Para mis amigos, los bomberos involuntarios

Egoísmo positivo, negativo y el manipulador

En alguna ocasión anterior estudiamos acerca del “egoísmo positivo”, aquel que es necesario e indispensable para preservar la propia integridad, salud, estabilidad, etc.
Es el egoísmo esencial, para que la persona no reniegue de otros, pero tampoco de uno mismo. 
Toma lo que precisa y le corresponde, aunque otro pueda precisarlo, aunque otro se lo pida, aunque alguien se lo demande o exija.
Lo usa, porque está bien hacerlo, porque le pertenece, porque es para satisfacer su necesidad, y a veces hasta su placer.
No está pecando, ni robando, ni abusando, ni usurpando, ni disfrutando de la falta de otro, ni tomando aquello que puede salvar al prójimo de la muerte; sino que está ejerciendo su sano derecho a satisfacer su necesidad con lo que es propio.

Pero, hay personas a las que las entrenaron para sentir culpa si disfrutan de algo. A otros además hasta se le inculcó la culpa por usar de algo, aunque fuera para satisfacer una necesidad básica. Están también a los que se les endilgó que no tenían derechos, solos responsabilidades y culpas, por tanto debían entregarse y entregar lo suyo a quien les dominara.
Cada sorbo de agua, mendrugo de pan, bocanda de aire debía sentirse como un robo, como una ofensa, como perjuicio, ¡cuánto más si era algún placer un poquito más elaborado!

Es frecuente que los manipuladores hagan sentir culpa a sus víctimas si (éstas) reclaman algo para ellas mismos, si sugieren que precisan de algo que no pueden dar al manipulador, si mencionan que no se entregaran como marionetas a sus deseos.
Allí se enrosca el manipulador para agredir, atacar, manosear, ofender, acusar de egoísta, de poco sensible, de enfermo, de malvado a quien solamente pide un poco de lo que le pertenece y corresponde.
El manipulador acusa de egoísmo (del negativo), señalan la evidencia de maldad, demuestran que hay alguna podredumbre emocional o moral, porque los manipuladores suelen recurrir al sentimiento de culpa para dejar inermes a sus víctimas y aprovecharse de ellas.

Por supuesto que detrás del que siente que no tiene derecho para disfrutar como del manipulador está el EGO ejerciendo su tarea.
Y, donde está el EGO, está la impotencia.

En una generalización, que como siempre deja fuera muchas cosas, el manipulador se siente impotente y de alguna manera rebuscada trata de obtener algún el falso poder con su ejercicio perverso. En lugar de reconocer su impotencia, evitar la acción del EGO, se entrega por completo a él. Llanto-grito-pataleo y cualquiera de sus derivados, junto a la desconexión de la realidad. Todo ello o alguna de sus partes son empleadas para sentir un alguito de sensación de poder, falso poder.
¿Cómo? Haciendo que alguien sea servil a sus deseos, manipulando, obteniendo réditos del sufrimiento ajeno.
No son felices, no hacen felices, viven sin paz, atormentadores atormentados.
Pero, están también los que sienten que no pueden obtener amor ni atención de otra forma, no han aprendido a hacerlo diferente, entonces, es una compulsión, como un acto obligatorio el mantenerse en esa pose y conducta. De lo contrario, ¿quién les prestaría la más mínima atención?
Son sus berridos, sus trampas, sus piruetas macabras lo único que les abre al contacto con otros, al menos, así lo sienten en lo profundo.
La solución iría por reconocer su enfermizo modo de vida, dejar de lado las herramientas del EGO, aceptar su impotencia, controlar lo que realmente pueden controlar, comunicarse auténticamente, trabajar por armonizar su ser, amar y respetar al prójimo, pero… ¿para qué tanto trabajo si se puede pasar el tiempo sufriendo y haciendo sufrir?

