mundo que nos inyectaron y asumimos como verdaderos.
En resumen, podemos decir que somos constantes actores que siguen guiones ajenos, en un gran teatro que se llama vida, en donde a duras penas realmente vivimos y ejercemos nuestra plenitud.
Sin embargo, el Yo Esencial no deja de lanzarnos mensajes, permanentes, siempre orientados hacia el mismo objetivo, pero que permanecen acallados por las otras voces que nos resuenan con mucho estruendo.
Esa vocecita de la conciencia, tan limpia y perenne, a la cual dudosamente prestamos atención, porque dudosamente somos conscientes de su presencia y realidad.
Con todos sus errores y malversaciones, podemos rescatar esta frase de Carl Jung: “Con el orgullo siempre nos engañamos a nosotros mismos. Pero en las profundidades, debajo de la superficie de la conciencia ordinaria, una suave vocecita nos dice: algo no concuerda”.
Mahatma Gandhi enseñó en una ocasión: “Por nada del mundo quiero ahogar esa vocecita que es mi conciencia o la expresión de lo más profundo que hay en mí… Esa vocecita no me engaña nunca”
Como ves, no es una cuestión de creencias, de pertenecer a una u otra confesión religiosa, dondequiera haya buscadores de la verdad (descarriados o más afines a la Verdad), surge la vivencia del Yo Esencial y necesidad de expresar la realidad profunda de esa voz silenciosa que emana de lo medular de nuestro ser.
El espíritu nos habla, pero a duras penas le prestamos atención, negamos su existencia, bloqueamos su presencia, inventamos mil excusas para escoger la senda tenebrosa del EGO en lugar de la fresca y comprometida vereda de la LUZ.
Así vivimos entre disfraces, constreñidos, apenados, sudando la gota gorda para mantener una fachada de EGO que nos hace creer que con él somos salvos.
El Yo auténtico también se expresa, pues es el espíritu y el cuerpo.
El cuerpo también tiene su lenguaje, que va más allá de los adoctrinamientos y entrenamientos provistos a través de las cáscaras del EGO.
Es un idioma universal, innato, compartido a través de épocas y regiones, de etnias y culturas.
El Yo Vivido lo decodifica de acuerdo a sus capacidades, o lo ignora rotundamente, o lo clasifica de tal modo que le sea funcional al ejercicio de la dictadura del EGO.
Empero, allí sigue el cuerpo hablando, manifestando su existencia y sus necesidades, sus malestares y angustias, sus regocijos y estrechuras.
Tal como la tenue voz del espíritu no se calla, tampoco el cuerpo enmudece, aunque el atronador griterío del EGO puede escamotear su traza.
Modernamente ha renacido el interés por las conexiones entre cuerpo y mente, se habla más de enfermedades psicosomáticas, de motivos emocionales que se manifiestan a través del cuerpo.
Si te interesa el tema, te aconsejo que vayas con cuidado a la búsqueda de agua para saciar tu sed, pues como suele suceder, se puebla de farsantes, misticismo barato, charlatanes, negociantes, bienintencionados torpes, truculentos siervos del EGO empilchados como santos. Recuerda que no todo lo que reluce es oro…
En ocasiones el resfriado es por estar inadvertidamente en contacto con el portador del virus; a veces la gordura es por el no limitar la ingesta a causa del verdadero placer al comer, etc.
No hay que buscarle vueltas “místicas” o “filosóficas”, sino aprender otros hábitos de conducta, varias ciertos comportamientos, aprender a limitar el deleite en cierta dimensión para no excederse y provocar desequilibrios, etc.
Pero en otras ocasiones los malestares y enfermedades pueden tener su origen en mensajes que el cuerpo está emitiendo, desde las profundidades de nuestro ser, detrás de mil máscaras del EGO, está nuestro YO hablando y no somos capaces de prestarle atención.
Podemos hacer el análisis para conectar qué de nuestro estado de ánimo podría estar afectando a nuestra salud física.
En vez de atacar los síntomas y hacerlos desaparecer, tenemos la chance de tomarlos como mensajes que nuestro cuerpo está emitiendo y preguntarnos: ¿Qué es lo que está mal y no he tomado conciencia de ello?
Cuando se consigue detectar la fuente, se está más cerca de poder solucionar el conflicto escamoteado a la conciencia pero padecido multidimensionalmente.
