Hay historias que no se cuentan. Se sienten. Se viven. Se transmiten como fuego que no quema pero transforma. La historia de Reish Lakish, también conocido como Rabí Shimón ben Lakish, es una de esas. No es la historia de un sabio que nació sabio. Es la historia de un hombre que peleó con su cuerpo, con su pasado, con su destino, y que un día, literalmente, saltó al agua y emergió como otro.
🌄 El gladiador de las montañas
Antes de ser rabino, Reish Lakish fue gladiador. Sí, luchaba en las arenas romanas, donde la sangre era espectáculo y la muerte, rutina. También fue bandido, líder de una banda que vivía en las montañas, fuera de la ley, fuera del sistema, fuera de la Torá. Su fuerza era legendaria. Su cuerpo, una herramienta de supervivencia. Su alma, aún en silencio.
Pero algo ardía dentro. Algo que no se apagaba.
Según el Pirkei de-Rabí Eliezer, un día decidió hacer teshuvá. No con palabras bonitas. Con ayunos. Con lágrimas. Con estudio. Con lucha interna. Porque el retorno no es un camino recto. Es un laberinto que se recorre con fe y con fuego.
🏞️ El encuentro en el Jordán
Un día, mientras Rabí Yojanán ben Nefejá se bañaba en el río Jordán, Reish Lakish lo vio desde la orilla. Y pensó que era una mujer, por su belleza. Saltó al agua. Yojanán lo miró y le dijo:
“Tu fuerza debería estar al servicio de la Torá.”
Y Reish Lakish respondió:
“Tu belleza debería estar en una mujer.”
Ese cruce no fue casual. Fue un encuentro trascendental, porque ellos hicieron que así fuera.
Yojanán le ofreció la mano de su hermana si dejaba las armas y se dedicaba al estudio. Reish Lakish aceptó. No por conveniencia. Por redención. Por hambre de sentido.
📚 El sabio que arrancaba montañas
Reish Lakish se convirtió en uno de los Amoraim más brillantes del siglo III. Su estilo era feroz, apasionado, incisivo. Decían que “arrancaba montañas y las trituraba” con su análisis talmúdico. Su pasado no lo avergonzaba. Lo usaba como herramienta. Sabía cómo se forjaba una espada, cómo se rompía un hombre, cómo se reconstruía una vida.
Su relación con Rabí Yojanán era intensa. Eran cuñados, compañeros de estudio, rivales intelectuales, almas que se desafiaban mutuamente. Yojanán era belleza, claridad, estructura. Reish Lakish era fuerza, pasión, ruptura. Juntos, creaban verdad.
⚔️ La herida que no sanó
Pero incluso los sabios tropiezan. En Bavá Metziá 84a, discutían sobre cuándo un arma se considera terminada y susceptible a impureza ritual. Reish Lakish, con su experiencia de herrero y guerrero, opinó que era cuando se enfría en agua. Yojanán dijo que era cuando se calienta en el horno.
Y entonces, Yojanán lanzó la frase que lo rompió todo:
“Un bandido sabe de sus herramientas.”
Una frase. Un filo. Un corte profundo. No era solo una broma. Era una herida abierta. Reish Lakish respondió:
“¿Y qué gané al venir a ti? Antes me llamaban jefe de los bandidos, ahora me llaman jefe de los sabios. ¿Qué cambió?”
Yojanán replicó:
“Yo te acerqué a Dios.”
Pero el daño estaba hecho. Reish Lakish cayó enfermo. Murió poco después. La esposa de Reish Lakish —hermana de Yojanán— le rogó que rezara por él. Yojanán no lo hizo. No por crueldad. Por dolor. Por orgullo. Por humanidad.
Cuando le asignaron otro compañero de estudio, Yojanán dijo:
“Cuando yo decía algo, Reish Lakish me desafiaba con 24 objeciones. Y juntos llegábamos a la verdad. Este solo asiente.”
Yojanán cayó en tristeza. Murió poco después. El duelo lo consumió.
🌿 La enseñanza que arde
Esta historia no es solo sobre dos sabios. Es sobre la fragilidad humana, el poder de las palabras, la redención posible, y la pérdida irreversible. Reish Lakish nos enseña que nadie está demasiado lejos para volver. Que el pasado puede ser transformado. Que la fuerza puede ser consagrada.
Yojanán nos enseña que incluso los más sabios pueden herir. Que el orgullo puede matar lo que el amor construyó. Que el duelo por un compañero de alma no se cura con reemplazos.
Moraleja para hoy:
No subestimes el poder de una mirada, de una frase, de una oportunidad. Y no olvides que el que te desafía puede ser el que más te ama. Cuida tus vínculos. Honra tu pasado. Y nunca dejes de saltar al río.
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