La parashá Ki Tetze contiene más mitzvot que cualquier otra sección de la Torá: 74 en total. Muchas de ellas parecen pequeñas, casi técnicas —como devolver un objeto perdido, ayudar a levantar la carga de otro, o no tomar la madre ave junto con sus crías del nido— pero el Midrash nos enseña que en esos detalles se revela la grandeza del alma.
Una hermosa anécdota del Midrash (Devarim Rabá 6:3) cuenta que cuando el rey David preguntó a Hashem qué mitzvá le daría mérito eterno, no fue la guerra ni el reinado lo que se destacó, sino que Hashem le mostró a David a una persona devolviendo un objeto perdido. “Este acto sencillo —dijo Hashem— es lo que sostiene el mundo.” David quedó asombrado: lo que parecía insignificante era, en verdad, eterno.
Recordarnos que no hace falta ser héroes para ser santos. Cada gesto de respeto, cada palabra justa, cada ayuda silenciosa construye una comunidad más elevada. Y en Shabat, cuando celebramos la creación, es el momento ideal para renovar nuestro compromiso con la dignidad en lo cotidiano.
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