Desde antaño los Sabios de la Luz (TB Berajot 5a, secudariamente Eruvin 13b) han enseñado al respecto: “Iefashfesh bemaasav” – “si le suceden disgustos a la persona, entonces que se fije y analice sus acciones para estudiarlas hasta encontrar dónde pueden estar erradas y corregirlas“.
Sean acciones pasadas o esperadas hacia el futuro.
Son culpas (o sentimientos/ideas de culpa) por sucesos pasados, u omisiones pasadas; son temores por impotencias futuras.
Sean cuestiones activas o pasivas.
Sean materializadas en el mundo externo, o encarceladas en sus pensamientos.
Que se analice, que se estudie, que se observe, que se atienda, que sea honesto, que rompa las barreras del EGO para encontrar sus errores que ha pretendido mantener en las sombras pero brotan desde lo más profundo.
(Te recomiendo la lectura del texto que se abre haciendo clic aquí).
Esta idea está sustentada en un pasaje previo, del profeta Jeremías:
"¿Acaso de la boca del Altísimo no salen los males y el bien?
¿Por qué se queja el hombre, el varón que vive en el pecado?
Examinemos nuestros caminos; investiguémoslos, y volvamos al Eterno.
Alcemos nuestro corazón en las manos hacia Elokim que está en los cielos"
(Eijá / Lamentaciones 3:38-41)
Por supuesto, al ser seres complejos, multidimensionales, estamos más allá de determinismos ramplones.
Si te duele la cabeza no es directamente por pensamientos reprimidos. Si te duele la garganta no es necesariamente algo que te has tragado en lugar de decirlo en su momento. Si alguien padece cáncer no implica que tiene un EGO tan dominante y abusivo que es capaz de autodestruirse en su empeño por perpetuarse en el poder. No siempre que tienes dolor de estómago es porque estás enojado y no supiste canalizar tus emociones.
No es así.
No podemos ser tan esquemáticos y necios, ni pretender alcanzar la comprensión total por un acto mágico.
Tampoco es inteligente suponer que una sola causa es la que determina un evento.
Ni que tenemos el poder total de auto-enfermarnos o auto-curarnos.
Son elementos a tomar en consideración, a no descartarlos, a manejarlos con sagacidad y de manera multidimensional.
Al ser personas coherentes, racionales, no pretenderemos entender todo, abarcar todo, curar todo con la magia de “tomar conciencia”; o por vincular sentimientos reprimidos con síntomas esperar a que se realizan sanaciones maravillosas.
Puede ser una formidable herramienta, cuando es bien empleada y vale el esfuerzo intentarlo.
Pero ten mucho, muchísimo cuidado con ir corriendo a las fauces y garras de gurúes orientales, barbudos cabalisteros, maestros jasideos, sacerdotes afroamericanos, “psicólogos” místicos, mucho cuidado por favor que no sea que te estafen, te diezmen y termines aún más gravemente padeciente y esperanzado en mentiras.
Recuerda, ve al médico si sientes que estás enfermo. Acude sin pruritos al psicólogo (que no te venga con misticismos o religiones, por favor) si estás emocionalmente afectado. Encuentra al profesional que ha estudiado y recibido certificación para trabajar junto a ti en el mejoramiento de tu salud integral. Y por supuesto, alimenta tu ser con el modo de vida acorde a tu esencia espiritual: noajismo si eres gentil, verdadero judaísmo para quien es verdaderamente judío.
Dijimos de no ser simplistas, pero daremos ejemplos simplones. Atención: no tomarlos como “verdad revelada”, como que necesariamente ocurre así en todas las situaciones.
Si te duele la cabeza, reconoce cuales son esas dudas persistentes que te acosan y no te animas a resolver.
Si te duele la garganta, encuentra que sentimiento estás reprimiendo y que si liberaras te sentirías mejor.
Si el pecho te aprieta, descubre cuáles son esos pensamientos de impotencia (quizás camuflados de orgullo o rabietas) que te estrechan y no te permiten gozar de la plenitud.
Si el estómago te arde, ¿será que estás ardiendo de ira tragada y no manifestada?
Tu cuerpo te habla, ¿aprenderás a escucharlo?
Algo está fuera de lugar y tu cuerpo es el que te está dando las pistas para acomodarte y hallar felicidad, bendición, crecimiento, alegría, plenitud… ¿a qué estás esperando?
Escuchar, es un gran paso adelante.
Detener el trajín, la premura, la urgencia, el correr para ocultarse, el hablar sin parar para no decir nada, hacer un alto, parar, aquietarse para escucharse.
