Anuncia el profeta de la Verdad (Zejariá/Zacarías 8:19):
“Así dijo el Eterno:
el ayuno del cuarto y el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo y el ayuno del décimo,
serán para la casa de Yehuda de regocijo, alegría y fiestas felices”
Este pasaje refiere a los cuatro ayunos enraizados en desgracias nacionales que conllevaron destrucción de la nación, de la soberanía, de la independencia y del Templo:
- 17 de Tamuz, cuarto mes del año.
- 9 de Av, quinto mes del año.
- 3 de Tishrei, séptimo mes del año.
- 10 de Tevet, décimo mes del año.
Repasemos un poco los hechos.
La situación social, política, espiritual del reino de Yehuda había estado en franco declive.
Textos consagrados en el Tanaj nos refieren acerca de la idolatría que mancillaba amplios sectores del pueblo, la extensión de casamientos mixtos, confianza en que Egipto resolvería las dificultades de los judíos, bravuconerías hacia Babilonia, maltrato de las clases dominantes por sobre sus hermanos menos favorecidos económica y socialmente, pretender que con rituales y sacrificios se cumplía con la faceta espiritual de la persona y el colectivo, etc..
Los propios errores de los gobernantes y sectores del pueblo judío, así como el clima internacional, sumado a las ambiciones imperialistas de Nabucodonosor (rey de Babilonia), llevaron a que éste decidiera abatir a Yehuda.
Según nos cuentan en la Tradición, Nabucodonosor recibió señales desde lo Alto para asegurarlo en el camino hacia la conquista de Jerusalén, siendo el látigo que azotaría a los judíos con permiso del Eterno.
A pesar de esto, Nabucodonosor no quiso arriesgarse en persona, tal vez porque recordaba el desastre que había sido para el rey asirio Senaquerib su intento de someter a la capital sagrada. Por lo que encomendó al general en jefe Nabuzaradan la misión de conquistar Jerusalén y deportar a Tzidkiahu/Sedecías (rey de Yehuda).
El 10 de Tevet del año 3335 (desde Adam), en el noveno año del reinado de Sedecías, Nabuzaradan puso sitio a Jerusalén y lo mantuvo por tres duros años.
Esta situación terrible, en la cual los habitantes sufrieron hambre, epidemias y desgracias varias, sirvió como preparación y comienzo de la destrucción de Jerusalén y del Primer Templo.
Finalmente la brecha a la muralla ocurre el 17 de Tamuz de 3338, comenzando la destrucción de la ciudad santa y del Templo que concluye el 9 de Av con la hecatombe final.
El 10 de Tevet quedó señalado como jornada de ayuno, para recordar, para rezar, para enmendar, para reconocer y corregir y no permitir nuevamente que “por nuestros errores fuimos exilados de nuestra patria”.
Cada pecado, cada error, es un micro exilio para nuestra alma.
Aprovechemos las ocasiones que se nos presentan, para hacer “tikún olam”, perfeccionamiento del mundo, a partir de un mejoramiento de nuestro ser.
Canalicemos al EGO, en lugar de esclavizarnos a él.
Embarquémonos en la tarea de construir shalom, para que desde nuestro ser y hacia lo más lejano brille la luz de la Verdad.
Asará beTevet, el 10 de Tevet será en la Era Mesiánica una fecha de regocijo, de luz, de espiritualidad entrelazada con el materialismo, de materialismo trascendente merced a la espiritualidad.
Pero, mientras la Era Mesiánica no se revela con todo su esplendor, es menester acongojarse, reflexionar, ayunar, encontrar caminos para construir Shalom, cada uno desde su lugar y de acuerdo a su capacidad y potencialidad.