Por su parte, el que siente que no tiene derechos (particularmente de gozar), cree que cualquier disfrute acarrea problemas, castigos, males.
Se apoca para que nadie lo maltrate.
Se castiga para que nadie lo castigue.
Justifica su deleite para escudarse de que le mortifiquen por él.
Las acciones perversas del manipulador, en parte, le dan una sensación de justo castigo, de que se merece ser destratado de esa forma.
¿Se entiende la idea?
Es como si buscaran que les maltraten, porque de esa forma son castigados “justamente” por algún pecado que han cometido y evitan algún castigo mayor que no pueden controlar.
Pero, están también aquellos que creen que solamente siendo miserables obtendrán amor, atención, la protección del terrible sentimiento de la impotencia que los carcome por dentro. Entonces, ser miserable, débil, derrotado, amargado, carente de placer, es su manera de gritar pidiendo amor, auxilio, una madre que los venga a rescatar del infierno en el cual se creen caer a cada instante.
Por supuesto, son mecanismos inconscientes en buena parte, difícilmente quien vive así lo haga de manera premeditada.
También estas personas deberían emprender un camino de autosuperación, de conocimiento, de perdonarse, de aceptarse, de aprender a gozar de lo permitido, entre otros pasos necesarios para alcanzar un modo de vida pleno.

Bomberos involuntarios

Una variante de las personas que no se sienten con derechos, especialmente a disfrutar, son lo que se entregan por completo a causas “buenas” y se extralimitan hasta el punto de terminar agotados, vacíos, secos y enfermos.
Siempre dispuestos a ayudar, como bomberos siempre listos para apagar todos los incendios, sin darse tiempo para sí, ¿porque no lo merecen?, sin adquirir para ellos bienes, ¿porque no los merecen?, porque deben estar atentos a las necesidades de los otros, siempre, en todo momento, sin excepción. El otro es importante, yo no.
Si soy egoísta, aunque sea el mínimo que consideramos positivo, ya soy malo, solamente malo, sin recuperación.
Entonces, nada debe ser para mí, todo para otros.
Están al servicio como salvadores, sin siquiera darse la oportunidad para salvarse a sí mismos de sus empeños nacidos en la enfermedad.
Se ponen el lema de dar, sin recibir. Encuentran vocaciones místicas que les confirman que quien recibe es malo, menos feliz, pecador, oportunista, y que solamente es salvo, dichoso, espiritual el que da y da y da.
Así, la palabra no, cuando para defender sus derechos se trata, no existe.
Los límites, tampoco.
Siempre en servicio de rescate de otros, los que se aprovechan de esta debilidad.
Pero, allí mismo los aprovechadores reciben su “castigo”, porque se debilitan al no aprender a solucionar sus propios problemas, no se fortalecen por no actuar con independencia y las situaciones se suelen empeorar porque el “bombero” no puede hacerse cargo de todo, ni le corresponde.
Aunque no lo parezca, son estos bomberos los que mantienen le caos en familias, empresas, grupos, relaciones de pareja, etc., ya que al hacerse cargo de las dificultades ajenas o grupales, no permiten que las cosas sean resueltas por quien debe hacerlo o como debe hacerlo.
Entonces, aquellos que corren apurados a resolver todo, no permiten que los sistemas se compongan, ni encuentren los recursos para existir de manera saludable, sino que se mantienen en desequilibrio y dependencia, aguardando a que ese salvador que en apariencia los socorre los siga empobreciendo y enfermando.
¿Paradójico?

Así, por una cosa o por otra, el bombero cada vez tiene menos fuerza, los problemas se incrementan, los otros le exigen más, los agujeros para tapar se multiplican, la sensación de impotencia se generaliza y crece, las acusaciones se cruzan, el EGO reina por doquier.
¡Alto!
¿Qué hay que hacer?
Seguro que no seguir en lo mismo, ni dar excusas, ni echar culpas, ni esperar que Dios o destinos solucionen lo que está en manos de cada uno arreglar.

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