¿Qué es lo que la vocecita espiritual te dice?
¿Qué es lo que el cuerpo expresa con sus dolores y desbarajustes?
¿Qué está queriendo salir a la luz pero tus máscaras y cáscaras del EGO abruman con trampas al solitario?
Escucha.
Respira en calma, profundamente, date un tiempo y lugar, no des excusas, no sigas huyendo de ti mismo.
Escucha y revela la verdad que estás ocultando.
Ya sabemos, aunque tú quizás no, que en el fondo siempre está ese sentimiento terrible y profundamente doloroso de la impotencia.
Un mar negro y plagado de torturas, ataques espantosos, imposibilidad de hacer otra cosa más que gritar, llorar o patalear, o huir hacia la fantasía y el sueño.
Lo sabemos, eso espantoso, innombrable, siniestro (¿freudiano?) que está en todos nosotros, ese pozo de horror y sufrimiento, esa impotencia primordial que fue rudimentariamente sobrellevada por el EGO original.
Sobre esto la mohosa armadura del EGO, las cáscaras y máscaras, las klipot, que se suman toscamente y torpemente para luego irse perfeccionando en su espeluznante acto encubridor del Yo Auténtico.
Esa tortura de estar recibiendo constantemente bendición de lo Alto pero no disfrutarla a causa de los dramas que vamos representando como si fueran “la” realidad.
Pero luego, siguen habiendo otros mensajes que nos envía nuestro Yo Auténtico, de bondad, de rectitud, de rectificación, de consuelo, de conexión con Dios y el prójimo.
Mensajes a desentrañar, que des-cubren otra realidad dentro de la realidad que actuamos en el teatro del mundo.
¿Serás capaz de escuchar en silencio?
¿Lo has hecho alguna vez?
¿Te has enfrentado a tu verdadero rostro?
¿Te puedes perdonar y pedirte perdón con sinceridad?
¿Sabrás admitir tu impotencia para hallar tu potencia?
¿Dejarás las excusas para encaminarte a la LUZ?
Con cariño y honestidad te lo digo: lo dudo…
Acerca de mí mismo también, no es que te esté juzgando a ti, sino a nosotros, en nuestra debilidad humana.
¿Me ayudas a corregir esta percepción?
Me encantaría.
Igualmente, estamos juntos en este camino, para unidos poder ir avanzando.
Por ello, elige a la persona adecuada para comunicarle tus dolores acallados.
¡No, no hagas lo de siempre!
No te quejes y busques culpable, o trates de justificarte ante ti y los demás.
Sino simplemente escucharte hablar con el otro, no hables para hablar, ni siquiera para que el otro te comprenda, sino para escucharte.
Es otra cosa que raramente has hecho en tu vida.
Es que no nos lo enseñan…
Tampoco al EGO que nos oprime le conviene que seamos comunicantes.
Cuando te comunicas realmente, es que te estás escuchando, estás siendo presente “aquí y ahora” para ti mismo, y por tanto eres presente para el otro.
Comunícate y escucharás más allá de las palabras. Podrás organizar ideas, armonizar sensaciones y recuperar la alegría.
Eres tú quien te está hablando.
NOTA:
Este texto nació ahora y no más adelante (para cuando estaba planificado) a causa de un párrafo compartido hoy por una amiga del Facebook:
"El cuerpo susurra, dice o grita lo que la mente no puede o quiere comprender
Un resfriado ocurre cuando el cuerpo no llora…
Un dolor de garganta aparece cuando no es posible comunicar las aflicciones…
El estómago arde cuando la rabia no consigue salir…
La diabetes invade cuando la soledad duele…
El cuerpo engorda cuando la insatisfacción aprieta…
El dolor de cabeza deprime cuando las dudas aumentan…
El corazón renuncia cuando el sentido de la vida parece terminar…
La alergia aparece cuando el perfeccionismo es intolerable…
Las uñas se quiebran cuando las defensas están amenazadas…
El pecho aprieta cuando el orgullo esclaviza…
La presión sube cuando el medio aprisiona…
Las neurosis paralizan cuando el "niño interno" tiraniza…
La fiebre sube cuando las defensas detonan las fronteras de la inmunidad…”
Podemos estar de acuerdo o no con estas ideas, no es lo que queremos expresar en nuestro texto.
El hecho es que ha servido como disparador para escribir ahora el texto que acabas de leer.