Esta semana corresponde leer la parashá llamada Emor ("Di") que es la octava del tercer tomo de la Torá, el sefer Vaikrá, conocido en español como "Levítico".
Los insensatos,
los incultos e ignorantes,
los malvados y rebeldes,
los antagónicos a la divina Voluntad,
a menudo emplean como estúpida arma de ataque contra la santa nación de Israel
el falso argumento de un presunto racismo, o segregacionismo negativo
de parte de los judíos y el judaísmo hacia los extraños, hacia los gentiles en general.
Ese estúpido y malévolo reclamo,
motivado en el antisemitismo y/o en la torpeza,
cae estrepitosamente al suelo
cuando se lo ilumina con la luz del más sencillo análisis imparcial
del texto de nuestra sagrada Torá.
Pues en verdad,
con una claridad rotunda,
la Torá,
que es el original manantial de Israel,
declara sin cortapisas:
"Habrá una misma ley para vosotros, tanto para el extranjero como para el natural; porque Yo soy el Eterno vuestro Elokim."
(Vaikrá / Levítico 24:22)
No es necesario traducir estas palabras tan exactas y precisas,
pero igual daremos una traducción, para que ninguno diga que no se ha enterado:
Dios ordena que en el judaísmo, los judíos (que son los naturales del versículo) así como los gentiles (los extranjeros del versículo) estén sometidos a las mismas reglas de juego,
sin predilecciones injustas,
sin menoscabar la dignidad humana de ninguna persona justa.
Debemos tener presente que esta paridad y equidad
no está solamente motivada por la hermandad de la especie humana,
sino que se basa también en que es un decreto dado por Dios,
por lo cual no existe ningún mecanismo para obviarlo o pervertirlo.
Dios quiere que todos estemos sometidos a la ley,
judíos y gentiles por igual,
viviendo de acuerdo a Sus leyes,
y no de acuerdo al antojo, la moda, o el populismo insensible a la trascendencia.
(Recordemos que Dios ha dado 7 mandamientos para las naciones del mundo, a los que se suman 66 normas fundamentales.
En tanto que para los judíos, Dios ha entregado 613 mandamientos, a los que se les suma los decretos de las autoridad rabínicas legalmente constituidas).
Así pues,
él judío que se precie de ser fiel a su Tradición,
y por lo tanto al Uno y Único Dios,
lo más seguro es que jamás se atreva a denostar a un gentil justo,
o a despreciar a cualquier criatura humana.
Por otra parte,
no vayamos muy lejos en la Torá,
retrocedamos tan solamente unos pocos capítulos
para leer lo siguiente:
"Cuando un extranjero resida con vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis.
Como a un natural de vosotros consideraréis al extranjero que resida entre vosotros. Lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo soy el Eterno, vuestro Elokim."
(Vaikrá / Levítico 19:33-34)
No se ordena solamente que el judío ame a su prójimo,
es decir a otro judío,
sino que también se exige que el judío ame al gentil, al extranjero, que no lo violente y que le facilite modos honorables para su crecimiento personal.
(Atención a lo que está dicho claramente en el versículo: "al extranjero que resida ENTRE vosotros", es decir, aquel que vive pacíficamente, adoptando y aceptando los benditos preceptos que Dios ha estipulado para los gentiles).
Dios reclama que la persona judía se comporte con estricta justicia para con su vecino gentil,
y también reclama que la persona judía se comporte generosamente con su vecino gentil.
Justicia y misericordia para con el hermano, el hijo del mismo pueblo,
y justicia y misericordia para el extraño, el hijo de otro pueblo.
Éste es el verdadero mensaje de paz de la Torá,
de Dios y del judaísmo: justicia y misericordia para el cercano y para el lejano.
Ésta es la paz de estar cobijados bajo el abrazo fraternal del mismo Padre,
guarecidos por el mismo apego a las leyes que Él ha ordenado para nuestro bien.
La única senda segura, confiable y saludable
para la paz
se encuentra en la Torá,
es cuestión de atreverse a reconocerla y asumirla como un compromiso personal diario.
¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!
Moré Yehuda Ribco
Relato
Los hebreos, tras 210 años de esclavitud, finalmente emprendían su salida a la libertad.
Milagro tras milagro, se acercaban a gozar de ella.
