Vivimos en tiempos donde un TikTok vale más que una prueba, y una frase bonita supera en impacto a la verdad. El problema es que, aunque nos creamos modernos y críticos, cada vez actuamos más como la generación del becerro de oro: necesitamos algo que emocione, que impacte, que confirme lo que ya queremos creer… aunque sea mentira.
Ejemplo reciente: se viralizó un video que aseguraba que el actor Jack Black fue un niño indigente y que logró superarse. Mensaje inspirador, sí. ¿Pero real? No. Y sin embargo, fue repetido al aire por comunicadores serios (¿?), como Nacho Álvarez, como si fuera un hecho. ¿Por qué? Porque “queda lindo”, “motiva”, “tiene pinta de verdad”.
Como cuando ves una imagen de Einstein con una frase que jamás dijo, o de Gandhi, o incluso del Rambam, y la gente lo comparte con entusiasmo, sin verificar, convencidos de que están difundiendo sabiduría. No. Están perpetuando bulos, tonterías, confusión.
Y lo más grave no es el error en sí, sino el patrón: hemos reemplazado la búsqueda de emet (verdad) por la búsqueda de likes. Difundimos porque emociona, no porque es cierto. Y eso es peligroso. Porque si no nos detenemos a chequear lo pequeño, ¿qué pasa cuando se trata de decisiones grandes? ¿De valores, de historia, de identidad?
La emuná (lo que se traduce como «fe») no es tragarse cualquier cosa que suene bien, ni tampoco aferrarnos a lo que queremos creer. La emuná exige pensamiento, filtro, responsabilidad. La verdadera fe es romper con la comodidad, jugársela hasta el fondo para descubrir la verdad, no aceptar mensajitos consoladores o inspiradores de buenas a primeras. El mensaje puede ser lindo, pero si está basado en mentira, es como una casa con cimientos podridos: tarde o temprano se derrumba, y arrastra a quien confió en ella.
📜 «Midvar sheker tirjak» – “Aléjate de la mentira”, dice la Torá. No solo no mentir: ¡alejarte! No colaborar con ella. No difundirla.
Así que la próxima vez que veas una frase emotiva con una foto conocida o un video que te arranca una lágrima… detente. Preguntá. Verificá. Porque la verdad, aunque a veces no tenga filtros de TikTok ni música de fondo, sigue siendo lo único que vale la pena compartir.
🔍 Buscar verdad también es un acto de emuná.
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