La Tierra que Escucha tu Gratitud: parashá Ki Tavó

La parashá Ki Tavó (Devarim/Deuteronomio 26:1–29:8) marca un momento crucial en el discurso de despedida de Moshé, cuando el pueblo de Israel está a punto de entrar en la Tierra Prometida. Esta sección se caracteriza por una fuerte carga ritual, ética y espiritual, que busca consolidar la identidad colectiva y el compromiso con la Torá en el nuevo contexto de vida nacional.

La parashá comienza con la mitzvá de los bikurím, las primicias de los frutos, que deben ser llevadas al Santuario central. El oferente recita una declaración que resume la historia del pueblo desde Iaakov hasta la liberación de Egipto, reconociendo que todo lo que posee proviene de Dios. Este acto no es solo agrícola, sino profundamente espiritual: es una afirmación de gratitud, memoria histórica y humildad. Luego se detalla el maaser, el diezmo que en el tercer año del ciclo debe ser entregado a los levitas, huérfanos y viudas. El donante declara que ha cumplido con todos los preceptos, reforzando la idea de que la justicia social es parte integral del servicio divino.

Moshé y los ancianos instruyen al pueblo para realizar ceremonias solemnes al cruzar el río Jordán. Se deben erigir grandes piedras en el monte Eival, inscribir sobre ellas toda la Torá, construir un altar y ofrecer sacrificios en un ambiente de alegría. Las doce tribus se dividen: seis en el monte Guerizim para proclamar bendiciones, y seis en el monte Eival para proclamar maldiciones. Los leviím, ubicados entre ambos montes, enumeran una serie de transgresiones graves, y el pueblo responde “Amén” a cada una, ratificando su compromiso con la ley.

La sección más extensa de la parashá es la de las bendiciones y maldiciones. Si el pueblo cumple los mandamientos, será bendecido con abundancia, paz, victoria sobre los enemigos y reconocimiento entre las naciones. Pero si desobedece, enfrentará calamidades, enfermedades, derrotas y exilio. Esta parte, conocida como la “tojejá” (amonestación), es dura y detallada, y busca generar una conciencia profunda sobre las consecuencias de las acciones humanas.

La enseñanza final que se desprende de Ki Tavó es que la espiritualidad no se limita al templo ni a los momentos de oración. Está presente en la agricultura, en la justicia social, en la memoria histórica y en la vida cotidiana. La relación con Dios se expresa en cómo tratamos al prójimo, en cómo recordamos nuestro pasado y en cómo respondemos a la bendición con gratitud. Esta parashá nos recuerda que la tierra prometida no es solo un regalo, sino una responsabilidad. Vivir en ella requiere construir una sociedad justa, consciente y fiel a sus raíces. La prosperidad no es automática: es el fruto de una vida vivida con propósito, integridad y conexión constante con lo divino.

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