Pero, los empedernidos egipcios los perseguían con saña, deseosos de derramar sangre inocente y esclavizar al remanente de la matanza.
Dios, en Su Misericordia infinita, abre las aguas del Mar de las Cañas, para que pasen con paso cansino tres millones de hebreos, sus animales y los extranjeros que los acompañaban.
Es un milagro ineludible, las paredes de agua petrificada a ambos lados son un testimonio de que es la mano de Dios la que actúa para preservar a los hebreos.
Sin embargo, los egipcios no se amilanan, tienen fe en sus ídolos, y se aventuran a enfrentarse al Todopoderoso, Señor de señores, Uno y Único Dios.
Arremeten con furia salvaje, asesina, se dirigen velozmente contra la retaguardia de los israelitas, que ya están terminando de cruzar el paso seco que el Eterno les abriera.
El último de los hebreos pone su pie en la ribera opuesta del Mar, mientras el ejército sádico cabalga a mitad del sendero flanqueado por las aguas.
Y de pronto, el milagro cesa, o se duplica, no lo sé… el hecho es que masas de agua deseosas de retornar a su cauce, caen con furia indiferente sobre la soldadesca enfurecida.
Los gallardos y pretenciosos soldados, son sumergidos al instante, arrastrados por sus pesadas armas, desprotegidos por sus torpes armaduras.
Luchan contra el inevitable final, pero por fin su lucha es desventajosa para ellos.
Ya no son ellos los victimarios, los dueños del poder, los que asestan el mortal golpe contra el indefenso.
Ahora son ellos las víctimas, son ellos el pasto para la fiera que los devora.
Y entre gritos ahogados, patadas al aire y suspiros mortales, el ejército depredador es depredado.
En la ribera de la salvación, los israelitas contemplan el horrendo espectáculo,
y no salen de su asombro.
Y no saben cómo reaccionar,
pero,
210 años de esclavitud torturante,
210 años de ser anulados en su dignidad humana,
210 años de sufrimiento,
exigen un escape,
y entonces,
espontáneamente y sin maldad
un rugido canta desde sus gargantas hasta entonces aprisionadas por la angustia.
Surge un cántico de alabanza por la salvación recibida,
un canto de alegría por reconocer que sus perseguidores ya no les podrían dañar más.
Es un canto liberador,
no de victoria sobre el caído,
no de burla por el que ha fracasado,
sino de exaltación por probar el dulce sabor de la libertad.
En los Cielos,
los ángeles contemplan la turbulenta escena,
y regocijados por la redención del inocente,
ellos también cantan cánticos de alabanza, de regocijo.
No pasa todavía una mínima fracción de tiempo celestial
cuando el Todopoderoso silencia terminantemente el coro
de regocijo angelical.
El Padre de todo ser les dice:
‘Mis criaturas están muriendo, y ustedes, Mis ángeles… ¿se atreven a cantar?’
(Basado en TB Sanhedrín 39)
Preguntas y datos para meditar y profundizar:
-
¿Cómo se puede relacionar este relato con el comentario que brindamos de la parashá?
-
¿Por qué el canto de los ángeles fue reprendido por Dios, pero no así el canto de los israelitas?
-
¿No resulta en apariencia contradictorio que por una parte Dios sea el que permitió que los egipcios persecutores se hundieran hasta perecer, y por el otro no autorice cantar por ese acontecimiento?
-
La Torá declara: "Éste es un estatuto perpetuo a través de vuestras generaciones. Como vosotros, así será el extranjero delante del Eterno" (Bemidbar / Números 15:15).
-
¿Por qué entonces los judíos tienen 606 mandamientos más para cumplir que los gentiles?
-
¿No se contradice esto con el hecho de que Dios eligiera a perpetuidad a los hijos de Iaacov como su nación consagrada?
-
-
El profeta anunció: "¡Paz, paz para el que está lejos y para el que está cerca!, dice el Eterno. Yo lo sanaré.
Pero los impíos son como el mar agitado que no puede estar quieto y cuyas aguas arrojan cieno y lodo. ‘¡No hay paz para los malos!’, dice mi Elokim." (Ieshaiá / Isaías 57:19-21).-
Si la paz es para el lejano y el cercano, ¿dónde está ubicado el malvado?
-
¿Por qué Dios anuncia que no hay paz para el malvado?
-
¿Quién es un malvado?
-